Capítulo 6

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- ¡Vamos Juvia, date prisa! –

- ¡Dios mío, Lucy! Contigo siempre hay que ir deprisa a todas partes. –Dijo Juvia mientras seguía a su amiga a toda velocidad por el océano. Lucy había estado ansiosa desde hacía un par de días, pero no habían tenido la oportunidad para hablar de ello hasta aquella misma mañana.

- Deja de quejarte, ya casi llegamos.

Lucy se lo había contado todo con pelos y señales. Al principio no había dado crédito. Sabía que Lucy era muy impulsiva y no se paraba a pensar dos veces las cosas. Pero nunca había esperado que llegase a tal extremo. Sin embargo, cuando Juvia había conseguido calmarse y se había mostrado dispuesta a escuchar su historia, había quedado fascinada. No sabía de qué forma habría reaccionado ella si se hubiera encontrado en el lugar de Lucy, pero sintió una ligera envidia hacia su amiga. En el fondo, a pesar de su casi ataque de pánico, también le habría gustado poder verlo con sus propios ojos. Un habitante de Crocus. Habría sido fantástico. Y por lo que Lucy le describía, estaba segura de que así era.

Sin embargo, lo que más le había sorprendido y llamado la atención había sido la forma en que su amiga le describió. Le había calificado de atractivo. Y era la primera vez que oía a Lucy referirse a cualquiera de género masculino de esa manera. Debía ser increíblemente apuesto para que Lucy se hubiese fijado. Eso también la intrigó. No había pasado por alto el brillo en los ojos de ella cada vez que hablaba de él. Había quedado fascinada. Y tampoco había pasado por alto el tono melancólico de su voz al narrarle su despedida, aunque intentase ocultarlo. Por desgracia, las cosas estaban como estaban y no se podían cambiar. Por una parte, envidiaba a su amiga por haberlo visto con sus propios ojos. Pero, por otra, pensaba que era mejor así. Ahora Lucy, inevitablemente, se pasaría las noches soñando con un reino y una gente con la que nunca iba a poder relacionarse. Y con un muchacho al que nunca más iba a volver a ver.

En ese momento se dirigían al lugar secreto de Lucy que nadie conocía. Como aquel chico lo había descubierto, Juvia, que era su mejor amiga, no iba a ser menos y había decidido por fin enseñárselo.

- Es por aquí. – Y Lucy se escabulló entra las rocas, apartando las algas marinas que la cubrían, atravesando aquel pequeño recoveco entre las rocas que tantas veces había cruzado. Le hizo un gesto a Juvia para que la siguiera y nadó a la superficie.

Para su desgracia, a medida que nadaba se daba cuenta como la expectación crecía en su interior y se llenaba de esperanza anta la posibilidad de que estuviera allí de nuevo. Aunque se llevaba diciendo a sí misma que debía asumirlo, que no iba a suceder de nuevo y que aquel chico no iba a volver, no podía evitarlo cada vez que iba a ese lugar. Ya habían pasado cuatro días desde entonces y, como había hecho todos esos años, todos y cada uno de los días se dirigía a su lugar favorito a entrenarse y a relajarse. Y todos y cada uno de aquellos días le había sido imposible concentrarse. Siempre a la espera de algún sonido, a la espera de que apareciese. Pero eso simplemente nunca ocurrió. Y no iba a ocurrir.

Con un suspiro dejó que sus ojos vagaran por los alrededores y, se cercionó de que no había nada. Intentó reprimir el sentimiento de decepción que la invadió, exactamente igual que los días anteriores. Y, de igual forma, le fui imposible. Dejó escapar otro suspiró y se giró para encarar a Juvia. Estaba deseosa de ver qué opinaba se su lugar predilecto. Se esperaba una Juvia atónita mirando todo el lugar con ojos ávidos. Sin embargo, se encontró a una Juvia que la miraba fijamente, con el ceño ligeramente fruncido. Lucy hizo caso omiso a su expresión y le sonrió.

-¿Y bien? –Dijo abarcando todo el lugar con sus brazos extendidos. -¿Qué te parece?

Ante aquello juvia no pudo hacer otra cosa que reír. La expresión de Lucy era exultante. – ¡Es uno de los mejores lugares que había visto jamás! ¡Y se puede ver el cielo!

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