7- Lucha desigual y peligro inminente

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Descansaron un buen rato, Kardia decidió que debía usar su magia en el cuerpo del italiano, porque había quedado exhausto y lo necesitaba con todo su vigor puesto en la batalla que se avecinaba.

Acariciaba su frente aún sudada y las palabras de sanación salían como canción de cuna, suaves, dulces, acunando a Manigoldo en sueños pacíficos y a la vez, abriéndose un poco para mostrarle a través de su mente, parte de su mundo.

Ese joven se había entregado en cuerpo y alma a su forma original, algo que no cualquier humano común querría o lograría hacer. Sin dudas, era su otra mitad y merecía todo su respeto y admiración.

Al finalizar, lo besó con ternura, una sensación de poder perderse en la nada si no tenía a ese hombre como faro.

Ansioso, pero a la vez tranquilo de estar en un lugar donde se sabía a salvo, se abrazó al cuerpo relajado junto a él y se durmió.

Esos podrían ser los últimos momentos de paz y sosiego que tendría antes de enfrentar a los Lamias.

Era de tarde cuando despertaron

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Era de tarde cuando despertaron... la sonrisa que el italiano le regaló a Kardia fue amplia y llena de amor.

Se abrazó al cuerpo del cazador y disfrutó del olor propio del hombre junto a él...

-Sabes que puedo acostumbrarme a esto... es peligroso pero hermoso al mismo tiempo...

-No es tiempo de pensar en eso ahora...

-Es verdad, no es el momento... pero ten la seguridad de que cuando lo sea, seré yo quién te dome y arranque gritos de placer...

-No puedo esperar a que llegue ese instante... también deseo compartirme contigo...

Manigoldo le sonrió cómplice y le robó un beso, antes de incorporarse en la cama.

-Oye, ¿acaso usaste otra vez tu magia en mí? Crei que no podría ni caminar y no siento molestia alguna...

-Hmmmm... tal vez usé una poca... no quería que sufrieras y en verdad te necesito sano y fuerte...

-Gracias mi dragón ardiente... saquemos nuestros traseros de aquí y pongámonos en movimiento.

Otra sonrisa coqueta y ya el italiano se estaba moviendo para tomar su ropa.

Ambos se levantaron, se vistieron en cómodo silencio y luego Manigoldo encendió el televisor para ver si había alguna noticia sobre mujeres desaparecidas o asesinos en serie sueltos.

Iba a llamar un delivery para pedir una pizza, cuando recordó que no sólo tenía que satisfacer su apetito.

-¿Hay algo que no te guste comer?

Preguntó Manigoldo mientras tomaba el teléfono inalámbrico.

-No me gusta la carne de la marmota.

Kardia respondió y Mani dejó escapar una risa rápida y resoplando.

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