Capítulo 2.

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Entramos en aquel lugar con nombre poco acogedor. Achiqué los ojos para que estos se hicieran a la ambientación del lugar; neones rojos iluminaban la sala y un denso vapor de agua la inundaba. Observé a algunas chicas pasar en frente nuestra con muy poca ropa y tragué saliva.

—No sé cómo os he podido hacer caso— indiqué quejándome a mis otros dos amigos y compañeros de trabajo.

—Porque en el fondo deseabas hacer esto— negué con la cabeza mientras me fijaba que en una parte del local había un montón de chicas formando un grupo y mirando en nuestra dirección. Nos sentamos en una mesa en frente del escenario que ocupaba la mayor parte de la estancia, en el que había barras de striptease distribuidas a lo largo de toda la superficie para proporcionar buenas vistas a los consumidores. Un camarero se nos acercó y pedimos de beber. Yo me decanté por una cerveza con limón, no me quería emborrachar mucho estando en ese lugar para no cometer ninguna locura. Si Alice me viera no sé lo que pensaría de mi.

—¡Oh, vamos!— Charles me dio un pequeño empujón desde su sitio—. ¡Diviértete, joder!

—No puedo.

—¿Cómo no vas a poder? ¡Estas en Inferno!— suspiré.

—Pensar que yo estoy aquí mientras Alice está en casa esperándome...Jesucristo.

—Pensar que estás aquí pensando en Alice y que ella se esté follando a algún compañero de su trabajo en tu propia casa da más asco aún— indicó Nick, quién chocó el cristal de su copa con el gintonic de Charles.

Alice era mi esposa y no estábamos pasando por nuestro mejor momento. Más bien, yo no estaba pasando por mi mejor momento. Me encontraba bastante estresado debido al trabajo, ya que teníamos que crear un nuevo anuncio publicitario sobre una fragancia de marca reconocida y mi creatividad, así como entusiasmo por el nuevo proyecto, estaban en decadencia. Para colmo, volviendo del trabajo hace un par de semanas, encontré a mi mujer tomando vino con un compañero suyo de trabajo en mi salón sin demasiado espacio personal entre medias. Continuas peleas, celos irracionales por mi parte y falta de confianza habían hecho de nuestra relación una mierda en las últimas semanas.

Una voz en off presentando a alguna de las tantas chicas que trabajaban allí nos obligó a hablar en un tono algo más elevado.

—Mira, seguro que ella en estos momentos no está pensando en ti, así que relájate y disfruta un poco de las vistas.

—Me gusta pensar que mi mujer se sigue preocupando por mí— contesté mientras el camarero traía nuestras bebidas. Un gran foco iluminó el escenario, aunque no presté mucha atención.

¿Sería verdad? ¿Se estaría acostando con algún compañero suyo? La escena del vino en mi sofá me produjo sensaciones que no había sentido desde la adolescencia. La rabia que me inundó al pensar que habían estado toda la tarde charlando y compartiendo el mismo espacio vital se me atragantó en la garganta y tuve que reprimir las ganas de montar una escena innecesaria en presencia del compañero de mi mujer. Pero tuve un presentimiento de que algo no iba bien con aquella visita, aunque a simple vista no hubiera habido signos de engaño. ¿Tendría razón o serían simplemente paranoias? ¿A dónde me había llevado seguir mi intuición?

A un club de alterne de poca monta para ahogar las penas en alcohol con mis colegas.

Bufé y di un trago largo a mi bebida, que quemó un poco mi garganta. Hacía bastante tiempo que no bebía, y no me sentía orgulloso de volver a probar aquel tipo de sustancia. Se podría decir que en un pasado el alcohol me causó más de un problema. Por fortuna, aprendí a divertirme sin beber.

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