Parte única.

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Nota: Como siempre, este es mi canon y lo otro no existe. Y pues, son Enzo e Isuke, ¿Qué más?

...

I.

Se supone, debería estar revisando las finanzas de la casa y leer los demás documentos que le correspondían como anfitrión. Y también, se supone, debía acabar rápido porque los papeles no eran muchos y, se supone, hoy en la noche tendría una visita conyugal de parte de su inexpresivo marido.

(Claro, fuera de la habitación que a veces compartían).

Se supone debía hacer todo eso.

Pero simplemente, su mente se empeñaba en darle vueltas a las palabras que su hermanita le había dicho hace unos días cuando fue a verlo a su oficina. Algo sobre al pasado del mayor de los Omerta.

Pasado que realmente no se había molestado en conocer, y que Isuke no tuvo la molestia de decirle. Probablemente porque no era necesario, en su momento.

Tamborileó los dedos en la mesa mientras desviaba su mirada a la pluma que yacía entre sus dedos, frunciendo el ceño antes de chasquear la lengua y soltar la pluma con brusquedad. Echándose para atrás en su asiento, contemplando el techo del cuarto sin dejar su ceño fruncido.

Recordó algunas veces haber visto de lejos el sauce que yacía en el patio de la mansión, pero nunca se enteró de la historia detrás de este. Como que en ese sauce la madre de Isuke y Elena se colgó, y que eso les dejó tan marcados a tan corta edad.

Enzo está que se quiere pegar a sí mismo por ser tan idiota y denso, y aunque también quiere encarar a Isuke y preguntarle por qué nunca se lo dijo, lo entiende. Entiende que no es fácil abrirse y compartir tu dolor, incluso si es alguien que sabes te amara y apoyara incondicionalmente.

–... Ahg, ya me pegó lo cursi ese tonto.

Se queja, tallándose el tabique antes de que una idea surque por su mente, deteniendo sus acciones por una milésima de segundo. Sacándole una sonrisita y motivándole a terminar el trabajo.

Tomó una hoja en blanco y comenzó a escribir, felicitándose a sí mismo por tan maravillosa idea que tuvo (sin que Ruby le dijera).

Probablemente se saltaría la visita conyugal.

II.

O Isuke vendría a buscarlo.

Porque incluso ese tonto tenía límites en su paciencia... pero lo más probable es que de verdad quería esa visita conyugal.

Se sostuvieron la mirada en silencio.

Isuke mirándolo frente a su escritorio de brazos cruzados, con la impaciencia haciéndose notoria en sus orbes escarlata. Y Enzo mirándolo con exasperación mientras tenía en su mano derecha un documento que estaba terminando de revisar y en la otra mano su pluma.

– Creí ya habías terminado.

– No me falta mucho, eres un desesperado.

– ¿Cuánto te falta, entonces?

Enzo volvió a mirarlo, enarcando una ceja antes de suspirar y dejar de lado por un momento el documento y la pluma en el escritorio.

– Ven aquí.

III.

No iba a dejar ese sauce ahí, si eso era recordatorio de una tragedia en los Omerta. Y aunque no quiera decirlo en voz alta, les había tomado cariño a los tres; su suegro se portaba como el padre que nunca tuvo y aunque a veces se sentía sofocado por tanta atención y cariño paternal que le profesaba, le estaba agradecido. Y aunque a veces Elena era estoica –tal vez un poquito más que su marido– y le ponía nervioso ese detalle, ella le había ayudado en ocasiones (ya sea con Isuke o con algunas cosas relacionadas a la casa).

Y por supuesto, su marido que siempre tenía una cara de amargado y era torpe, y a veces estúpido en cuanto a sentimientos... lo amaba y, bueno, él era la razón principal de quitar ese árbol y reemplazarlo con algo más bonito.

Algo que descubrió, le gustaba.

Lo único malo, era que se tardaría un poco. Pero rendirse no era opción.

Fue lo que pensó Enzo, yendo a su oficina.

VI.

– No sabía que fueras tan romántico – expresó con genuina sorpresa Ruby, antes de sonreír con ligera burla –, y tampoco me esperaba que fueras así con tu esposo. Te lo tenías bien escondido, eh.

Enzo frunció ligeramente el ceño pero sin apartar su mirada de las flores, pensando en las que serían del gusto del albino. Aunque seguramente aceptaría cualquier cosa sin rechistar, conociéndolo, era simple y hasta aburrido.

Suspiró, mirándolo con un poco de indignación.

– Yo puedo ser romántico cuando quiera..., incluso con ese tonto; pero ¿me vas a ayudar a escoger o sólo te vas a burlar de mí?

– Ya, ya.

V.

Nunca se había sentido tan orgulloso antes de su trabajo, ni siquiera estando allá en Romania. Y aunque había tardado en preparar su regalo, no quitaba la satisfacción que sentía en ese momento.

No era amante de la jardinería, pero ver este pequeño jardín que había mandado a hacer, le daban ganas de contemplar las flores que escogió minuciosamente con su hermanita (tanto por su color, el significado en el que se tomó la molestia de investigar y si estas resistían el frío).

Una sonrisa surcó sus labios, al menos por un segundo antes de convertirse en una mueca de nerviosismo por la voz de a quien había sido la razón de esto.

– ¿Qué es esto, Enzo?

Volteó a verlo, sorprendido por su inesperada aparición. Sintiéndose descubierto y por supuesto, avergonzado ante la mirada de curiosidad que le estaba dedicando.

– Eh, ah... ¿A ti que te parece? – su nerviosismo se esfumó, cambiándolo por una ceja alzada y una expresión de obviedad.

Ignoró el repentino cambio de actitud, fijándose en las flores. Viendo la variedad –crisantemos, rododendros, camelias, ciclámenes– y los colores de estas.

Rojas, blancas, rosadas, amarillas y algunas color azul.

– ¿Tú lo hiciste?

Enzo rascó ligeramente su nuca, desviando la mirada.

– Ajá... sólo... – suspiró, colocando sus manos en su cadera, alternando su mirada en las flores y en Isuke, quien seguía contemplándolas. Aclaró su garganta, ignorando el rubor en sus mejillas –... espero te guste, porque es para ti.

Isuke sonrió, aunque esto no lo vio Enzo.

Se sentía gratamente sorprendido por recibir este detalle del moreno, y sobre todo, se sentía querido y apreciado por este. Lo miró de reojo, desviando su al final su mirada a su mano con la cual entrelazó sus dedos delicadamente, divirtiéndose un instante con el sobresalto de Enzo por sus acciones.

Lo miró a los ojos, sonriéndole a su perplejo esposo.

– Gracias, Enzo.

–... ¿Entonces ya me vas a besar o debo hacerlo yo? – Isuke arqueó una ceja y antes de que pudiera decir algo, Enzo lo interrumpió, poniendo un dedo en sus labios –. Olvídalo, lo haré yo.

Un beso en la mejilla, uno de media luna y el último en sus labios.

(No agradezcas, te amo y ese es un hecho).

-Traumada Taisho

No agradezcas, te amo y ese es un hecho [Enzo/Isuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora