Prólogo

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La nieve caía acompañada de la oscuridad de la noche. Golpeaban con delicadeza el gran ventanal de aquel Hospital, estando él ahí, observando la nada, pensando al respecto a todo lo que había pasado ese dia.

A su espalda se encontraba ella sentada en la silla de ruedas, observando cualquier minúsculo movimiento que diera.

—Hyoga... Ve por él. —su voz cargaba tristeza y arrepentimiento. —Y-yo... No quiero que sufras por culpa de mi egoísmo.

No tardó ni un minuto volteando hacía aquella rubia de ojos turqueza, había sentido aquel timbre en su voz, ya era demasiado el daño que había causado en aquellos dos seres que amaba con todo su ser.

—Me he dicidido... Por Ti.—creyó que su corazón estaría tranquilo después de esa palabras, pero en vez de eso, su pecho se había oprimido.

— Hyoga...

Lágrimas de felicidad salieron de ella, al escuchar la respuesta que tanto había anhelado. Aquel chico rubio dirigió su mirada nuevamente hacia la ventana. Vagando en sus pensamientos.

Si... No te elegí a ti... Sino a Eri Aizawa.

Siempre se había considerado una persona fría, sin sentimientos que no afectaran en su vida. Sin embargo, él fue el único en derretir las paredes congelantes de su corazón.

Mi pequeño conejito... Los días en Palaestra nunca volverán, el tiempo nunca retrocede, todo risas y alegría...

Recuerdos que golpeaban su cabeza, recuerdos que comenzaron a ser dolorosos.

Shun, si esta era nuestra separación... Hubiera sido mejor no conocerte.

Te amo hyoga, soy feliz de haberte conocido...

Y con ese duro recuerdo soltó la cortina del ventanal. Sellando y dejando ir su "pasado"
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Entre las calles de Londres, se paseaba la figura de aquel joven, el frío no le agradaba en lo absoluto. Pero era lo único que había ahora. Un infernal frío.

Del bolsillo de su abrigo sacó una foto que su amigo le había mandado. Una fotografía especial.

-Siempre que te sientas triste, observa la foto y te sentirás más feliz.

tal parece que tu papi nunca sabrá de tu existencia, mí pequeña.

Sonrió al observar la foto, ver a su pequeña niña de dos añitos, y con esa sonrisa partió para ir rumbo a Japón.

A su hogar.

Siempre hay una barrera que obstruye tu camino y tienes que hacer lo que sea para derribar lo.

La pregunta es:
¿Podrás derribar aquella barrera que obstruye tu camino hacia la felicidad? O ¿Solamente te dejaras rendir?

Amor Entre Barreras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora