El Ascenso del Primer Caído

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Muy lejos de la Tierra, un inmenso reino celestial del alzaba como una muestra de poder y gloria. Con inmensos castillos y torres doradas, Asgard permanecía imponente e inmortal, como siempre lo estuvo.

Parado sobre el puente arcoíris Bifrost, se encontraba el poderoso dios Heimdall, quien con sus ojos todo podía ver y con sus oídos todo podía oír. El dios blanco se encontraba con su espada en mano, preparado para cualquier incursión enemiga que pudiera caer repentinamente en las puertas de su amado reino. Y apretó con fuerza la empuñadura cuando un pequeño portal se abrió, dejando caer a dos figuras de este. Pero su sorpresa fue grande al ver que aquellos seres no estaban preparados para atacar. Por el contrario, parecían estar escapando de algo.

—Heimdall —habló una de las figuras, vestida con una inmensa túnica negra con capucha, y con dos alas de cuervo saliendo de su espalda.

—¿Azrael? —preguntó Heimdall mientras se aproximaba, notando la figura que yacía al lado del arcángel—. ¿Ares?

—Trate de detenerlo, te lo juro —aseguró el arcángel, mientras parecía hundirse en el suelo—. Yo y mis hermanos lo intentamos… Gabriel, Miguel, todos cayeron. Nuestro padre… cuando llegue para advertir a los olímpicos, ya era tarde.

—¿Quién les hizo esto? —preguntó Heimdall mientras se apoyaba en su rodilla.

—Mi hermano mayor —afirmó Azrael mientras su túnica iba perdiendo volumen—. El Primer Caído, se ha liberado.

—¿Hablas del llamado Lucifer? —preguntó Heimdall, pero la túnica vacía de Azrael termino de caer al suelo. Y sus alas de cuervo se despedazaron, regando las plumas en el viento.

Tierra 5

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