Capitulo 6 El partido

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—¿Vendrás?

—¿Cuantas veces tengo que decirte que no para que entiendas?

Ya había pasado una semana desde que rescatamos a la garganta y al parecer eso provocó un raro y molesto acercamiento entre él y yo. Bueno, más de su parte, se la pasaba todo el tiempo en mi habitación molestándome. El instituto era el único lugar donde no se me acercaba tanto por Allen, quien lo insultaba o molestaba para que nos dejara en paz.

Trataba de terminar el trabajo del señor Donnet mientras que Alex estaba tumbado en mi cama. Lanzando su estupido balón al aire.

—¡Venga, hermanita! Ven a mi partido. No será tan aburrido —insistió por milésima vez.

Tenía toda la maldita semana insistiendo en que fuera, la verdad es que si iba a ir, pero sólo porque Allen me lo había pedido primero, pero en cuanto Alex empezó de pesado en querer que fuera, me negué rotundamente.

Llevarle la contraria me gusta mucho.

—No estoy de humor para verte correr como un idiota tras un balón.

—Nunca estás de humor, pero creó que ese ya es tu carácter y ya me acostumbré —dijo encogiéndose de hombros.

Lo miré con mala cara.

—¿Que no tienes habitación propia? —murmuré, poniéndome de pie para levantarlo de mi cama. Pero fue en vano porque pesaba lo doble que yo.

—¿O estás en tus días? —preguntó ignorando mi esfuerzo por sacarlo de mi cama—. Pero desde que llegaste a esta casa tienes ese carácter... ¿es posible que estés en tus días por más de una semana?

¡Dios mío! Lo iba a matar. Lo. Iba. A. Matar.

—¡Alex, largo! —gruñí—. No iré a tu partido, entiéndelo de una vez.

—¿Por qué no quieres venir?

Me sobresalté al escuchar esa ronca voz. Ambos nos giramos a la puerta de mi habitación mirando a Allen parado en el umbral de la puerta con su ceño ligeramente fruncido.

—¿Tu qué haces aquí? —le espetó Alex con molestia.

—Eso no es asunto tuyo —le contestó con el mismo tono.

—Está es mi casa.

—Alex, déjalo en paz —interferí antes de que Allen le contestara peor.

Entonces Allen me miró y sonrió de lado.

—Caroline me dejó pasar—me explicó entrado por completo a la habitación—. Espero que no te moleste.

—Para nada —le aseguré—. Eres más que bienvenido.

—Siempre y cuando esté su hermano presente —puntualizó Alex mirándolo con ojos de cuchillo.

Los dos le rodamos los ojos.

—Entonces ¿No quieres ir al partido?

Lo consideré por un momento.

—La verdad es que no.

—¿Y hay algo que pueda hacer para que cambies de opinión? —preguntó, mirándome a los ojos.

Era verdaderamente difícil decirle que no con su forma de mirarme, me hipnotizaba. Hasta me había olvidado de la presencia de la garrapata de Alex.

Era muy frustrante.

—¿Por qué quieres que vaya? —pregunté, apartando la mirada.

Su sonrisa se ensanchó.

El día que perdone Donde viven las historias. Descúbrelo ahora