•VIII•

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San Petersburgo, Rusia.

POV Yelena.

Llegamos a la granja de Melina siendo apuntadas por la viuda mayor.

—Cariño, estamos en casa —dijo Alexei cuando estuvimos frente a frente con Melina.

La seguimos dentro de su cabaña

—Bienvenidos a mi humilde hogar —dijo la mujer caminando con seguridad—. Siéntanse como en casa. Bebamos algo.

Natasha la siguió sin despegar un ojo de ella, mientras Luna y yo tomábamos asiento en el comedor escuchando los horribles quejidos de Alexie en el baño.

—Bebamos —dijo Melina tomando la botella de vodka y sirviéndonos un trago a cada una.

—Uh —salió Alexie del baño posando como idiota—. Aún me queda.

—Dios mío —susurré girando la cabeza para no ver más al ruso.

—¿Se puede ser más ridículo? —dijo Luna mirándolo con asco.

Todos estábamos sentados en el comedor mirando al ruso haciéndose el tonto.

—La familia —dijo Alexei mirando a Melina, después puso su mirada en Luna—. Y una invitada agresiva, reunida de nuevo.

Luna sonrió con ironía mostrándole el dedo de en medio.

—Dado que nuestra familia fue una farsa calculada, que solo duró tres años —comentó Melina con frialdad—. No creo que podamos seguir usando ese término, ¿no?

—De acuerdo —dijo Natasha sin más—. Este es el plan...

—Okay —el súpersoldado la interrumpió estirándose sobre la mesa para alcanzar un tupper—. ¿Una reunión entonces? Y quiero decir algo.

Luna negó agotada de escuchar la voz de Alexei y yo miré a Melina pidiéndole con la mirada que lo callara.

—No has envejecido ni un solo día —le dijo el ruso a la científica—. Sigues tan guapa como el día que organizaron nuestro matrimonio.

Luna y yo nos miramos con asco y segundos después, ambas tomamos de nuestro vodka, sin dejar ninguna gota.

—Tú engordaste —respondió Melina—. Pero aún estás bien.

Quería que esto parara ahora mismo. Ya tengo suficientes recuerdos traumáticos, no necesito más.

—Por favor no hagan eso —pidió Natasha, tan asqueada como nosotras—. Entonces, este es el plan...

—Natasha —la interrumpió Melina—. No te encorves.

—No me encorvo —se defendió la pelirroja.

—Si lo haces —le discutió Melina—. Te va a salir una joroba.

—Haz caso a tu madre —le pidió Alexei.

—Dios —se desesperó Natasha— Okay, basta. Todos.

¿Todos?

—Yo no dije nada —me quejé

Luna se veía cada vez más molesta con todos en la mesa. Ella estaba tan harta de compartir espacio con estos idiotas, al igual que yo.

—El plan... —siguió intentando explicar la pelirroja.

Melina seguía insistiendo en ponerme cosas en el plato, cuando yo solo quería beber.

—No quiero comer —le dije respirando hondo.

—Come algo, Yelena —insistió—. Por el amor de Dios.

Tome otro largo trago de vodka.

—¡Suficiente! —gritó Natasha—. Vas a decirme donde está la Red Room.

The only one that can hurt meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora