Alguna vez me sentí feliz y satisfecha sólo chapoteando en mi piscina primordial. Y entonces un día, por razones fuera de mi control, fui aplastada repentinamente, una y otra vez por mi cordón umbilical en el estómago de mi madre, Leslie. Me resistí bastante, pero fracasé por primera vez, pero no sería la última. Nací tres días después del 9/11, mis padres pasaron dos días enteros en el hospital, me sostenían bajo el tenue brillo de la televisión, viendo cómo caían esas torres una y otra vez.
Después sin advertencia, viví una infancia de clase media en un suburbio estadounidense, dónde hice amistades, dos de ellas Lexi Howard y Mía Davis quienes eran mis mejores amigas. Mía recién se mudaba a la ciudad con su joven madre después de enterarse que su padre se había ido dejándolas sin motivo alguno, o al menos eso creía Mía. Y por el otro lado, estaba Lexi, la más pequeña de los Howard, su hermana mayor Cassie y su hermano, Thomas, en el medio de ambas, ellos estaban en el pueblo desde siempre, desde que nacieron, al igual que casi todos aquí.
Me encontraba en una cena con mis padres cuando comencé a contar todos los cuadrados que tenía la luz del comedor de la casa, hasta que llegué casi a la mitad de ellos y...
—Qué estás haciendo?— preguntó mi madre.
Los seguí contando desde el número en que había quedado. 16, 17, 18, 19...
—Rue, Rue...— llama mi mamá —mira
Y comencé desde el 1 nuevamente.
—Que estás haciendo Rue?— preguntó otra vez mientras se miraban con mi padre y luego a mí.
Comencé a llorar.
Luego de ese escenario decidieron llevarme al psicólogo, donde me pudieron diagnosticar distintas cosas: trastorno obsesivo compulsivo, déficit de atención, trastornos de ansiedad generalizada y trastorno bipolar. Dos de ellos compartidos con mi nueva amiga Mía, pero ella lo sabía no mucho antes de mudarse, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno obsesivo compulsivo, sumándole la anorexia nerviosa al llegar a sus 12 años.
No abusaron físicamente de mi, ni tenía carencia de agua potable. Así que quería que alguien me explicara esta mierda.
No recuerdo mucho de los 8 a los 12 años, sólo que el mundo se movía rápido y mi cerebro se movía lento. Una vez a los 10, Mía me contó en una merienda que de vez en cuando se concentraba en su forma de respirar, pero que si lo hacía mucho sentía que se moría. Y eso pasó justo en una clase, nadie sabía que hacer incluyendo a la maestra. Thomas, Lexi y yo nos acercamos a ella mientras todos miraban boquiabiertos a Mía tirada en el piso tratando de recuperar el aire.
Hasta que cada segundo de cada día te encuentras intentando escapar de tu ansiedad.
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Mi madre se encontraba hablando por teléfono y yo aparecí en la cocina de la casa dirigiéndome donde estaba Gia, mi hermana.
—Viste el video de la chica que le tiran ácido en la cara?— me preguntó.
—Qué? —dije con mis cejas fruncidas- No.
—Es algo muy jodido— volvió a hablar.
Volteé a ver a mi madre que aún seguía al teléfono.
—Mamá tienes tampones? —pregunté.
—En el baño, bajo el lavabo —respondió sin colgar, allí me dirigí hacia ahí.
Y en cierto punto tomas una decisión sobre quien eres y lo que quieres. Allí tomaba tres o cuatro pastillas de mi madre y tiraba la cadena del inodoro para que no sospecharan.
Sólo parecía un día sin tener un mapa o una brújula, o para ser honesta nadie capaz de dar ni un gramo de un buen consejo de mierda. Y sé que todo parece triste pero adivinen qué... yo no creé este sistema ni tampoco lo mandé al carajo.
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Y luego pasó, ese momento cuando tu respiración se desacelera, y cada vez que respiras exhalas todo el oxígeno que tienes dentro. Y todo se detiene, tu corazón, tus pulmones y finalmente... tu cerebro. Todo lo que sientes, deseas y quieres olvidar.. todo se hunde.
Y de la nada dejas entrar aire nuevamente, le das vida otra vez.
Recuerdo la primera vez que pasó, estaba sola, ya no era unida a Lexi ni a Mía, ni mucho menos a Thomas, y me sentía asustada, muy asustada, quería llamar a emergencias, ir al hospital para que me mantuvieran con vida con sus máquinas y jugo de manzana. Pero no quería parecer una idiota y tampoco quería joderles a todos la noche..
Con el tiempo, era lo único que quería, estos dos segundos en la nada.
