Capítulo 4 - I see you

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Jueves 20 de octubre

Han pasado dos días desde el accidente de Conway. Dos días en los que Gustabo ha podido notar desde su habitual distancia prudencial que algo ha tenido que pasarle.

Parece tan centrado en su trabajo como siempre, pero él puede notar la diferencia, especialmente desde la azotea de la comisaría, que tiene unas vistas estupendas de la terraza del despacho de Conway.

Nadie debería poder tener acceso al área donde está Gustabo, excepto técnicos de mantenimiento del sistema de ventilación y derivados tecnológicos, pero él hizo una copia de la llave en determinado momento, y desde entonces se escabulle de vez en cuando a fumar tranquilo, a observar a los viandantes sin que le pidan ayuda de ningún tipo y, por qué no reconocerlo, a escupir a Volkov cuando pasa cerca. Aunque casi nunca le acierta.

Conway da caladas distraídamente a un cigarrillo, apoyado en la barandilla, con lo que parece una carta en la mano y una postura cansada. Gustabo ha comprobado su chat habitual incontables veces desde aquella noche pero Conway no ha vuelto a contestar, aunque le ha leído, lo que le confirma que tiene acceso a la aplicación. Simplemente, le ha ignorado.

Le ha ignorado, a pesar de haberle escrito varias veces más, intentando no agobiarle pero dejando claro que está 'preocupada' por él. Ha llegado a plantearse incluso que Conway haya descubierto el pastel, pero lo duda bastante porque no ha intentado matarle. De hecho, se comporta dentro de lo normal alrededor de Gustabo, ni un sólo gesto de sospecha o animadversión. No hay resentimiento alguno en los insultos con los que le designa.

Gustabo termina su cigarro y deja caer la colilla para después pisarla, exhalando esa última calada sin apartar los ojos de la espalda de su jefe.


***


Conway dice adiós a Volkov con un gesto de su mano mientras el coche de este se aleja de su casa. Aunque su automóvil ya está reparado, le han sugerido que intente no conducir esta semana, y como Conway preferiría no tener que rendirle cuentas de nuevo a la doctora M. Anuela, permite que sea su mano derecha quien le recoja y le traiga al trabajo.

Volkov se ha disculpado aproximadamente cuatrocientas setenta y tres veces por no haber contestado al teléfono la noche de su accidente, así como por no haber acudido a buscarle posteriormente, y Conway ha empezado a desear haber tenido éxito esa noche, ya que no importa cuántas veces le diga que no tiene importancia, Volkov sigue decepcionado consigo mismo.

Nunca se lo dirá, pero siente un gran orgullo por la persona en la que Volkov se ha convertido con los años, aunque sea un grano en el culo.

Ha sido un día largo y eso que sólo son las cinco de la tarde. La doctora M. Anuela intentó convencerle de aceptar dos semanas de baja laboral pero Conway, siendo el culo inquieto que es, se negó en rotundo, aceptando finalmente una reducción de la jornada en su lugar. Sabe que si se le da tanto tiempo libre, sólo podrá a pensar y su cerebro es su peor enemigo.

El problema de dedicar una vida entera a una carrera laboral en lugar de tomar un trabajo como un simple método para permitirte vivir la vida que deseas es que cuando tu carrera tiene un parón —del tipo que sea— tu vida está vacía. No eres nadie sin tu trabajo. No has cultivado relaciones, ni hobbies. Una persona tan inherentemente traumatizada como Conway no debería haberse aislado como lo ha hecho.

Ya no lleva la venda alrededor de las sienes, pero los puntos siguen ahí. Según la doctora, se caerán solos cuando llegue el momento. Y las pequeñas cicatrices y moratones de su rostro no necesitaron ningún tipo de intervención, sólo paciencia y desinfectante.

Of Curiosity, Chance & CausalityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora