Vigilia

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Era ya la sexta noche y Lemuel no conseguía pegar ojo.

Llevaba casi una semana ahí, encerrado entre esas cuatro paredes acolchonadas, con un suelo acolchonado y (válgame el cielo), un techo forrado con el mismo material blanco, suave y esponjoso, donde la única manera de ver el exterior era una diminuta rendija ubicada en alguna de las paredes. Sin embargo, al interior de la habitación, la luz era tenue de día, alumbrando cada esquina por igual, mientras que de noche, bajaba dejando salir una oscuridad casi total.

Lemuel estaba convencido de que se había encerrado ahí por deseo propio: todas las mañanas aparecía comida en una mesa, así como una jarra de agua, un retrete (acolchonado también) y nada ahí dentro era filoso, punzocortante o medianamente peligroso. Casi como si fuera la habitación de un bebé.

A veces, el guardia se asomaba por la rendija, como verificando que Lemuel siguiera ahí dentro. A veces, cuando se echaba a llorar y hacía escándalo, ese mismo guardia acudía, pero al verlo en una pieza ahí dentro, no tardaba más que un par de segundos antes de darse la vuelta y marcharse.

El guardia tenía unos ojos azules muy parecidos a los de Lemuel, que podía vérselos en el reflejo de la cuchara con la que solía comer. Nunca había pensado en ese pequeño detalle hasta ahora, a pocas horas del séptimo amanecer que pasaría ahí adentro.

Afuera, el guardia caminó por los pasillos hasta llegar a la córnea: El otro, la segunda conciencia que había dentro de Lemuel, llevaba ya una semana a cargo. Era mucho más de lo que solía estar normalmente, casi siempre tomando el control por apenas unos pocos segundos. Lo cierto es que El otro había crecido hasta igualar a Lemuel justo un día antes de que él se encerrase en el subconsciente, sin saber que era prisionero, sin saber que lo habían encerrado.

O quizás sí lo sabía. El otro no era muy discreto y el personal solía quejarse de que la gente del exterior se daría cuenta pronto de que Lemuel no estaba actuando con normalidad. Quizás el cadáver del gato les daría pistas, o quizá se darían cuenta en cuanto revisasen aquel cajón con pedazos de un cráneo humano, razón por la que Lemuel se había encerrado en el subconsciente en primer lugar.

El otro no era una conciencia benevolente.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2022 ⏰

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