Viernes 14 de octubre
'Genobeba, 29' no existe, al menos no con ese nombre.
Decir que lo primero que ha hecho Conway al llegar a comisaría esta mañana es buscar en los registros censales a la susodicha es un error. Lo primero que ha hecho ha sido beberse un café repugnante y aguado de la máquina, lo segundo ha sido llegar a su despacho y ponerse cómodo para revisar informes del día anterior. Lo tercero, ha sido dejar de fingir que revisa informes y buscar a Genobeba en todas las bases de datos posibles como un demente.
No hay ninguna mujer en todo Los Santos que se llame Genobeba. No según el censo, podría no haber regularizado su documentación aún, no haberse empadronado nada más llegar, pero si trabaja allí probablemente tenga coche, ya que el transporte público de la ciudad es una basura. Sin embargo, no hay ningún coche a su nombre. Por supuesto, siempre hay excepciones, pero Conway no cree en las casualidades.
Es un hombre precavido, desconfiado donde los haya, e inteligente. Y por fea que resulte la expresión al ser relacionada con una mujer como ella, Genobeba huele a mierda a kilómetros.
Podría encararla al respecto esta noche, pero cualquier pregunta de esa índole desataría una respuesta negativa —comprensiblemente— que Conway prefiere evitar, tanto por pura curiosidad como por —para qué engañarse— simple atracción.
Conway no es un hombre sencillo, es consciente de ello. Desde el trágico final de su matrimonio no ha podido poner punto y aparte a esa relación amorosa. Julia nunca ha abandonado su mente ni su corazón, como un bypass, necesario para que siga vivo pero señal de que algo no funciona como debería. Se ha aferrado a su recuerdo con tanto pesar que este se ha convertido en una carga. Pero quién podría culparle más de lo que ya se culpa él. Su primer amor y el amor de su vida, propiamente dicho, asesinado a manos de alguien que sólo buscaba hundirle en la más absoluta miseria, y lo consiguió.
No ha habido mujer como ella desde entonces, y aunque las hubiese podido haber, revoloteando a su alrededor como libélulas en un estanque, Conway no ha sido capaz de verlas de esa manera, de permitirse un desliz, ni menos aún de volver a amar a otra.
Hasta ahora.
En ningún caso afirmaría que ama a una mujer con la que apenas ha tenido una conversación nocturna —a través de una app, después de haberse bebido un par de copas de whisky— en la oscuridad, tirado en el sofá a horas intempestivas, pero mentiría si no admitiese que hacerse un perfil en esa aplicación no ha sido impulsivo.
Han pasado 8 años desde la muerte de Julia y se siente terriblemente solo. Una soledad que le asfixia, cada año que pasa le duele menos recordar a su mujer al precio de ser cada vez más incapaz de relacionarse. Es un sentimiento atroz que le carcome por dentro cada noche que sale del trabajo, conduce en silencio y cena solo, rodeado de muebles de una época más feliz y estancias que parecen esconder las sombras del pasado.
Pero sabe que ahí fuera no hay nadie para él y que el estándar que ella erigió no está al alcance de nadie tan mediocre como para permitir que una ciudad como esta le retenga, lo engulla y lo digiera, como ocurre con todos los que no escapan a tiempo.
Conway lo ha visto ya antes. Hombres y mujeres respetables reducidos a desechos humanos que harían lo que fuera para sobrevivir o destacar. La clase de ciudad americana que acabas apreciando de alguna manera cuando adviertes que tú eres la personificación de tal engendro de asfalto, hierro, basura y hormigón.
Conway se siente dolorosamente solo.
Incluso en lo que a amistades se refiere, las de Conway se cuentan con los dedos de una sola mano y no están muy presentes de por sí, salvo contadas excepciones, como podría ser Volkov.
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Of Curiosity, Chance & Causality
Fanfiction+18 Conway x Gustabo (sin parentesco) En retrospectiva, no había sido una buena idea. Gustabo es un tío listo, un tío inteligente donde los haya, y simplemente por eso debería haber parado todo aquello a tiempo. A tiempo... ¿de qué? ¿De no hacer el...