Shut up.

Capítulo 1

"Mi amor, no me digas adiós".

De nuevo el clima es lluvioso como en aquellas veces. Empiezo a creer que Dios está confabulando en mi contra.

Parado sobre la intersección, espero que el semáforo cambie de color mientras mi paraguas me cubre. Los pensamientos llegan a mi mente y cuando decido dejarlos a un lado, levanto la vista y por obra del mismo destino apareces tú, precisamente tú con ese, de quien no quiero que digas su nombre.

Nuestras miradas se encuentran, te noto nerviosa y yo simplemente observo para mentalizarme que no debo intervenir, fingir que no pasa nada, que ambos somos dos desconocidos que en ese instante deben tomar rumbos distintos el uno del otro en la ciudad.

Puedo recordar esas palabras, esas malditas palabras que quiero que borres de tus labios: Lo siento.

Te giras ignorándome y acomodas su camisa mientras yo no puedo seguir siendo espectador y bajo la cabeza para no herirme más.

¿Tienes miedo, miedo a que te reclame frente a él?

¿Lo amas como un día decías amarme a mí?

¿Te acompaña a hacer las compras?

¿Sabe que tu color preferido es el verde limón?

¿Sabe qué prefieres el clima frío que el caluroso?

¿Al menos conoce que tu comida favorita es el spaghetti y que adoras las películas románticas?

¿Qué tienes una obsesión por la limpieza?

¿Qué siempre te tratas de esmerar por lucir como una artista pero al final sales de casa con lo primero que encuentras y luces tan bella que nadie puede evitar elogiarte?

¿Eres feliz?...

...¿Le hablaste de mí?

Para nuestra buena o mala suerte el color cambió a verde para peatones. Mi respiración se acorta y mis pasos son indecisos mientras te miro aproximarte sujetada del brazo de ese hombre que te alejó de mí. Le sonríes nerviosa y los segundos pasan lentamente hasta que quedamos uno al par del otro. Las imágenes del pasado cobran vida.

¿Cómo puede influenciar en mí ese instante? ¿Debería enfrentarte? ¿Hablar? ¿Reclamar?

¡Daba igual! Ya habías dicho todo aquello que mató a mi corazón.

•••

"Necesito verte"

Aquel mensaje había llenado mi ser.

Había estado esperando a que dijera eso. No sabía desde cuando había regresado a la ciudad pero me sorprendió tanto que no importó la simpleza de ese recado, sólo quería besarla y abrazarla como hace un año, cuando éramos la pareja madura que se daría un nuevo respiro mientras yo trataba de colocarme en un trabajo lo suficientemente bueno y ella concluyera el último grado de la carrera de artes, fuera del país.

La decisión que habíamos tomado fue dolorosa para ambos o al menos eso creí. Pasaba noches enteras pensando en mi chica, en como estaría, ¿comía bien? ¿Se enfermó alguna vez? ¿Había sucedido algo interesante?

No importaba algo cotidiano que pudiera contar, yo sólo quería saber y reír con ella, compartir nuestros triunfos y experiencias.

Las llamadas me parecían demasiado cortas, los mensajes insuficientes y con el tiempo se hicieron cada vez menos frecuentes, deduje que estaría muy ocupada. Decidí no insistir y dejar que el destino decidiera cuando nos veríamos de nuevo, pero eso no me hizo desistir de mandarle palabras de aliento para que no se dejara vencer.