A flor de piel

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Escribir ese blog me fue de gran ayuda, me sirvió para canalizar muchas emociones. Con unas cuantas terapias logre salir adelante, así que deje los medicamentos y pensé que jamás volvería a tener que ir a terapia. Pasaron los meses y aunque sentía algunos destellos de Distimia no les puse mucha atención, pero poco a poco los síntomas se hicieron más y más marcados; hasta que se tornaron insoportables.

Decidí ir al médico, quise escuchar una segunda opinión así que llame a otro centro médico, me recomendaron a la doctora Alicia, la recepcionista me paso el número de su consultorio y rápidamente llame e hice la cita. Tenía muchas ganas de mejorarme y salir de ese estado tan deprimente por lo que le pregunte si me podía atender al otro día, es decir, el jueves. Ella me dijo que estaría disponible a las 4:00, de modo que el jueves salí de mi casa a las 11:00, pues yo vivo a unas tres horas del centro médico. Llegue alrededor de las 2:00.

Al entrar en el centro médico sentí un poco de pánico. No te imaginas lo que se siente sentarse frente a un consultorio que dice Salud Mental hasta que lo viven, pero tenía que asumir el reto, así que entré, subí los escalones y me senté a esperar. Dieron las 4 y la doctora no llegaba, por lo que me paré frente al escritorio de la secretaria y le pregunté en voz baja, a qué hora llegaría la doctora Alicia, ella me miró con esos ojos saltones y me dijo en voz alta:

— ¿Quién? ¿La psiquiatra?,

Todo el que estaba cerca me miró y yo quise que me tragara la tierra, pues la gente suele asociar la palabra psiquiatra con la palabra locura. Traté de no darle importancia a lo que pensaran esas personas, después de todo no me conocían. También ignoré la imprudencia de la secretaria y le contesté:

— Sí, la doctora Alicia... La estoy esperando.

— Ella no consulta los jueves.

— ¿Que no consulta los jueves? Pero... no puede ser. Yo la llame ayer y ella me dijo que estaría aquí hoy a las Cuatro.

— No, ella solo viene lunes, miércoles y viernes, si quieres ven mañana.

— ¿Qué? ¿Mañana? ¡Yo vivo a tres horas de aquí!

— Lo siento, no puedo hacer más nada.

— ¿Me puedes dar su número por favor para confirmar si tengo el correcto?

— Sí, claro. No hay problema.

Cuando ella me dio el número, me di cuenta que había llamado a otra doctora.

Salí de la clínica con más depresión de la que tenía cuando entré. No estaba preparada para dormir fuera de casa ese día, no llevé más ropa ya que creí que regresaría ese mismo día. Tampoco llevaba mucho dinero, pues la doctora con la que hablé me dijo que aceptaba el seguro, pero en el caso de la doctora Alicia, la secretaria me dijo que tenía que pagar la consulta. Por otro lado, al día siguiente era viernes y me tocaba ir a la universidad, tenía la cabeza hecha un lio. Estaba a punto de estallar en una crisis. Cerré los ojos, suspire y le oré a Dios, eso me produjo una inmensa sensación de Paz, los cual me permito hacerle frente al asunto.

Me subí en una guagua del transporte público, estaba realmente en otro mundo, desde el asiento llamé a Celeste, para preguntarle si podía dormir en su casa esa noche, se puso súper feliz de saber que iría a visitarla. Ella ha sido para mí más que una amiga, una verdadera hermana, llevamos más de siete años siendo amigas y dicen por ahí que una amistad que tenga más de cinco años, durará para siempre.

Llegue a su casa como a las 6:00, cansada y con las emociones a flor de piel. Cuando Celeste me escuchó entrar, salió inmediatamente a recibirme con un abrazo y me dijo lo feliz que se sentía de tenerme en casa. Sus palabras de afirmación me hicieron sentir mucho mejor. En la noche preparamos la cena y antes de irnos a dormir, tuvimos una larga plática...

Una carta para cuando crezcasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora