Desde muy pequeño, Jungkook mostró gran interés por todo tipo de deportes, pero, había un destacado amor por el atletismo que eclipsaba su genuina adoración por el resto. Desde que entró en primaria y descubrió que el programa de deportes del colegio ofrecía lo que quería, no dudó en contarle a su madre, quién apoyando la decisión de su hijo, firmó el permiso para que le dejaran pertenecer al equipo. A partir de entonces, Jungkook comenzó a pasar horas y horas en el campo de carrera. En su rutina diaria, era casi una regla —impuesta por sí mismo—, dirigirse a la pista.
El entrenamiento significaba quedarse tiempo extra en las instalaciones del colegio, terminando cuando el sol se escondía en el horizonte y comenzando cuando la jornada escolar obligatoria finalizaba en la media tarde, aún con el sol en su máximo apogeo. Esa tarde, no era la excepción. El sexto grado estaba por terminar y pronto, dejaría atrás la escuela primaria para entrar en un instituto que pudiera encaminarlo hacia un entrenamiento más profesional, uno que, le ayudase a conseguir un puesto dentro de un equipo universitario y con ello, participar en carreras con otros grandes atletas. Esa tarde, en particular, Jungkook terminó agotado de la práctica. Sus piernas, algo temblorosas, se permitieron caer sobre el césped al costado de la pista, buscando descansar. Aun cuando su entrenador le repetía una y otra vez que lo mejor era no sentarse de inmediato después de terminar de correr.
El pecho de Jungkook subía y bajaba notoriamente, mientras el sudor brillaba en su frente, bajando por su cuello como pesadas gotas de miel que desaparecían en el borde del cuello de su camisa deportiva. Pasó sus muñequeras por su rostro, rojas, al igual que sus mejillas y el resto de su uniforme, en un intento por dispersar a los rebeldes mechones de cabello negro que se colaban sin permiso alguno sobre sus ojos y se pegaban a su piel de manera molesta. Soltó un gruñido de frustración por la sensación pegostosa y se levantó del suelo en búsqueda de su botella de agua, resignado a lidiar con la molestia hasta que su madre le recogiera y le llevara a casa para ducharse. Para su suerte, su madre llegó apenas cinco minutos después que su entrenamiento terminó. Usualmente, su madre tardaba menos que eso, incluso, solía llegar minutos antes de que culminara, pero algo le retuvo aquel día. Jungkook sonrió al verla, pero frunció el ceño cuando miró que no venía sola, sino que, traía a un niño colgado de la mano, un niño de su colegio, de su clase.
Jungkook entrecerró los ojos al ver al solitario chico que siempre estaba en silencio dentro del aula de clases, tomando la mano de su madre con las mejillas sonrosadas. Lucía algo avergonzado, pero sus ojos parecían sonreír, estrechándose tanto que apenas se podía notar el marrón con tintes dorados de los ojos del niño. Parecía feliz al sentir la mano de la adulta con tanta firmeza sobre la suya. En ese momento, Jungkook era demasiado inocente para deducir porque Jimin era tan feliz con algo tan simple, pero lo supo unos años después, cuando entendió que la soledad de Jimin no era una decisión exactamente, sino más bien, era una especie de coraza que esperaba ser rota en algún momento.
—Jungkook, cariño —su madre habló. Llevaba un vestido negro y holgado de vibras veraniegas, el cual parecía casi monocromático junto a su cabello y ojos. La diferencia estaba en que el negro de su vestido lucía pálido en comparación al brillante negro de sus ojos. Al menos según Jungkook, quién encontraba la mirada de su madre parecida al estrellado cielo nocturno—. ¿Listo para ir a casa?, ¿Qué tal ha ido hoy?
La mujer preguntó sonriendo. El niño a su lado, se mantuvo en silencio, escondido detrás de la mujer todo el tiempo.
—¡Mami! —Jungkook corrió hasta su madre, quién le permitió abrazarle pese a estar sudado—. Sí, estoy listo. Hoy me ha ido genial, rompí mi propio récord, en realidad. ¡Fue fantástico!, bueno, eso me dijo el entrenador y así se sintió —afirmó con una sonrisa, para luego tomar la otra mano de su madre, mirando al otro niño con cara desafiante—. Mami —frunció el ceño—. ¿Por qué tomas la mano de Jimin, es tu amigo?
ESTÁS LEYENDO
MISTE 本 KOOKMIN
Short Story"Hablas del dolor como si estuviera todo bien, pero sé que sientes como si una parte de ti estuviera muerta por dentro". En dónde Jimin añoraba conocer el significado del cariño mutuo, pero estaba demasiado roto como para pensar que alguien podría m...