Nací como hija de unos padres relativamente jóvenes, quienes se ataron con responsabilidad al cuidado de su primera primogénita sacrificando vida y alma por ella, en cuanto a la menor, una pequeña niña engreída quien siempre creyó que Papa Noel entraría por mi ventana con aquella casa de Barbie que le había pedido y recalcado por al menos en mil cartas, creciendo bajo el concepto de "Buena niña, buenas recompensas" no me atreví a desobedecer a mis padres, sigo sin poder hacerlo, vivo atada a las normas, mas no me molesta en lo absoluto, pero eso es otro tema, mejor volvamos a la época de mi infancia.
Los años en los que pase, en la gran mayoría del tiempo, mi hogar, no estuvieron lejos de mis travesuras, a falta de contacto con el mundo exterior o los niños del barrio, me la pasaba dibujando o viendo los Telettubies recostada en una de las sillas de madera cercanas, no contábamos con tantos recursos como ahora, nuestra televisión parecía una caja de tamaño superior a mi yo de 4 años, y por miles de caídas que esta tuviera, su pantalla resistía mil golpes, esa fue mi primera desgracia, por jugar con aquel mueble que dejaba caer termitas a través de su corteza de piel en colores pálidos, arrebatados por el tiempo; caí de golpe al suelo, pero antes de morir por una televisora mas pesada que mi estante de libros, mi garganta desfalleció desgarrada antes mis gritos agudos como la estática de un canal no encontrado, de no ser por 4 manos adultas salvadoras, quizás no estaría escribiendo estas líneas; deje de gritar, no por que ya no estaba asustada, en su lugar, ahora en vez de ir al matasanos, mis padres debían gastar en jarabes, que, para colmo, ni sabían bien ¡Desdichada yo!
Otros momentos que merecen menciones honorificas, serían varias comidas no comestibles, como los cientos de veces que comí los borradores de mis lápices, o la silicona, exacto, esa misma silicona que usaba para pegar los cartones en mis trabajos. Desde pequeña crecí con un pensamiento demasiado simple, hacia las cosas no por voluntad, si no por que mis padres me decían que era lo correcto, las pocas veces que desafié esta regla, vienen desde esta corta edad de 5 años, cuando me decían "No comas ello, es malo para tu salud" ¡Era esto enserio! ¡Prohibieron todo tipo de caramelos y chocolates para mi consumo, pero no excepcionaron los jabones o metales de esa lista! Corría de un lado a otro en busca de algo que comer, estaba realmente enojada por el hecho de no poder comer aquel queque de chocolate hasta después de la cena de lentejitas, la peor tortura que Dios pudo lanzarme sin haber cometido pecado alguno, fui al baño y me encerré con el ceño fruncido y cristales derramándose por mis ojos, cayendo producto de un berrinche infantil, oír a mis padres riendo de mi actitud me hacía sentir como la pantomima de una familia perfecta, era destruida, y que al final, jamás les termine importando; la impotencia de una niña que apenas sabia escribir su dirección era tal, que, tomando el jabón en el lavadero y comiéndolo, podría acabar con su vida llena de miserias, de haber conocido Les Miserables de Víctor Hugo, afirmaría que el sufrimiento de Fantine y Cosette, no podría igualar mi agonía en esos momentos. Me arrepentí a los dos minutos de este infantil acto y me lave la boca tantas veces como pude antes de ir a comer las lentejitas del almuerzo, este secreto se iría conmigo hasta que la mente me falle y termine olvidándolo todo.
Podría mencionar otros aparatosos accidentes que cometía de niña, como cuando aun aprendía a usar los tenedores y, al verlos "Similar" con los enchufes de los electrodomésticos en casa, lo empuje con todas mis fuerzas al tomacorrientes mas cercano, el sermón de mi padre fue suficiente para evitar cometer más tonterías como ella, pero, me concentrare más específicamente en aquel día cuando salía de casa en dirección a un colegio particular, que parecía estar ubicado en una alta colina que me tardaría subir, en donde debía de cruzar por una carretera mas insegura que la delincuencia de aquel momento, de todos ¿a quién le importaba? A mi no, en lo absoluto, era mi primer día de escuela, deseaba recordarlo y recordarme a mi con la mas grande sonrisa que podían mis labios expresar, deje mi caminata y comencé a correr por temor a llegar tarde, mi paso desenfrenado se congelo al ver un bus ir más rápido que su frenar, aseguro que quede estática, mil recuerdos cruzaron mis ojos ¿Enserio, hasta aquí había llegado? Mi cabeza que parecía tan pequeña, había sido inundada por el sentimiento, por los pensamientos y todo se veía tan borroso, y fue abrumador, no logre pensar en nada, solo, vi como el carro volteaba rápidamente antes de estrellarse en mí, mentiría si digo que no logre tocar con mi mano las puertas y ver cara a cara a los pasajeros a través de una sucia ventana, ya pasado el susto, solo caí de rodillas, no, no había tiempo, hui aterrada a la escuela sin mirar atrás, esperaba que el conductor bajara, pero parece que no fue así, porque el bus siguió su curso, seguí su ejemplo y corrí al colegio intentando calmar mi sudor tal como logre calmar mis lagrimas ¿será acaso un milagro que haya salido viva? Lo dudo, eso sería una exageración, quizás solo moví mis pies atrás unos pasos y cambie el rumbo de mi destino, o espera, eso es más tonto aun ¿A quién debería culpar por mis desgracias y a quien agradecer por salvarme tantas veces? Espero hallar la raíz de este problema pronto antes de que me pase algo peor.
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Lamentos y Bromas [El asesinato de una mente]
FantasiaMe pregunto si Dios sintió cariño al crear a los animales, indefensos, con inteligencia limitada, como alimento de un bípedo megalomano, narcisista y autodestructivo. Pero más grandes son mis dudas de si el también era así, pero nos creo de tal modo...