Un viaje al interior

5 0 0
                                    

Son las 6:00 A.M. ¡tip tip tip! Sonó la alarma y no me quise levantar, típico de mí, pero esta vez no me dejaría controlar por el sueño. Tenía una cita importante y no quería llegar tarde y mucho menos llegar a faltar. Me lancé fuera de la cama y entré al baño a toda velocidad, en menos de media hora ya estaba lista.

Celeste se levantó a despedirme, caminó hacia mí con pasos lentos y sin poder abrir bien los ojos, es que ella y el sueño tienen una lucha diaria.

Me pregunto:

— ¿ya te vas?

A lo cual contesté:

—Sí, ya sabes que es un poco retirado y quiero estar allí a tiempo, así que me voy temprano para evitar contratiempos.

—Cuídate mucho querida amiga, fue un placer tenerte en casa. Llámame cuando llegues.

—El placer es todo mío, gracias por tu amistad tan sincera, por tu comprensión y tu apoyo. Esta noche te llamo.

Así nos despedimos. Salí de la casa y tomé un carrito hasta el centro médico, había muchos tapones, tarde casi una hora en llegar.

Cuando entré a la clínica sentí un poco de ansiedad, camine con pasos rápidos, subí las escaleras y me senté frente al consultorio de la doctora Snow. Esperé por una hora hasta que al fin llegó mi turno. Entré al consultorio un poco nerviosa.

— Buen día doctora.

—Buen día Señorita, tome asiento.

—Muchas gracias.

—No te había visto antes...

—Es la primera vez que vengo.

—Dame unos minutos para archivar tus datos, ¿Gustas un poco de café?

—Si, por favor.

Mientras ella husmeaba entre sus archivos yo recorría el consultorio con la vista, había mucha luz y era todo muy colorido. La doctora tenía una personalidad activa y por un segundo dudé de que fuera capaz de entenderme, pero ya estaba allí.

—Ahora dime, ¿Que trae a una joven tan hermosa por aquí? Me preguntó.

Ese comentario me hizo sentirme en confianza. Quería decir tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Aun así me esforcé por explicarles los síntomas que tenía.

—Me siento mal. No tengo ánimo de nada, no puedo dormir, he perdido el apetito, no me concentro y me siento fuera del mundo. No encuentro el equilibrio entre mis pensamientos, solo hay una nube negra dentro de mí. No confío en nadie ni siento nada por los demás, todo me afecta, siempre quiero llorar. Es como ir cayendo en un abismo que no tiene fin.

En esa última frase se me quebró la voz y se me saltaron las lágrimas. La doctora me miraba fijamente mientras le explicaba como si intentara ponerse en mi lugar, cuando termine tocó mi mano y me dijo:

—Esos son los síntomas de la depresión. ¿Cuánto tiempo llevas así?

—Estos síntomas reaparecieron el mes pasado.

— ¿Reaparecieron?

—Sí.

—Es decir, que ya habías pasado por eso antes...

— El año pasado tuve una crisis horrible, incluso pensé que jamás volvería a ser yo misma, la vida dejó de tener sentido para mí, hasta...

—Intentaste suicidarte, ¿verdad?

—Sí. — Le respondí bajando la cabeza al mismo tiempo.

— Es normal que el paciente con estos síntomas atenten contra su vida. ¿Y qué hiciste? ¿Hablaste con alguien? ¿Fuiste al médico?

Una carta para cuando crezcasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora