TRES: "AHORA HAY QUE DIGIRIRLO, ¿NO?"

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— No, no te creo. No te creo. O sea, no es que no te crea. No me lo creo. No es posible, no. No puede ser posible, simplemente no. Físicamente no es posible, lógicamente no es posible. No tiene sentido lo que estás planteando, Quil. Simplemente no. — Hace diez minutos los oídos y cerebro del rubio estaban siendo torturados por su nervioso amigo, que no paraba de caminar de una punta a otra, marcando una línea invisible en el suelo.

Se encontraban en la calle, pero no estaba tan transcurrida, eso era bueno, no iban a llamar tanto la atención. Al menos eso le gustaba creer a Quiles, hasta él mismo estaba mirando raro a su mejor amigo, pero por obvias razones, no lo iba a abandonar.

— Te estoy diciendo que sí. — Insiste. — Mira a tu alrededor, no sé en qué año estamos, pero déjame asegurarte que quizás nos encontremos a nuestros abuelos. — Intenta ponerle un poco de humor, sin embargo, Henry le da una mirada muy fea. — Bueno, quería ayudar. — Alza las manos en forma de inocencia.

El rubio se levanta de su asiento para dirigirse al azabache.

— Mira, Ry, vamos a salir de acá e iremos de nuevo a casa, lo prometo. Encontraremos una forma. — Lo estaba agarrándolo de los hombros, hablándole suavemente con esa sonrisa reconfortante suya. Henry le creyó, por supuesto, ¿quién no lo haría?

— Sí, tienes razón.

En ese instante fue cuando se escucharon gritos.

— No, definitivamente moriremos. — El más bajo de los dos habla, increíblemente asustado.

Quiles observó a su alrededor. Era de noche, ¿cuándo se había hecho de noche? ¿tanto tiempo estuvieron caminando hacia ningún lado? ¿qué iban a hacer? ¿dónde iban a dormir? Esto estaba fuera de control.

Las calles estaban vacías, no había nadie.
¿Vieron ese dicho que dice algo como “la curiosidad mató al gato”? Bueno, Quiles Argahadel es el famoso “gato”. Él era muy curioso, eso lo hacía metiche. Y, obviamente, en esta situación no iba a ser diferente. Él necesitaba seguir esos gritos, necesitaba saber que sucedía.

— Vamos. — Agarra el brazo del azabache y tira de él.

— ¡NO, QUILES! ¡ESPERA!

Corrieron como locos por las calles de Nueva York, esquivando animales callejeros, autos y demás cosas en las veredas. No iban a tomar el riesgo de ir por la calle, quizás aparecía un auto de la nada.

Estuvieron unos cuantos minutos corriendo como si su vida dependiera de ello -la vida chismosa de Quiles sí lo hacía-, estaban bastante cansados y sudados, pronto sus gotas de sudor se hacían frías por el viento, pero poco le importaba al rubio. Mientras tanto el azabache detrás suyo era el que sufría.

— Oh, dios. — Se detuvieron cuando llegaron al montón de la gente. Bueno, no exactamente “montón”, había un gran grupo, sí.

Se detienen, Henry mira a todos lados confundido y asustado; Quiles analiza todo. Gente gritando, otras personas intentando que no entren a… ¿un metro? Era la entrada a un metro subterráneo.

“¡Brujas, váyanse y dejen a mis niños en paz!”

Oh, no.

“¡Brujos! ¡Mueran!”

Esto no podía estar pasando.

“¡Ustedes asesinaron a mi hijo!”

El sudor se hace presente en su cuerpo y da unos pasos adelante, sin soltar a su amigo.

— Henry, necesitamos entrar. — El rubio habla, sin dejar de observar a las personas. — Henry. — Vuelve a llamar, ahora viendo como algunos de ellos sacaban unos palos… ¡varitas! Y daban órdenes. Quiles intentaba no explotar de nervios y emoción, a la vez terror y adrenalina.

MULTIVERSE - N.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora