Prólogo.

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Aquel domingo tan insólito, se había levantado muy temprano, antes del amanecer, para ir a pescar a la desembocadura del río Porrazo. Originalmente, no se llamaba así, pero desde que tenía memoria, con sus compañeros y amigos, le decían así porque las piedras del fondo eran sumamente resbaladizas. Lo suficientes como para en un descuido caerse o torcerse un tobillo.

La noche anterior había puesto el despertador entusiasmado, pero ahora tenía tanto sueño que tomaba su desayuno con los ojos cerrados. Se arrepintió de su propio ataque de fanatismo.

– ¿Iras con alguien?— Preguntó su madre, mientras terminaba de ponerle mantequilla a las tostadas.

A Jungkook siempre le había encantado el olor a pan tostado, especialmente al desayuno, recién despertado. También el de la leche caliente con chocolate, que su madre le preparaba desde niño. Ahora con sus 17 años, seguía con sus mismos gustos y costumbres.

Le había dicho a su madre que el mismo se las iba a arreglar en la mañana, que no se preocupara. Pero ella se levantó de todas maneras; de hecho, fue ella quien apagó el pitido del reloj despertador, mientras estiraba su brazo buscándolo a tientas sobre el velador. Le gustaba dormir tapado entero, dejando un mínimo espacio para respirar, aunque también, a veces...

– ¿Jungkook?

Al escuchar nuevamente la voz de su madre, regresó al mundo de los despiertos. Odiaba despertarse temprano. Su cuerpo funcionaba en cámara lenta, y por suerte, porque mientras divagaba entre sus pensamientos, se había ido agachando hacia la mesa y estuvo apunto de meter la nariz en su taza. Con razón sentía cada vez más intenso el olor a chocolate caliente.

– ¿Estas seguro que todavía tienes ganas de ir? Si quieres tomamos desayuno juntos y después te vuelves a acostar.

El levanto la cabeza lo más que pudo y trato de enfocar la imagen de su mamá, parada junto al lavaplatos. Tenía su bata de levantar puesta, y el delantal de la cocina encima. Los primeros rayos del sol la iluminaban por detrás, desde la ventana, haciéndola ver un poco chascona. Pero era su mamá, y a él le parecía la persona más linda del mundo.

Claro, aún cuando ella lo consideraba su bebé aún con 17 años.

– Estoy seguro, mamá.

Ella sonrió.

– Iras a una aventura de cazador. Tu padre te pegó su manía desde niño.

– De pescador, mamá.– Le corrigió.

– Bueno, de pescador. ¿Pero acaso un pescador no es un cazador de peces?

Ahora fue Jungkook quien sonrió, al mismo tiempo que tomaba el primer sorbo de su chocolate caliente. Sabia que en realidad no era lo mismo, pero aún su cerebro estaba algo adormilado como para razonar y sabía que su madre si entendía la diferencia entre un cazador y un pescador, pero le estaba haciendo una broma. Las madres pueden ser muy enojonas, pero sus chistes son los más aburridos del mundo, y la madre de Jungkook se ganaba el premio mayor.

Al terminar su desayuno, y después de estar completamente vestido, luego de una corta ducha que realizó, reviso por última vez su equipo de pesca. No era primera vez que lo hacía y tenía bastante experiencia. Después de todo, su madre tenía razón, y su padre le llevaba de pesca desde que tenía uso de razón.

Salió de su casa, luego de despedirse de su madre, diciéndole que se volviera a acostar, pero vio como esta se quedaba en la cocina. Seguramente le prepararía el desayuno a su hermana menor y aprovecharía limpiar la casa. Algo que todas las madres hacían si eran dueñas de casa y despertaban temprano.

Nadie de sus amigos le había querido acompañar. Porque era demasiado temprano, porque la brisa en la mañana era muy fría, porque no iban a pescar nada...

"Puras excusas" Pensó al emprender el paso. "¿Cómo saben que no van a encontrar peces, si ni siquiera prueban suerte?"

El camino más corto a su destino, desde su casa, era cruzar la plaza de Busan, pasando frente a la iglesia, luego su colegio, y después tomar el túnel del tiempo hasta llegar al lago. Por su puesto aquel túnel, no se llamaba así, ni siquiera era un túnel, sino que era una larga calle con grandes árboles a los lados, uno detrás del otro, formando una fila que parecía interminable. Lo interesante, era que las ramas de los árboles, se habían curvado hacia el centro, logrando enredarse las de un lado con el otro, formando así, una especie de gruta gigante.

Normalmente, las copas se balanceaban con el viento, las ramas crujían y las hojas sonaban, pero algunas veces, cuando el día estaba quieto y tranquilo, se producía un silencio absoluto y parecía como si el tiempo se hubiese detenido.

Si tuviera su bicicleta buena, no tardaría más de diez minutos en llegar, pero no quería ni recordar lo que había pasado por ahora. En todo caso, era realmente escalofriante caminar en total soledad, con apenas un poco de luz que se asomaba por los cerros. Parecía un pueblo fantasma, o talvez uno en el cual todos los habitantes hubiesen desaparecido misteriosamente. Las cosas se veían quietas, más que de costumbre. Los columpios del parque, los letreros, e incluso las casas. Todos los objetos parecían estar aguantando la respiración para que no los descubrieran moviéndose, como si estuvieran jugando "un, dos, tres, momia es". Los pájaros recién comenzaban a cantar y el rocío humedecía el polvo del suelo.

Quizás todas estas señales tan extrañas eran para indicarle que ese día sería distinto a todos los demás, que esa mañana en que él, con toda inocencia pensaba ir a pescar, conocería a una persona. Y de todas las personas del mundo, conocería a una bastante especial y diferente.









Prólogo listo. Ahora empezaré a escribir la historia. Espero les guste <3

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