IV

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Craig esperaba fuera del aula de química para irse a casa con Kyle. Al notar al chico, levantó la mirada de su celular.

—¿Qué le pasó a tu teléfono?-Preguntó, caminando hacia su casillero para guardar los libros que traía.-Ayer no estaba así.

—Ah...eso....-Recordó la situación de ayer, se avergonzaba de tan solo pensarlo.- Fue tu culpa.

—¿¡Yo!?

—Sí. Tú.

—No entiendo a que te refieres, pero seguro hiciste algo tonto, como el golpe que te diste ayer con un estúpido casillero. Aún tienes el pómulo morado.

—¡Eso-!

—Oye. Kyle.—Fue interrumpido por Stan, quien nuevamente, quería hablar con Kyle.—Déjame hablar contigo.

—Stanley. No repitamos esto, estoy cansado de tu comportamiento últimamente.

El chico se mantenía firme, aunque solo deseaba decir que si, que sí lo perdonaba. Le hubiera gustado regresar a como eran las cosas, pero no podía permitirse perdonar algo así, confió en él como mejor amigo, y lo decepcionó.

—No tomará mucho. Vamos. Ven conmigo, serán menos de cinco minutos.

—No quiero, Stan.

—Kyle, por favor, yo-

—Viejo, ya sabemos que no te hablará, déjalo en paz.—Irrumpió Craig.— Acéptalo, la cagaste en grande.

Resignado y molesto, Stan suspiró pesadamente, y luego de un intento fallido de matarlo con la mirada, se marchó.

—¿Estás bien?

—¡Claro que sí! Sólo estoy molesto, no entiendo que pasa por su cabeza.

—Uhm... ¿Tienes... Planes para hoy, Kyle?

—Además de quedarme en cama todo el día, no.

—Ajaja.... ¿Quieres...? ¿Quieres ir a una feria conmigo? A-abrirán una por todo el fin de semana en Denver, es cerca, así que...

—¡Claro! Será divertido, ¿A que hora vamos?

—Si quieres vamos ahora.

—¡Vayamos ahora entonces!

Los chicos de inmediato se encaminaron al paradero de buses, donde Kyle llamaba a su madre por teléfono para decirle dónde estaría, con quién y a que hora regresaría.

—¡Mira eso! ¡Un peluche de vaca!

"Apuesto que a Stan le encantaría." Pensó inconcientemente, entristeciéndose. "Lo extraño."

—¿Lo quieres? Lo puedo ganar por tí.

Pensó que podría ganarlo por él, puesto que era un juego de martillo, para ganar el peluche debía llegar al menos a 70, pensaba que así lograría impresionar a Kyle.

—¿De veras? Gracias.

Luego de pagar, juntando la fuerza que jamás tuvo, golpeó.
Tristemente, no pasó de los 30 puntos.

Tres veces más, lo volvió a intentar.

—Chico, me das pena, tienes brazos de fideo, ya ríndete.—El viejo hombre del puesto le hablaba.—Simplemente vete.

—Y-yo...—Su voz estaba temblorosa.—No voy... a-

—Ah. Déjeme intentar a mí.

De inmediato y sin esfuerzo, Kyle llegó a los 90 puntos, ganando un peluche aún más grande de pingüino.
Dejó tanto a Craig como al hombre boquiabiertos.
Ninguno se imaginó que un chico con una figura tan pequeña como la suya lograría eso.

Juntos A SolasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora