Con un relámpago solitario iluminando momentáneamente la oscura noche, Batman de posaba sobre una azotea. Con una leve llovizna golpeando su armadura, el murciélago analizaba sus opciones. «No estoy en condiciones para luchar, ni siquiera ante criminales comunes. Podría irme a descansar, recuperarme de mis heridas y enfrentarlo otro día. Podría…». Pero los pensamientos del murciélago fueron interrumpidos al ver una singular luz en los cielos.
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«La señal», pensó Nicolás, con una furia que iba creciendo en su interior. «La habían sacado de la jefatura poco después de la Ley de Registro, ¿y ahora está encendida? Debe ser él, buscando desafiarme. Enciende la señal de mi padre, mi señal, para insultar todo lo que Batman representa. No voy a permitirlo». Batman lanzó uno de sus ganchos y empezó a columpiarse entre los edificios, con el viento de la tormenta empujándolo a su inevitable destino.
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«Ver nuevamente la señal es algo nostálgico, como el recuerdo de una época que nunca volverá. Los recuerdos de una edad dorada, o plateada en mi caso, del heroísmo. A pesar de todas las atrocidades que pasaron, era una época más sencilla. La edad dorada empezó con la aparición de Wonder Woman y el Capitán América en la Segunda Guerra Mundial, y continuó con mi padre en el cincuenta y tres, y con Superman en los sesenta. Pero la edad dorada terminó con las lesiones de mi padre, y las muertes de Lois Lane a manos de Nuclear Man, y la de la Antorcha Humana durante la invasión marciana. Podría decirse que tras eso empezó la edad de plata, con nuevos y jóvenes héroes dispuestos a seguir la guía de la Sociedad de la Justicia. Pero al igual que la edad anterior, terminó con tragedia. La llegada de Warlord, la violación de Helena, el chasquido de Thanos, el retiro de los héroes. Ahora estoy en una edad de bronce, que se está resquebrajando. Viví el final de la edad de oro, viví toda la edad de plata. Y ahora, veo el comienzo de lo que podría ser el final del heroísmo en general. Pero si juego bien mis cartas, nada será en vano».
