Aunque te levantes con el pie derecho...

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Anaïs

—Buenos días, Dean. ¿Por qué siempre llegas el primero?

—Será porque yo no tengo que ponerme tan guapo para salir a correr.

—No digas tonterías.

—Sabes que no las digo.

Empiezo con nuestra carrera sin contestar, estas conversaciones me hacen sentir incómoda y más con Dean, sé que tengo las de perder. Me he pegado un esprint y, con el arrebato inesperado, le he sacado unos pasos.

Cuando llega a mi altura me mira con sonrisa chulesca. Sé de sobra que no podría ganarle una carrera, aunque me lo propusiera; el fondo de horas de gimnasio que tiene él no lo consigo yo ni por asomo corriendo una hora al día. Pero, bueno, menos es nada, ¿no? Así que bienvenida esa hora de desconexión y descarga de adrenalina.

¬—¿Me vas a contar qué es eso tan importante que tenías que contarme ayer?

—¡Ay, sí! Pues que... ¡ya he encontrado un local!

—¿Cómo un local? ¿Para qué?

—Para montar mi propio estudio.

—¡No me jodas! ¿Pero cuando has decidido volver a ser emprendedora?

—Bueno, ya sabes que hace mucho que le doy vueltas y, mira, ha llegado el momento.

—Con la de veces que te he propuesto que trabajes conmigo, ya te vale.

—Sabes que tú y yo no podemos trabajar juntos.

—¡Anda que no! ¡Tú, que eres una cobarde!

—Ya, claro...

—Bueno, y cuéntame todo: dónde está el local, cómo es, qué has pensado...

Le suelto una parrafada que me quedo sin aliento, incluso aminoro el ritmo sin darme cuenta y creo que a él le pasa lo mismo.

—¿Pero sabes qué es lo peor?

—¿Hay algo malo? Si todo pinta genial...

—Pues que Alejandro no me apoya y me está costando la vida que me entienda.

—¿No te apoya? ¿Por qué no?

—No lo sé... —miento como una bellaca.

¿Cómo le cuento al mejor amigo de mi novio que este quiere tener un hijo y que yo todavía no me veo preparada? Si se lo quisiera contar, ya lo haría él, pero no sé por qué razón los hombres no tienden a exteriorizar este tipo de sentimientos con sus amigos. Si Ale lo hablara con alguien, quizá, y repito, quizá, llegaría a entenderme.

—Pues qué extraño me parece viniendo de Alejandro. Es un tío de puta madre, te quiere y desea que seas feliz. Y si eso es lo que te apetece en este momento...

—Ya...

—¿Quieres que hable con él?

—¡No, no! Mejor no te metas.

—Vaaalee.

Regreso a casa para darme una ducha con urgencia y desayunar, tengo un hambre atroz. Siempre salgo a correr en ayudas porque me siento más activa y menos pesada; eso sí, luego soy capaz de agotar las existencias de la nevera.

Alejandro todavía duerme, algo de lo más normal con sus horarios. Lo observo un instante, tumbado sobre la cama, con tan solo unos shorts de algodón negros. Es su pijama para casi todo el año y tiene como tres o cuatro iguales. Su abdomen, que forma una cuadrícula perfecta, asciende levemente en cada respiración y me deleito en observar cada uno de sus músculos. Siento cómo un calor empieza a brotar de mi sexo y las ganas de despertarlo hacen mella en mí. Pero no, no lo voy a despertar, apenas habrá dormido seis horas y no quiero ser cruel.

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⏰ Última actualización: May 27, 2022 ⏰

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