Parte 6

4 0 0
                                    

Las dos semanas siguientes trascurrieron de manera ligera y natural, había risas y una que otra broma de parte de Damián, los domingos me parecieron los días más hermosos, ya que estaba con los niños del orfanato, en especial, por que veía a mi angelito, múltiples familias venían a ver a los infantes, había desde bebés de semanas de nacido hasta chicos y chicas de 15 a 16 años, todos se les veía felices por el hecho de que podrían tener una familia, un papá y una mamá, o dos papás o dos mamás, nadie sabrá; entre Izanami y yo les enseñábamos a los niños de 5 a 6 años a identificar letras y contar hasta 20, cada que terminábamos las sesiones, los dejábamos jugar un poco en el patio del convento.

—Te vez mejor ahora que no está... Él— comenta la japonesa a mi lado, su voz sale de manera tan dulce y liviana, estábamos sentadas en una banca cuidando a los niños.

—Me siento mucho mejor, el simple hecho de tener a Damián cerca de mi y el saber que eres mi amiga, todo me es más sencillo— la sonrisa que le brindo es una de las más sinceras que jamás abre hecho.

Un grito de parte de los niños nos alertó, corrimos hasta llegar a ellos, veo a Sophie sobre el cuerpo de Damián, él la había protegido, de no ser por él, ella se habría lastimado, pero él, por el contrario, sus manos y rodillas están cubiertas de lodo y unas pequeñas manchas de sangre, sus ojos llenos de dolor me observan, me alarme y lo cargo para llevarlo a la enfermería.

—Izanami, revisa a Sophie, llevaré a Damián a la enfermería— solo asintió para que yo me retirara.

El camino hacia la enfermería era silencioso, mas que los pequeños sollozos de mi niño, al llegar a la enfermería, me pongo a lavar sus manos y rodillas, sus calcetas blancas quedaron con un color café y carmesí, se veía que le ardía, pero no decía nada, tallé con suavidad sus heridas, termine de curar sus manos y rodillas, no podía caminar a lo cual lo cargué.

—Hermanita ¿Fue correcto lo que hice?— su vocecita aguda y dulce resuena por el lugar.

—Sí, por que hiciste que Sophie no se lastimé.

—Entonces... ¿Nos debemos de lastimar por otras personas?

—No necesariamente, pero, si puedes hacer que la otra persona no se sienta mal, sin que tu salgas herido, lo puedes hacer.

—Esta bien hermanita— sus manos envueltas en vendas rodean mi cuello, yo solo sonrío mientras avanzo.

El silencio reino de nuevo y leves sollozos se escuchan de parte del pequeño; estábamos caminando por los largos pasillos del convento, escucho unos pasos a mis espaldas, se que puede ser cualquier persona, pero no quiero saber quien es, Damián me oculta en mi cuello, volteo y veo a Asmodeus, con esa tonta sonrisa de engreído, con esos ojos color ceniza, el aire golpea de forma tan leve su cabello que parece que lo está peinando, la luz del sol hace que se vea más dominante, me da ganas de abofetear ¿Razón? Odio que se vea tan bien.

Sin decir ni una sola palabra, le da un toque en la frente al niño en mis brazos y Damián cae dormido, aun con lagrimas por su rostro por el dolor que le provoco las heridas, se acorruca en mi cuello, creo que fue lo mismo que me hizo cuando nos conocimos.

—Tenemos que platicar sobre nuestro trato, invocaste a uno de los reyes del infierno, asi que, por ahora, solo estoy por diversión— cruza sus brazos por encima de su pecho, de un momento a otro dejo de escuchar sus pasos, me detengo y veo que estoy en frente de mi habitación.

—Solo dejo a Damián en mi cama para que duerma un rato...— entro y él me sigue, sin decir nada, se recarga en el lumbral de la puerta, arropo en la cama a Damián y salgo de la habitación —¿Qué es lo que quieres? Necesito respuestas sobre toda esta farsa de religión.

—Seria mucha información para un solo humano...— ese silencio no me daba buena pinta -Quiero o mejor dicho, requiero tu virginidad, pero como Nick se adelanto, tendré que llevarme una que otra alma pura para poder saciar mi hambre— sus ojos se iluminan al ver a Damián en mi cama, el cierra la puerta solo se escucha una risa leve de su parte.

—Estas loco.

—Querida mía, aún no me conoces.

—Y eso es lo que más me asusta... No te conozco.

—Por cierto, ya no me llames como Asmodeus, de ahora hasta que acabe este patético pacto, seré Michael, ahora, ya sabrás como gemir mi nombre.

De un momento a otro, me tenia contra la pared, una de sus manos estaba en un costado de mis caderas, con la otra mano levanta mi rostro, estamos a tan escasos centímetros que ese olor tan intenso a cigarro que lo caracteriza inunda mi nariz, puedo casi sentir sus labios, pero se aleja repentinamente, veo a lo lejos una madre superiora y lo único que él hace es meter sus manos dentro de sus bolsas, aclara su garganta y la madre se acerca con más velocidad.

—Es muy grato verlos que platiquen, Astrid, Michael, espero que se lleven bien, ya que él padre Nick, por ahora no esta, se fue a un retiro, regresa en dos a tres días— dice la madre superiora con un aire de preocupación, por mi que se muera el perro infeliz de Nick.

—Vamos Madre Jenni, ¿El padre Nick se podria tardar un poco más? Me gusta demasiado dar las misas y pues, si el llega, no voy a poder seguir dando misa.

—Hijo, tu las puedes seguir dando, ademas, supe de parte de las demas hermanas que eres muy bueno... ¿Con la lengua?— mis mejillas se ponen de un color rojo, el solo ríe por lo bajo.

-Pues, sí Madre, soy muy bueno con la lengua, me gusta mover los labios, ¿Qué le parece si me deja un momento con Astrid? Necesito consultarle unas cosas a ella.

La madre solo se fue, como si el la hubiera controlado, me tomo de la mano y me guió hacia la habitación donde estaba Damián dormido, me acorrala contra la pared de nueva cuenta, creo que tiene una manía por hacer eso, sin decir nada, solo me observa, sus ojos grises, empiezan a tornar carmesí, y ese destello de lujuria que alguna vez deje de ver, se encendió de nuevo, suspira sobre mi cuello y yo me quedo quieta.

—Necesito un alma para seguir aquí, tambien para que de algún modo sepas que hacer con él cerdo.

—¿Te podrías hacer a un lado y dejar de tener sexo con cualquier monja que se te cruce en el camino?— solté unas palabras ácidas, pero no le afectan en lo mas mínimo.

—¿Te molesta que no seas tu la que esta en mi cama?— Sonríe de manera socarrona, salgo de sus brazos para que me susurre algo —La muerte es mi amante y me dijo que pronto se va a tener que ir alguien, preciosa.

Lo tomo de la mano, salimos y caminamos en completo silencio, llegamos donde se encuentra Izanami, ella solo eleva una ceja y sus ojos me miran con picardía, solo me quedo al lado del demonio y la japonesa no duda en acercarse.

—Supe que el fue el que tuvo sexo con Marlene y Samantha- susurra por lo bajo.

—No lo se, solo no caigas en sus juegos— le susurro 

—Astrid... Esta muy bueno como para no caer— Solo ruedo los ojos y me río con ella, si bien, tiene razón, pero no lo queria admitir.




Un ángel caído   (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora