Dormitó sobre la madrugada, en pesadillas veía a Rufo ladrando colérico y personajes de ficción rodeados de sombras y figuras horrorosas se acercaban a él riéndose. Despertó, fue al baño y se recostó de nuevo. Mamá dormía. Trató de recordar, pero la cabeza no le ayudaba. Le pidió a Dios que cuidara a Rufo, solo él podía saber dónde se encontraba. Volvió a dormir, otra vez escuchaba al perro, y veía un lugar oscuro como callejón, las sombras feas aparecieron de nuevo al fondo, no podía ver al perro, de pronto vio cruzar la bicicleta del "pibe", quiso gritar, y entonces despertó.
Ya era de día, se quedó un rato pensando en esos sueños. Le inquietó el "pibe" ese, pero si él era quien se había llevado a Rufo, ¿cómo fue que el perro no reaccionó? El animal lo detectaba de lejos. Sandra se levantó temprano y se puso a organizar ropas en el patio. Al parecer tampoco tuvo una buena noche. Cuando vio a su hijo despierto le ofreció desayuno. El muchacho agradeció, aunque no tenía mucho apetito.
− ¡Cuanta falta hace Rufo, mamá!
−Si amor, a mí también me hace falta, él es parte nuestra familia.
− ¿Qué vamos a hacer má?
− Encomendarlo a Dios, mi niño. No veo que más hacer.
− ¿Tú crees que esos policías hagan algo?
− Pues, toca esperar a ver.
− ¡Ah, ya sé! Voy a avisarle a todos a ver si alguien lo ha visto o sabe algo.
− Si amor, es buena idea.
Sebastián hizo un aviso de "Se Busca" usando una de las mejores fotos de Rufo y lo pasó a todos sus grupos de Wasap, publicó en Facebook y en Instagram. Sandra hizo lo mismo y también llamó a la tía Blanquita para contarle el suceso. Su hijo, el que era auxiliar de veterinario y dueño de la escuela canina tenía contactos con fundaciones y grupos que podían ayudar. No tardaron en llegar los comentarios de los amigos y allegados dándoles ánimo y compartiendo su tristeza por la situación. Pero nadie había visto al perro. Los compañeros de curso de Sebastián, se manifestaron comentando y compartiendo, algunos mostraron su sorpresa porque no sabían de la existencia de Rufo. Ese día supo que más de la mitad del curso tenía perro, otros tenían gato y otros, de ambos. Muy pocos carecían de mascota.
El domingo pasó sombrío, intentó terminar sus obligaciones escolares, al final, no fue mucho lo que pudo avanzar, el dolor de cabeza venía a veces, y la preocupación todo el tiempo. Andrés le escribió diciendo que iba a orar por su perro y que tuviera confianza en Dios. En la tarde salieron con Sandra a recorrer la zona donde sucedieron las cosas, vieron bastante gente, niños y perros en el parque. No fue así la noche anterior que encontró el sitio desierto, recordó Sebastián. Era de día, Sandra y su hijo observaron cámaras en diferentes lugares, en los conjuntos, casas y en el local grande de la esquina. Ver al vigilante a la entrada del conjunto residencial, animó a Sandra a acercarse y comentarle lo sucedido a su hijo la noche anterior e indagarle como podrían consultar las grabaciones de las cámaras, el hombre los remitió al administrador, a quién encontrarían entre semana. Fue una luz, una llamita de esperanza que se encendió en el corazón del muchacho.
Ese lunes Sebastián era conocido en todo el colegio, los niños y compañeros se solidarizaron con él. Algunos llevaron avisos para pegar en los postes y carteleras donde les permitieran anunciar la búsqueda de Rufo. Kharol se acercó a preguntarle sobre lo ocurrido. Andrés estuvo muy pendiente de ayudarlo. El profesor de Química impasible como siempre ejecutó su clase, pidiendo una y otra cosa. Fue útil lo que Andrés y él adelantaron. No obstante, la nota seguía en rojo. Pero Sebastián tenía otras cosas de que preocuparse. En el receso hablaron con Andrés al detalle sobre los hechos y el asunto de las cámaras. Andrés era el encargado de los audiovisuales en su congregación y sabía del tema. La información podía estar, era necesario ir a buscarla. Quedaron de ir a la salida a preguntar en los conjuntos del parque. También iban a pasar por la estación de policía a ver si se sabía algo. De pronto Sebastián recordó el sueño y se lo contó a Andrés, quien quedó un tanto asombrado. Era muy posible que Dios les estuviese revelando cosas en aquel sueño.
− Y ese crespito, ¿qué es lo que quiere?
−No sé. Yo pensé que me quería vender vicio o algo así, pero no ha sido claro.
−Quizá porque lo ha visto solo, está mirando a ver que logra.
−Pero ese man anda con mala gente, yo lo vi mal acompañado en el centro comercial, apenas llegó la policía, se esfumaron.
−mmm, entonces son de cuidado, Sebas.
−Si puede ser que esté rabón, porque Rufo era el que no lo dejaba meterse conmigo.
−Va a tocar que no ande solo, si lo llega a ver, tómele alguna foto y me lo muestra.
− ¡Yo tengo una foto!! –Gritó aterrado.
Sebastián recordó el episodio escondido en la zona kids del centro comercial, buscó rápido en la galería y se las envió enseguida al Wasap. Andrés que era uno de los monitores del curso, habló con los demás, y se organizaron para salir en grupo. También informaron a los docentes y a la coordinación. Desde ese día Yesid, Oriana y Wilmer fueron sus acompañantes en la mañana y en la tarde.
Sobre el miércoles, la fe de Sebastián iba otra vez para el piso. Nada se sabía de Rufo. En los sitios de cámaras no les daban razón. Al salir, Andrés lo animó y le pidió que lo acompañara a su casa. La mamá de Andrés les dio almuerzo y oró por él, para se solucionará este asunto en cual presentó en el Trono de Dios. Andrés se cambió el uniforme y se dispuso ir con Sebastián a averiguar sobre las cámaras. Estuvieron en el conjunto, hablaron con el administrador quien se solidarizó con ellos cuando le informaron del golpe que recibió Sebastián. La policía ya había estado indagando y la empresa de seguridad tenía detectada la franja que se requería. Asombrados vieron que los perros estaban en el parque y por ir detrás de la perra, Rufo se alejó, dos muchachos se acercaron con algo que pareció dormir a Rufo, la otra canina era de ellos porque no los desconoció, después los subieron a una camioneta negra y se fueron. En la toma de otra cámara pudieron ver que los muchachos sacaron las bicicletas de un antejardín y se fueron. Ninguno de ellos era el "pibe" dedujo Sebastián, la cabellera rizada lo hubiera evidenciado. Desde ese punto no se veía lo ocurrido con Sebastián. De seguro en la cámara del local de la esquina se tendría una buena toma, les indicó el joven administrador. Él recordó lo que lo dicho por los ancianos, que alguien de la camioneta fue quien lo golpeó. Volvió a mirar a los muchachos que se llevaron los perros, no los reconoció enseguida, y esas malas caras... ¡eran los mismos del centro comercial!
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La Generación de Rufo
Fiksi RemajaSebastián es un chico de quince años estudiante de un colegio público de Bogotá. Enfrenta la vida con los peligros y situaciones que deben enfrentar los chicos a finales de 2019, su compañía es Rufo, un fiel perro labrador. Vive con su madre, pero e...