Vuelve Kharol

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El despertador sonó a las cuatro y cuarto, Sandra se levantó de una vez. El sábado anterior había dejado cosas adelantadas en la nevera. Puso a cocinar una y otra cosa a bajo fuego y fue a bañarse y organizarse. Llamó a Sebastián para que se levantara, regresó a la cocina, terminó la preparación, empacó su almuerzo y se sirvió una taza de café con galletas. Sebastián salió del baño a terminar de cambiarse en la habitación. Faltaba un cuarto para las seis cuando sacó a Rufo y regresó a las seis cuando ella salía, se despidieron. Sebastián disfrutó el desayuno que Sandra le dejó servido, levantó los platos y los llevó a la cocina. Los lavó y los dejó escurriendo. Mamá se esmeraba tanto aseando y organizando la casa, que se propuso poner de su parte para mantenerla así. Buscó su morral, se despidió de Rufo y salió.

Alcanzó a entrar con el grueso de los chicos que pasaban la puerta principal. La primera clase era química, se sintió más seguro, pues tenía hecha su tarea y había estudiado. Como era de esperarse, el maestro estaba en la puerta cuando él entró, y eso que el timbre de inicio de clases todavía no sonaba. No lo miró, pero hubiera jurado que lo estuvo observando hasta que se sentó en su puesto, como si no hubiera nadie más. Kharol que ya ocupaba su lugar, se volvió de pronto.

− Hola Sebas.

− ¡Huy quibooo! ¿Y ese milagro?

− ¿Cuál milagro?

− Que me salude.

− ¡Tan bobo!

Se dio vuelta al tiempo que sonó el timbre. El maestro ingresó y dio inicio a la clase. Los elementos de la tabla periódica y sus características fueron desfilando por un rato, después socializaron las tareas complementando el trabajo de maestro. Algunos se aburrían, pero el maestro insistía en preguntas certeras para ver si estaban poniendo atención, a la vez iba calificando. Sebastián estuvo atento, y logró varios aciertos. Supo que el profe se sorprendió, por mucho que disimulara. Sus compañeros seguían el juego que se tornó expectante. Cuando terminó la clase y el instructor recogió sus cosas y se fue, le quedó el sabor del triunfo. Kharol se quedó en su puesto, lo cual le pareció raro, sus nuevas amigas ubicadas al otro lado del aula, no parecían extrañarla esta vez.

− ¿Anda peleando con las "amiguis"?

− Si, embarradas que hace la gente.

− ¿Qué fue?

− Después le cuento− ella no se volteó ni un segundo

− Vale.

En eso entró la directora de grupo. Era su maestra favorita. La profe de idiomas. Se llamaba Victoria Hansen y era de ascendencia inglesa. Enseñaba español, inglés y francés. Sebastián le tenía gran admiración. Ese día iban a preparar la organización logística para el programa del día siguiente: 23 de abril, día del Idioma. Los tres cursos de décimo grado, estaban a cargo de la organización, aunque tenían su representación en teatro y música. Sebastián era de los que trabajaba, por su estatura era útil en varios frentes. Los profes repartieron los muchachos en tres grupos de acuerdo a las funciones asignadas para el evento: los que iban a realizar presentaciones fueron enviados al auditorio para ensayos, los que preparaban elementos se repartieron en salones y los encargados de logística se quedaron allí. Kharol no se fue, se quedó con él. Sebastián se asombró ¿Tan grave era la pelea? Iba a preguntarle algo, pero se dio cuenta que ella había llorado. Se quedó callado mejor. Con la profesora Victoria organizaron el programa, determinaron los encargados de alistar el auditorio, la tarima, el sonido, los brigadistas, puntos de control y protocolos.

Cuando sonó el timbre para el recreo o receso, las cosas quedaron listas. La profe salió de muy buen ánimo y los estudiantes también. Kharol pensó quedarse en el salón, Sebastián no la dejó.

− Bueno Karo, ¡vamos! Aquí no se puede quedar nadie.

− ¡Ah ya!, no me acose.

− ¿Va a seguir así? ya dígame ¿Qué fue?

− Pues que esa gente salió con vainas feas.

− Ya me lo suponía, pero, ¿por qué te dio por meterte con esas...?

−Pues yo no tengo amigas, siempre me la he pasado contigo y con Jóse...−se le quebró la voz.

−Sí, me imaginé que por eso estabas mal de nota, a mí también me hace falta.

− ¡Que embarrada que se hubiera ido!

−Sí, mi Karito, y nosotros ¿Qué podíamos hacer? Ni siquiera él podía hacer algo. Pero, bueno, tenemos que seguir adelante. Mamá me preguntó por ti.

− ¿Verdad? Tan bonita ella...

− ¿Y qué fue lo que te hicieron esas locas?

−No te imaginas. Tanta pose, selfies, posters, bla, bla, bla y salieron con que si me le media a hacer videos y contestar llamadas. Que dizque es el "qué negocio". Hasta allá tampoco. Les dije que no y me trataron re mal− otra vez se le humedecieron los ojos, Sebastián le pasó el brazo por el hombro.

−Ya, tranquila. Quédese con nosotros y no se vuelva a ir del nido.

− ¿Nosotros?

−Sí, ya mandaron remplazo para Jóse... jaja. Es Andrés, el man es bien.

− ¿El santurrón?

−No le digas así, si vieras todo lo que me ayudó con lo de Rufo, y a estudiar química, he estado en su casa y no son santurrones. Son buena gente y también hacen chistes y se ríen. Bueno y después de todo, mejor eso que semejantes propuestas ¿o no?

− Sí, claro. Gracias.

− ¿Por qué?

− Pues por aceptarme otra vez, yo ni siquiera te di una explicación.

−Qué va. ¡Para mí, tú nunca te has ido, ni te irás!

Rieron al tiempo, alegres fueron a buscar a Andrés que estaba jugando baloncesto con varios estudiantes del salón. Cada uno se sumó a un equipo y jugaron casi una hora. 

La Generación de RufoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora