•II•

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Cannes, Francia

POV Yelena

Nos ocultábamos en una casa de seguridad a las afueras de Cannes y muy cerca de la frontera con Italia. No era elegante o atractiva para los turistas, pero nos servirá para pasar la noche.

Dormía en la cama individual que parecía de piedra por lo duro que estaba el colchón. No es como si en la Red Room durmiera en una King size y almohadas de pluma de ganso, lo único que no me dejaba dormir era el remordimiento.

Tenía memoria de cada una de las vidas que tomé con mis propias manos. Cuantos niños deje sin padres, cuando dolor cause durante toda mi vida. ¿Qué más sabía hacer aparte de matar? Nada, no era nadie antes y no soy nadie ahora, solo una asesina.

—Escuchó tus pensamientos desde aquí —susurró Luna.

Se levantó de la cama con el cabello alborotado y marcas de la almohada por la mitad de su rostro.

Seguía tan guapa como siempre.

—¿Me haces espacio? —me pego levemente en la pierna y alzó la sábana—. Cuéntame qué pasa por esa cabeza rubia.

—Mate a Oksana, me liberó y yo la mate —empecé a llorar en su hombro—. Te hice daño a ti también.

Acaricié el pómulo de Luna, no tenía ninguna señal de violencia, pero yo recordaba el puñetazo que le di en Marruecos.

—No es tu culpa —me abrazo con más fuerza—. Sabes que soporto peores golpes.

Yo negué entre sus brazos mojando su camisa.

—Mírame Yelena —sostuvo mi rostro y limpio mis lágrimas—. No es tu culpa, hemos estado en la Red Room desde que tenemos memoria, Dreykov es el culpable, nosotras las víctimas.

—Fueron tantas personas, Luna, tanta sangre en mis manos —sollocé de nuevo.

—Eres libre ahora Yel, todo va a estar bien —acarició mi cabello mientras dejaba que llorara todo lo que necesitara sobre su pecho—. Te prometo que después de liberar a las viudas compraremos una casa, en un suburbio normal, hasta puede ser en Ohio y tendremos una vida normal.

—No estoy segura de poder tener una vida normal —susurré.

——————————————

POV Luna.

—Tenemos que enviárselos a Natasha —dijo Yelena dejando los viales sobre la mesa.

No me gustaba la idea, de hecho la detestaba.

Al igual que detestaba a Natasha.

Yelena no lo sabía y era porque jamás fui capaz de hablar mal de Natasha frente a ella y arruinar su versión idealizada de la vengadora. Honestamente, creí por varios años en la mentira de que Natasha iba a venir a rescatarnos y por fin volvería a ver a mis papás. Sorpresa, sorpresa, veía las noticias de cómo salvaba New York, peleaba contra Ultron, pero jamás vino a salvarnos. Había dejado a Yelena con el corazón destrozado y con la mentira de un rescate, que jamás ocurrió.

—No estoy segura de mandar los viales por correo —le dije tomando asiento enfrente de ella—. ¿Y si se pierden? ¿O Natasha jamás regresa a Budapest?

—Ella no va a Budapest, pero su amigo, el contratista, visita el lugar un montón de veces.

—¿Y como sabrá que son y que hacer? O ¿Quién los mando? —pregunté.

—Con esto —saco una foto de dentro de su bota.

Claro que ya la había visto, las navidades falsas.

—De acuerdo —acepté sin otra opción—. Mándaselo a la vengadora y que venga a salvar el día una vez más con sus amigos.

Yelena rodó los ojos y tomó los viales de la mesa.

—Idiota —me dijo con el poco español que logro aprender de mí.

Sonreí como tonta recordando nuestra adolescencia.

2003, Red Room

—Yelena Baja la voz —susurré cubriendo la boca de la rubia con mis manos.

Ya era la hora de dormir y se supone que Yelena no debería estar en mi habitación, pero había regresado de una misión ese mismo día y además tenía una sorpresa para ella.

—Pero quiero saber que tienes en tu maleta para mí —sonrió con inocencia.

Esos ojos verdes eran mi perdición.

—Está bien, el objetivo tenía una bolsa llena de dulces cuando Anne lo hizo besar el suelo —vi como los ojos de Yel se iluminaban—. Me dio la mitad si prometía no decir que los tomamos.

Comimos dulces hasta cansarnos. Nos sentamos en el piso recargadas en mi cama. La cabeza de Yelena estaba en mi hombro.

—¿Crees que el objetivo tenía hijos y los dulces eran para ellos? —me pregunto Yelena.

—Prefiero pensar que era un señor cuarentón, soltero, que comía dulces frente a su televisor, hasta quedarse dormido —le dije.

Aunque yo me había hecho la misma pregunta que ella.

—Espero que Natasha esté bien y nos saque de aquí pronto —me dijo y yo gire mi cabeza para mirarla.

Me sorprendí por lo cerca que estaban nuestras caras y me sorprendí el triple cuando Yelena sostuvo mi rostro con sus manos y juntó nuestros labios.

Nunca había sentido nada igual, era como tener miles de pequeñas explosiones en mi estómago y pecho, ni siquiera supe que hacer con mis labios hasta que Yelena mordió mi labio inferior.

—No esperaba eso —susurré muy cerca de su rostro.

—Pero ¿te gustó? ¿O fue incómodo?, me lo puedes decir, yo solo... creí que teníamos algo... y estabas muy cerca... y —empezó a parlotear deprisa Yelena.

Le di un fugaz beso para callarla.

—Me gusto, aunque casi me arrancaras el labio —me reí de ella.

Yelena se puso roja y ocultó su cara en mi hombro.

—Idiota —me dijo en español.

——————

¿Les está gustando la historia?

¿Del 1 al 10 que tanto shippean a Yelena y Luna?

Nos vemos el martes con otro capítulo.
😉

The only one that can hurt meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora