Parte 3

15 1 0
                                    

Salgo ya vestida, con mis prendas y mi rosario colgando por mi cuello, con impaciencia, camino por los pasillos de aquel convento, suspiro, mis manos tiemblan, solo se que si vuelvo a ver a aquel demonio me ira muy mal, ya sea de una forma de tortura o... Meneo mi cabeza, miles de escenas se proyectan en mi cabeza, mis mejillas arden de nuevo, respiro hondo y trato de mantener mis pensamientos íntegros.

-Maldito...- mis manos tiemblan, siento un frío debajo de mis pies, volteo y lo encuentro de nuevo.

-Asmodeus, ese es mi nombre, no "Maldito", "Demonio", "Infernal" o "Delirio"- hace las comillas con sus dedos.

-Cállate, no quiero saber tu nombre, no quiero escuchar tu voz, no quiero saber nada de ti- camino para desaparecer de su vista, pero escucho como sus pasos me siguen.

-Querida Astrid, ahora soy tu problema, tu me invocaste, tu tienes que aguantarme, tu tienes que hacerte responsable de todo, querida musa-

Su voz suena tan... Exquisita, suspiro y sigo caminando, el tan solo esta a mi lado, no pone ni un solo dedo sobre mi, eso me mantiene tranquila, una hermana de la iglesia se acerca, camina junto a nosotros, Asmodeus se muestra calmado, sus ojos cenizos están puestos al frente, no me mira y mucho menos a la otra monja que nos acompaña, sus manos van a sus bolsillos, solo se que el algún día me va a hacer llorar y no de la manera fea, para esto la hermana Rebecca rompe aquel silencio.

-Astrid, el sacerdote Nick te quiere ver, no se para que- dice llegando a la habitación del padre, Asmodeus solo me escanea con la mirada, yo de igual manera lo hago.

-No lo sé, voy a ver que necesita, gracias Rebe- le doy una sonrisa a ella, el demonio sin decir nada más, camina en dirección a la capilla.

Me quedo frente a la puerta, algo dentro de mi me insiste que no entre, pero sin importar eso, entro, me recibe un aroma a laurel y romero, Nick, un hombre de mediana edad, 45 años para ser exactos, robusto, de ojos miel, piel levemente bronceada, sonrisa cálida y en su rostro adorna unos anteojos, me indica con su mano sentarme en una silla frente a su cama, hago caso, mi estómago me empieza dar a malas señales, pero las oculto, sonrío y el me devuelve la misma sonrisa, se que el no me haría daño... O tal vez sí.

-Querida Astrid... Necesito decirte algo, quiero decirte que yo también te amo- ok, esa no me la esperaba, mi rostro detona por completo confusión y un poco de miedo, dejo que siga hablando, se acerca a mi de poco en poco- Te amo con locura, se que te estas guardando para mi, se que yo soy lo que tu quieres, que soy la persona que te hace gimotear en las regaderas, yo... Yo también hago lo mismo dedicado a ti mi amor.

Dejo que hable, lo mire con asco, vergüenza y un poco de enojo.

-Sacerdote Nick, perdone pero, creo que interpreto lo que dije o hizo alguna vez, yo... No quiero hacerle daño a nadie, no lo veo como un hombre- no se que le sucedió, mis focos de alerta están a tal gravedad que empiezo a sudar y ponerme ansiosa.

De un momento a otro, su mano me tiene presionando mi boca, la mano sobrante toma mis dos brazos, no se como lo hizo, pero me ató de las manos y me amordazo, esas alertas las ignore, sus dedos ya libres tratan de tocar la piel de mis muslos, un lágrima rueda por mi mejilla, Nick solo se dedica a respirar frenéticamente, cierro mis ojos y escucho lo que dice.

-Pequeña idiota, no quería hacer esto ¿Sabes? Eres hermosa, quiero tenerte para mi, y solo para mi- mete sus manos dentro de mi falda, trato de gritar, pero el trozo de tela está callando todo tipo de sonido que pueda hacer, trato de patearlo, pero mis esfuerzos son en vano, su cuerpo es mucho más grande que el mío, vuelve a hablar- Quiero saborear tu piel, quiero ver todas las expresiones que puedas hacer.

Su mano va directo contra mi zona íntima, empieza a frotar con brusquedad, sensaciones horribles empiezan a surgir de mi, las lagrimas se abren paso en mis mejillas, hace a un lado mis bragas para empezar a meter sus dedos, siento como algo escurre entre mis muslos, cierro mis ojos esperando despertar de esta pesadilla, los empieza a mover y suelto un grito, me duele demasiado, le ruego con la mirada que se detenga, pero el no va a ceder ahora, esta en su mundo, donde yo disfruto, pero en el mío, no es así, sigo luchando pero el con la mano libre, me da una cachetada.

-Maldita perra, si sigues haciendo la lucha, no saldrás viva-

Dicho esto, mi cuerpo se tensa, me siento tan incómoda, me arroja a la cama, escucho como se desabrocha su pantalón, me siento tan asquerosa, tan sucia, mis lágrimas no dejan de caer, en la cama veo una mancha de color rojo, es sangre, mi sangre, mi virginidad fue tomada por un ser despreciable, mi cuerpo es despojado de toda tela que cubre mi piel, el lobo vestido de oveja, se dedica a pasar su lengua por mis muslos limpiando cualquier rastro de sangre, me da tanto asco que solo trato de patearlo, pero el toma de mis tobillos y abre mucho más mis piernas, con muy poca delicadeza las agarra, en el momento en que mete su asquerosa lengua dentro de mi, dejo de sentir alguna sensación o algún golpe, lo único que el hace, es meter su miembro, mi alma y mente abandonan aquel cuerpo, mi cuerpo, el cual es mancillado por este demonio, mi mirada es vacía, mis lagrimas dejan de salir, mi alma es liberada, pero mi cuerpo aun es cautivo de aquel maldito profeta, este al terminar, me da una pastilla de emergencia, en ese momento, recobro conciencia.

-Mi amor, ¿Qué te costaba hacerme caso? Los dos lo disfrutamos, me encantas, pero esto no debe de salir de esta habitación, o si no, la madre superiora nos sacará de nuestro mundo- su mano toca mi rostro aun con restos de mi sangre, unas lagrimas amargas recorren con fiereza mis mejillas, mi cuerpo no reacciona, el se acomoda su ropa y se va.

Mi primera vez fue tomada a la fuerza, mi cuerpo esta hecho mierda al igual que mi ropa, lo único que hago es llorar, llorar y lo sigo haciendo, hasta que una sombra negra se hace presente, el se sienta sobre la cama en la que estoy, estamos aun en la habitación de Nick, con su mano limpia mis lagrimas, me alejo de el al instante que toca mi piel, me siento tan... Denigrada.

-Se que luchaste, pero tienes que cobrar venganza, no solo tu has sufrido, Vanesa, Claudia, Valeria, Fernanda, Teresa y demás chicas te nombraría, además... El me robo algo que era mio- dice mientras limpia por completo mis lagrimas, sus manos son heladas, chasquea los dedos y de nuevo todo es negro, pero un leve calor se hace presente a mi lado, antes de que me durmiera de nuevo, susurra- Tu virginidad era el precio de estar aquí maldita humana.

Un ángel caído   (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora