Jueves.

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Jueves fue distinto a Lunes, Martes o Miércoles.

Última clase del día y, no porque fuera aburrida, Dee se estaba durmiendo en matemáticas. Con la mente adormecida, los párpados pesados y su paquete de notitas color aqua en frente, pensó que sería lindo decirle hola.

Y entonces se vió, mientras hablaban de como despejar y, escribiendo con plumón negro un «hola» de punta a punta en la notita, con un delineado en las orillas y otros colores más aquí y allá. Y cuando estuvo completo, debatió si escribir un «Soy Dee.» arruinaría la notita.

No lo hizo.

La campana sonó. Guardó todo en la mochila excepto aquel hola escrito en papel, lo dobló cuatro veces y lo sujeto como sí la vida dependiera de ello. Salió, camino y contó los pasos hasta que comenzó asomarse en su visión la entrada de aquella tienda. Sintió el vértigo cuando llegó al cruze de aquella esquina.

El chico pelirrojo lo saludó y Dee, está vez, no le devolvió el gesto.

Se cruzó la calle lo más rápido que los malditos carros lo dejaron y, en vez de seguir recto como en las demás ocasiones, se desvío. Fue en su dirección y cuando estuvo ahí, le extendió aquel hola en papel aqua.

Él lo miro perplejo, casi extraño pero igualmente lo tomó. Dee no espero a que dijera algo para escapar de ahí. Se fue rápido, casi volando. Pero antes de girar completamente en la esquina, su mirada viajo hacía atrás para verlo una última vez en el día, y antes de irse por completo, pudo apreciar una sonrisa demasiado bonita.

El chico De La Esquina.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora