Harry se encontraba acostado en su cama jugueteando con el huevo dorado que había logrado robarle al gran Colacuerno Húngaro al cual tuvo que enfrentar. Sabía que debía descifrar el gran secreto que guardaba ese pedazo de reluciente oro y que Hermione no dejaba de hincharle los coj... de insistir en que lo hiciera, pero vamos, aún quedaba poco menos de tres meses para la segunda prueba, tenía tiempo y, ciertamente, se sentía mentalmente agotado; ni siquiera sabía porque lo presionaban tanto, para empezar, a él ni siquiera le agradaba la idea de participar en el dichoso torneo, fue total y absolutamente en contra su voluntad que terminó metido en ese lío.
¿Y si simplemente no hacía nada y se retiraba?
No, ya lo había intentado y estaba prohibido y, considerando las altas probabilidades de morir que traían consigo las pruebas, lo mejor era que se pusiera manos a la obra en intentar obtener la pista y prepararse para lo que sea que viniera... pero seguía faltando poco menos de tres meses, así que podía permitirse un poco más de procastinación.
La real molestia ahora era Ron. Ronald Bilius Weasley lo estaba volviendo loco con su gran preocupación de estos últimos días: encontrar una cita para el Baile de Navidad. A penas era 30 de noviembre, faltaba casi todo un mes y, para remate, hace seis días su mejor amigo se había enfrentado a un maldito dragón poniéndose en riesgo mortal, pero a Bilius (como le gustaba llamerle en su mente cuando se enfadaba con él) lo único que le interesaba era conseguir una chica que lo acompañara.
-¡Demonios, Ron!- se quejó y casi al instante vio como se abrió la cortina de su camarote.
-Joder, ¿qué hice esta vez?- le respondió el pelirrojo asomando su llamativa cabecita con un tono aburrido, como si ya estuviera acostumbrado a que lo culparan de las desgracias ajenas. Harry se incorporó hasta casi quedar sentado de la sorpresa.
-¡DEMONIOS, RON!- repitió con mayor énfasis.
-¿Puedes decirme de una maldita vez que fue lo que te hice?
-Me asustaste.
-No ahora, la primera maldición.
-¡Pues, que me tienes vuelto loco con tu obsesión de conseguir una cita para el baile!
-A ver, compañero. Convengamos en que yo vengo recién llegando, ¿sí? -le objetó mostrando un panecillo como prueba de que venía de las cocinas.- Había traído uno para ti, pero no te lo mereces.- sentenció cerrando la cortina y dirigiéndose a su cama.
Harry se acomodó en su cama y con la varita abrió las cortinas en su totalidad para poder ver y hablar con el otro león.
-Es que con tu insistencia de encontrar una cita, mi mente ya no piensa en nada más. Mi cerebro parece un maldito disco rayado con la idea.
-Un... ¿qué?- preguntó Ron confundido mientras le lanzaba el panecillo.
-Dicho muggle.- Aclaró Harry mientras lo pescaba en el aire.
-Oh... Bueno, no pensaba hablar de eso ahora, pero ya que tocaste el tema, ¿has pensado en alguien para invitar?
Demonios. Aquí íbamos de nuevo. Lo peor, es que esta vez fue Harry quien se puso solito la soga al cuello.
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-Okay, mira. El plan es el siguiente: con el Accio vamos a sacar algo pequeño, alguna hoja suelta, algún chiche que traigan colgando, ya sabes, algo que no sientan que salió volando por los aires y, cuando llegue a nuestras manos, ¡las llamaremos y aprovecharemos de invitarlas! -le explicó un muy emocionado Ron a un muy incrédulo Harry.
-Entonces... ¿Ese era el maravilloso plan por el que no me dejabas concentrarme en Herbología?
-¡Lo sé! Soy un genio, ¿no es así? no respondas, por favor.- se adelantó poniendo el dedo índice frente a la cara de Harry, evitando así cualquier baja a su moral.- Bueno, hombre. Vamos.- ordenó mientras comenzaba a caminar hacia la salida del Gran Comedor mientras Potter lo seguía resignado.
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Prefiero los dragones
FanficHarry Potter es incapaz de invitar a una chica al Baile de Navidad, así que decide ir, contra todo pronóstico, en busca de consejos del Príncipe de Slytherin.