.p r ó l o g o.

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Sola. Perdida. En el camino incorrecto. Otra ciudad. Yo, un desastre.
Mi vestido blanco hacía juego con las casas de alrededor tan veraniegas, pulcras, bonitas y apiñadas a las cuales les quedaba tan bien esa golden hour a la que ahora llaman esa hora de las siete de la tarde cuando los rayos de sol eran dorados. Solo que aunque yo fuera de blanco no me sentía como ellas, aunque hubiera salido con esa sensación de casa.

Divagando por las calles empecé a sentir que mis sandalias eran innecesarias, así que me las quité. Andar descalza es uno de esos placeres que no cuestan dinero y que en cualquier momento lo puedes tener, solo que la verdad, nunca lo haces. A veces lo que nos pasa es que no sabemos apreciar, no sabemos apreciar nada y si lo hacemos es solo las veces que nos obligamos a ello.

Seguí andando hasta cansarme, no sé si de caminar, de pensar demasiado en mis desgracias o ambas. Me senté en la acera sin ningún miedo a manchar el vestido, me preocupaban muy pocas cosas como para meter en esa pequeña lista el vestido. La acera estaba más fría y además empezaba a refrescar.

-Qué bien, ahora voy a tener frío, lo que me faltaba.

Dejé el bolso de tela en la carretera, a mis pies. Miré hacia abajo. La calle que había subido era una cuesta, una cuesta muy empinada, tanto que mi mente empezó a imaginarse qué pasaría si ahora me dejaba caer como una croqueta hacia abajo. ¿Llegaría al mar? Se veía desde aquí. Bueno seguramente no, me estamparía antes con el muro que hay a los lados antes de que comience la playa para que no entren los coches y no entraría por ese hueco perfecto por el que no hay nada porque soy una desgraciada. O peor aún, quizá me atropellaría alguien antes de llegar hasta ahí. ¿Que por qué le doy tantas vueltas a las cosas? Y yo que sé, eso me pregunto. Estoy tan cansada de mi, de hablar conmigo, de que me hable mi yo de dentro, de que lo negativo me persiga, que siento que tengo ganas de huir y de dormir a la vez. Es una sensación contradictoria con la que tengo que luchar constantemente, y ahora encima hace frío.
Estoy en otra ciudad porque me han despedido, el bus ya no pasa, y yo ya paso. Pero paso de todo. Como si me duermo en la arena. O como si ya no vuelvo más a mi casa, total, mi padre seguirá bebiendo igual y no se acordará de que tiene una hija y mi madre seguirá saliendo de fiesta con sus amigas diciéndome que aún es joven y que le deje vivir la vida que ella no me prohíbe hacer nada con la mía. Que la deje en paz, que ya me cuidó bastante. Como si hiciera algo por mí desde que entré en el instituto. Y mi hermano mayor se mudó hace dos años a Alemania, pero para él mudarse significa alejarse de toda la familia y cortar la comunicación con todos los miembros de ella. Así que sí, yo también dejé de existir para él porque ahora lo primero es Katia su queridísima novia la cual merece toda la atención desde que se despierta hasta que se vuelve a dormir. En resumen, son la pareja más tóxica que he conocido en mi vida; para ellos, están enamorados hasta la médula, por eso no hablan con nadie más.

Supongo que supuestamente tendría que haber cuidado de mi misma desde entonces. Pero ¿cómo cuidas de alguien si no la soportas?

Además ahora sin trabajo ya no podía volver a mi casa a no ser que solo fuera para recoger mis cosas. ¿Por qué? Porque si no entraba beneficio en forma de billetes a mi casa cuando estaba mi presencia en ella, yo era básicamente inservible. Ya me lo habían dicho más de una vez.

-No llegues tarde niña, o ya no tendrás trabajo. Nosotros te cuidamos mucho cuando eras pequeña, ahora tienes que devolvernos ese favor, ¿vale? Quiero ver el dinero en la cuenta esta noche, si no ya sabes que aquí ya no pintas nada. No nos decepciones hija, te queremos.- La última vez que me lo repitió mi padre fue por la noche y llegaba borracho. Entró a mi habitación a las cinco de la mañana.

Me puse las manos a la cabeza, intenté respirar hondo y tranquilizarme un poco oyendo las olas del mar y esas cosas de contar hasta tres y soltar el aire pero como no, algo, o mejor dicho, alguien en este caso, me tenía que interrumpir.

Sin RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora