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Echa un vistazo en el interior
Oh, lo que obtienes es lo que ves
Cariño, tienes la llave
De mi diario.

Diary of my- Taylor Swift.

Consejo del día: Haz las cosas tu solita y si la cagas pide ayuda, sino, presume.

De alguna u otra manera sé que mi vida iba a terminar en la ruina.

Ahora, saber cuál era la razón por la que llegaría era otra cosa, sin embargo, tenía una lista, y como me gusta hablar de mí, se las voy a decir:

1) Nunca me quedo callada cuando tengo algo que decir, por lo que eso seguramente termine en la cárcel por insultar algún político engreído o golpear a un policía.

2) Soy la persona más impulsiva y vengativa de la existencia humana. Siento que, de alguna forma me volvería una asesina por ver patear a un perrito o por estafar a mi exnovio luego de que me haya engañado con alguna chica del instituto.

3) Dejo las cosas a último momento.

4) Creo que nunca necesito ayuda, por lo que seguramente alguien intente defenderme y terminaría peleada con quien me agredía y quien me defendía.

Bueno, por eso y muchas razones estaba segura que mi futuro era la muerte o la cárcel. Sin embargo, también esas acciones tenían una consecuencia inmediata en el tiempo presente —no presente presente, sino el que le estoy narrando ahora—, y es que mi día de compras acabó e iba de vuelta a mi casa completamente sola.

Eso quiere decir que soy una chica de uno con cincuenta caminando por la calle sosteniendo su propio peso en compras impulsivas mientras ya está oscureciendo.

Cuando me separé de mi amiga por el camino, insistí en que podía cargar la pila de bolsas yo solita.

Spoiler: no podía.

El camino fue largo, cansador y sudoroso, pero lo que definitivamente me causó problemas fue cuando llegué a la puerta y no podía abrirla.

Todo hubiera resultado ser demasiado fácil si no fuese porque se me ocurrió tener una mascota. Ahora en alguna de las veinte mil bolsas que cargaban mis frágiles brazos había una pecera de vidrio junto a un pez nadando dentro de una bolsa de plástico.

Estaba segura que si me inclinaba hacia cualquier lugar mi peso cedería con todo lo demás.

Entonces busqué alguna manera de solucionar todo. Y fue ahí, cuando el mundo intentó confabular a mi favor y me puso un timbre.

Fruncí el ceño, pensando de qué manera tocarlo sin utilizar mis dedos y la ampolleta brilló sobre mi cabeza como si lo próximo que fuese a hacer fuese una buena idea.

Sonreí y con mucho cuidado me incliné y toqué el timbre con la nariz.

¿Resultado?, efectivo.

¿El problema?, cuando quise volver a mi lugar el peso de las bolsas no me dejó.

Maldición.

Mi cara quedó aplastada contra el timbre que no paraba de sonar al estar presionado. Intenté enderezarme una y otra vez pero simplemente no podía y sentía que en cualquier momento los brazos se me caerían.

Entonces escuché unos pasos. Unos magníficos y grandiosos pasos que se acercaron en mi ayuda. Estaba agradecida y...

La puerta se abrió con tal fuerza que mi agradecimiento se fue por el excusado. Terminé sobre una pila de bolsas de papel, un golpe en el ojo y un pez tratando de sobrevivir.

Yo soy la famosa RayitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora