Estampo mi frente contra el escritorio, soltando un suspiro de frustración. Vuelvo a levantarme para mirar los apuntes de Física con cara de odio. Lo más que me molesta es que ni siquiera puedo decir "¿Y esto para qué sirve?", porque por desgracia, la física es la ciencia que mueve al universo.
Mientras lucho a muerte con un ejercicio sobre la energía cinética, escucho a mi madre hablando acercarse por el pasillo.–… y aquí está, estudiando. –Le dijo a la pantalla, entrando sin tocar la puerta.
–Hola papá –saludé por la videollamada, a la vez que alejo un poco el celular que mi madre había pegado demasiado a mi rostro–. ¿Cómo estás?
–Aquí, esperando el tren para ir al trabajo –asiento con la cabeza, observando sus ojos celestes que tuve la mala suerte de no heredar–. Continúa estudiando, no quiero distraerte.
–¡Buenas! –vociferó Eileen, entrando al cuarto y dejándose caer en mi cama, como de costumbre.
–Necesitas estudiar –replicó mi madre, volviendo a la conversación.
–¿Qué tal señor Brown? –dijo mi amiga desde lejos–. ¿Cuántas galletas nos va a traer cuando vuelva?
–Buena pregunta –observo a mi padre del otro lado de la pantalla–. ¿Cuándo vuelves?
A penas solté la interrogante, cambió la vista hacia el frente, dejando ver el pequeño surco de canas que se asomaba detrás de su oreja. Fruncí el ceño hacia su actitud de silencio tan repentina.
–Bueno, cuéntame más sobre tu día –intervino mi madre, y se marchó de la habitación dándome una última mirada de "lo siento, luego te explico".
–Eso fue raro –opinó mi amiga cuando estuvimos solas–. ¿Está todo bien?
–No lo sé –viré la boca hacia un lado, apoyando el lápiz en mi barbilla–. Baja los pies de mis sábanas moradas.
–Tengo que contarte una cosa –agregó luego de voltear los ojos–. Me sucedió algo… raro.
–Raro es que yo consiga aprobar Física mañana.
–Creo que me gusta alguien –murmuró con una sonrisa.
–¿Quién? –interrogué, girando mi silla en su dirección.
–Bueno, ¿sabes que tomo el autobús todas las mañanas? –asentí–. Bien, pues hace unos días me senté junto a la ventanilla, como siempre, y en la penúltima parada antes de llegar a la escuela, un chico me lanzó un beso.
–¿Qué? –Solté una carcajada.
–Como lo escuchas. –Sus ojos negros brillaron con emoción, y algo de nerviosismo–. Él estaba sentado en la parada, y en cuanto me vio solo… me lanzó un beso estirando el brazo. ¿Pero sabes que es lo peor? Se lo devolví –abrí los ojos con perplejidad.
–¿Qué?
–Deja de decir qué a todo lo que te digo.
–¿Cómo que se lo devolviste?
–Pues… –comenzó a juguetear con mi almohada–, pensé que jamás volvería a verlo, y por una vez en mi vida actué de forma espontánea, y le lancé un beso antes de que el autobús lo dejara atrás.
–Estoy impresionada, no sueles ser extrovertida.
–Lo sé –asintió con frenesí, haciéndome reír–. Y se ha vuelto una costumbre. Todas las mañanas él está ahí, esperando su transporte a donde sea que se dirija, y me lanza un beso, y yo se lo devuelvo. Lugo nos miramos hasta que nos perdemos de vista.
–Eso suena como el principio de una historia de amor –sentí vibrar mi celular al recibir un mensaje.
ESTÁS LEYENDO
Te reto a que me quieras. [En proceso]
Teen FictionLas apuestas no siempre salen bien, principalmente por el hecho de ser incontrolables. Puedes ganar o perder, y muchas veces, todo depende solo de la suerte. ¿Le confiarías tu vida al azar?, ¿o eres de los que creen en el destino? Zoe confía en su s...