"Solo con 8 letras puedo decir todo lo que me sucede contigo, pero ¿Por qué se me es difícil?"
Jeon Jungkook no sabe como expresar sus sentimientos hacia la única persona que nunca lo juzgó por sus errores pasados. Kim Milly es esa persona, su mejor...
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No se en que momento todo había cambiado entre nosotros, es decir, nuestras muestras de afectos y timidez ahora era más notoria; nestro jefe preguntó una vez por nustro actuar extraño, sonrisas tímidas de por medio cuando nos cruzábamos o nuestras manos rozaban al ayudar en la entrega de un pedido.
Simplemente estar enamorado de Milly, me hace sentir bien, como un adolescente totalmente ilusionado con su primer amor.
— ¿Desean pedir un café? —mi sonrisa deslumbra más de lo normal, cualquiera pudiese saber que estoy en los momentos mejores de mi vida, hasta lograr pensar que mi felicidad sea por haber ganado la lotería, en resumen puede que ese sea la mejor manera de expresar mi relación con Milly.
— Pareces imbécil sonriendo de esa manera, ¿Acaso te gusto? —reacciono ante la propia nube que me estuve creando, dándome cuenta de las personas a las que estoy atendiendo. No creí tener a Park Jimin y a Kim Taehyung aquí en la cafetería, con un chico de muy pálida piel.
— No me había dado cuenta de tu presencia, Jimin, disculpa. ¿Desean algo? —vuelvo a preguntar, esta vez, teniendo los pies en la tierra.
—Dos capuchino, un café por favor y... que tu amiga Milly nos atienda, tu forma estúpida de actuar me da ganas de vomitar, ¿Ya te hizo caso tu amiguita o ya volviste a tus días de hombre promiscuo? —pongo los ojos en blanco ante su cuestión. Anoto los tres pedidos en mi libreta pequeña.
—Dos capuchino, un café y un buen cerebro, ¿Correcto? —digo algo fastidiado, aprieto mis labios forzando una sonrisa.
—Piérdete Jungkook.
—Vuelvo con su pedido —sonrío satisfecho. Aunque se me hacía raro verlo por aquí, con su nuevo mejor amigo y otro extraño que si pude notar como buscaba con la mirada a lo que yo creo que busca, que es a mi novia.
— ¿Sucede algo bunny boo? —la voz dulce de Milly aparece en mi atrás. Sonrío como idiota enamorado por el apodo; sin embargo los gestos extraños de los cocineros me avergüenzan, carraspeando un poco la garganta por el bochornoso momento.
—Es Jimin con su sentido del humor terrible, ya lo conoces —dejo el papel con el pedido sobre la ventana de entrega.
—Yo no lo conozco, conozco lo que tú me has contado. Pero si, ya me imagino —acomoda los pedidos en su bandeja—. Si quieres yo puedo atenderlos, claro, si te incomodan.
Negativo, no lo permitiré. No cuando el hombre pálido tiene los ojos puestos en ella y de una forma muy sospechosa. Confío en ella, pero no en él.
—Yo los atenderé. No te preocupes, cariño —sus mejillas se tornan de un rosa bajo, su cabello ya no puede cubrir el efecto que cree en ella por lo que lleva una coleta alta. Doy un guiño cuando toma de su bandeja rumbo a su mesa responsable.
