Una carta para cuando crezcas

La fuerza de tu interior

A principio del año 2008 mi mamá perdió la lucha contra el cáncer, me dio una crisis fatal, empecé perdiendo el apetito y el interés por las cosas que me gustaban, luego me pasaba todo el día llorando, no quería ni levantarme de la cama. Finalmente, dejé de percibir el sentido de la vida a tal punto, que una vez hasta pensé en suicidarme. Fue ahí cuando reaccioné y me di cuenta de que debía buscar ayuda profesional, por lo que rápidamente hice una cita con el doctor Andrés, un hombre que se veía súper deprimido, pero estable, capaz de comprender las aflicciones de sus pacientes, pues al parecer él mismo las vivía.

El me dio una buena atención. Me explicó en qué consistía lo que me estaba pasando y cómo iría mejorando. Me diagnosticó Distimia, un trastorno depresivo crónico, con menos síntomas que la depresión mayor. Desde que inicié con las terapias empecé a notar mejoría, fue entonces cuando empecé a comprender cómo funciona la mente y conocí el neuroverso, así le llamo yo al mundo de las neuronas. Entendí que para que una neurona pueda comunicarse con otra necesita enviar una sustancia llamada neurotransmisor.

Tenemos diferentes tipos de neurotransmisores en nuestro cerebro; pero cuando estos no están equilibrados, es decir, tenemos demás o de menos entonces presentamos desequilibrios emocionales. Así que decidí investigar más sobre la función que tienen los neurotransmisores y quedé fascinada con lo que encontré.

Después de comprender la función de los neurotransmisores comprendí que debía seguir el tratamiento indicado por mi doctor a fin de volver a lograr un equilibrio y pensar correctamente. Entendí que después de un suceso traumático el cerebro se sobrecarga y los neurotransmisores pierden su equilibrio, por eso es que uno se deprime y piensa de forma errónea, es porque las neuronas no se están comunicando correctamente.

El doctor también me recomendó seguir una dieta equilibrada ya que los neurotransmisores se producen en el cuerpo a partir de aminoácidos, por ejemplo: el triptófano interviene en la síntesis de serotonina, es decir que al consumir alimentos que contengan triptófano, estamos ayudando a nuestro cuerpo a producir más serotonina.

Otra sugerencia fue hacer ejercicio ya que la actividad física hace que liberemos las hormonas del bienestar:

Serotonina: es una sustancia que influye notablemente en nuestro estado de ánimo y que se libera tras realizar actividad física o ejercicio, sobre todo, al aire libre. El incremento de serotonina tras el movimiento es responsable de una sensación de calma que nos aleja de estados depresivos. Además, nos permite conciliar mejor el sueño y regular la ingesta de alimentos evitando excesos. Los niveles correctos de serotonina nos permiten tener una autoestima sana, nos permite sentir confianza, tanto en nosotros mismos como en los demás, lo cual contribuye a mejores relaciones interpersonales.

Dopamina: es una hormona vinculada a las adicciones, y aunque no es bueno ser adicto a nada, esta es la hormona que nos permite experimentar una sensación placentera tras hacer ejercicio, lo cual crea un vínculo entre dicho sentimiento de placer y la actividad que nos empuja a continuar con la actividad, nos engancha. Al mismo tiempo, teniendo mejores niveles de dopamina tras el ejercicio, reducimos otras fuentes de placer menos saludables, como la ingesta de dulces, el tabaco u otras drogas. Los niveles correctos de dopamina nos ayudan a cumplir nuestras metas.

Endorfinas: son las más populares de todas y que tras el ejercicio, nos permiten sentir felicidad, alegría y hasta euforia, funcionando además como un analgésico natural, pues reduce el sentimiento de dolor así como la ansiedad y el estrés.

Durante las terapias realicé varios test que me ayudaron a conocerme mejor; en el primero aprendí mucho sobre la teoría de los cuatro temperamentos. Eso me ayudó a conocerme mejor a mí misma y entender más a los demás. Los 4 temperamentos son: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico.