De sueños y pensares

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Los clamores de la batalla recién ganada se extendían, por lo que la alegría, los sollozos de alivio, los llantos de tristeza, los vivas, los llamados de los medimagos, el rumor de los heridos y las voces en el castillo, el festejo, acompañaron a Hermione cuando de un empujón con ambas manos entró al despacho que fuera de Snape.

El impulso la llevó a chocar con la amplia mesa de trabajo, donde apoyó los brazos y dejó caer la cara, sollozando silenciosa, con sacudidas de los hombros.

-¡Severus... Severus...! –lágrimas rodaban por su cara, abatida.

El frío del despacho, creado por la desolación en torno, era mayor por la ausencia. Hermione se cubrió la cara, desesperada, los dedos en amas de árbol. Tenía sangre en las manos.

-Merlín, Merlín, no, no...

Carrera en los escalones, Ron apareció en la puerta.

-¿Qué fue eso con ese sucio asesino?

-¿Qué...? –la castaña no entendió y volteó hacia el pelirrojo.

-¿Qué fue eso con el maldito Murciélago? –se desquició- ¡Por fin nos libramos de ese sucio patán y asesino, y tú...! ¿Lloraste?

Aquello era el colmo, que le viniera a reclamar.

-Es el.... ¡no sé si te conozco! Además, ¡ves la tragedia que está pasando con mi familia y...! –hizo una mueca de dolor y reproche– ¡... tú...!

Hermione se limpió el rostro con ambas manos

-¡Basta! ¡Basta de ti! –gritó– ¿Qué imaginabas? ¿Qué después de tus innumerables torpezas, me dieras la mano y yo sonriera feliz de recibir esa limosna?

-¿De qué hablas? –él puso cara de desagrado– De nuevo...

-¡Eso, exactamente eso! –lo encaró– ¡Tu continuo desacreditarme, tus desaprobaciones! ¡Nunca fue bueno y yo me engañaba pensando que éramos afines porque tengo lo que tú no, pero basta! ¡Uno no se complementa desde las carencias!

Ron hizo la boca hacia un lado, arrugando la nariz de agresividad.

-¿Y qué hay con Snape? Yo vi cómo reaccionaste. Ustedes tuvieron otro tipo de trato. ¿Lo hiciste cuando yo estaba?

-No diré nada –bajó la voz, fastidiada.

-¡No, debes decirme! –se exasperó, con egoísmo y celos– ¡Lloraste como por nadie! ¿Estabas enamorada de él?

-¡Sí! –Hermione volvió a gritar– ¡Como nunca de nadie!

El pelirrojo palideció, desencajándose, abriendo mucho los ojos:

-¡Lo pagarás!¡No eres más que una mal...!

-¡Ten cuidado con lo que dices, Ronald Weasley! –lo señaló.

-¡... maldita traidora...! –se le acercó como si fuera a abofetearla.

El conjuro golpeó a Ron en la cara como mazazo que le sacudió el cuello, una cortina brillante lo azotó de frente y lo lanzó hacia atrás brutalmente.

Hermione bajó la varita y con la otra mano señaló la escalera.

-¡Lárgate! ¡Lárgate para siempre y de mi vida! ¡No quiero volverte a ver!

Ron, en el suelo contra la puerta del despacho, le dirigió una mirada de reprobación y desprecio, limpiándose la sangre de una orilla de la boca.

Se fue, alejándose con sus pasos en la escalera de caracol tapizada de escombros.

El ladrón del PensaderoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora