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Habían pasado exactamente cinco años, mi hermano no duró ni tan solo seis meses en Asgard, se marchó sin previo aviso y no le volví a ver el pelo. No tenía fuerzas ni tampoco ganas para buscarle, solamente esperaba que estuviese en el lugar en el que estuviese, fuese feliz, aunque llegué a pensar que él sufrió un poco más que yo, si es que eso era posible. Tardé algo más en marcharme de nuestro hogar, de verdad quería darles una reina, ya que la idea de que hubiese un rey ya había desaparecido, pero no lo soporté. Allí todos estaban tristes, desganados y sin una pizca de alegría, yo estaba igual y era por eso mismo, por lo que sabía que no podía reinar aquel sitio, ellos necesitaban a alguien que consiguiese sacarlos adelante y yo no era esa persona, no podía. Es por eso por lo que acabé abandonando Asgard y a todos sus habitantes, dejando al mando a uno de nuestros confidentes más fieles. Volví a la Tierra, resultó que había tenido una hijita muy simpática y con una gran sonrisa, la llamaron Morgan y la verdad, me llevaba muy bien con ella. Ver que Tony y Pepper habían superado todo lo que tiempo atrás habíamos sufrido todos, me hizo pensar que tal vez yo también podía, y aunque me costó, poco a poco logré volver a ser la misma, o casi.

Ahora me encontraba en un coche junto a él, íbamos camino a la mansión de los vengadores, al parecer, Steve y Romanoff habían contactado con él hacía uno o dos días para explicarles una nueva idea, una que le había proporcionado Scott, los viajes en el tiempo. Sorprendentemente, esa misma noche había resuelto la manera de viajar en el tiempo, algo que hasta ahora había sido imposible para todos los universos, o casi.

—¿Vamos a viajar en el tiempo? —él asintió—, podríamos estropearlo todo. Aún más de lo que Thanos lo hizo.

—O podríamos arreglar las cosas y traer a todo el mundo de vuelta, debemos intentarlo

—Eso dijimos la última vez que estuvimos todos juntos y mira cómo terminó —solté.

—Lo sé, lo recuerdo, ¿pero, no quieres al niño de vuelta? —me preguntó.

Me quedé en silencio, mi respuesta era obvia. Llegamos a la mansión y nos recibió Steve. Él y Stark hablaron, no entendí demasiado bien lo que decían, pero sé que hablaban de los viajes, le explicó que lo había arreglado. Tony le comentó sus tres prioridades: Recuperar lo que perdimos, conservar lo que encontró y no morir en el intento.

Me llevé las manos a la cabeza al escuchar eso último, una visión sobre el futuro venía hacia mí, nunca antes había sentido dolor al pasarme algo así, pero esa vez era distinto, supuse que porque en esos años había perdido parte de mi fuerza viviendo como una humana común. En esa visión me mostraban a Stark, en su puño se encontraban las seis gemas, eso quería decir que ganábamos, pero por alguna extraña razón todos estaban serios y asustados, lo entendí entonces. Ningún ser humano, e incluso muchos que no eran humanos, no tenían la fuerza suficiente como para controlar esas seis gemas, ellas podrían terminar con la vida de cualquiera y si era Tony quien las tenía, solo significaba una cosa, él iba a morir. Entonces sus dedos chasquearon, todo seguía igual, nadie había sufrido nada, pero el mayor había muerto, estaba en el suelo tirado y su corazón ya había dado un último latido.

Volví a la realidad, estaba presionando fuertemente ambos lados de mi cabeza sin quererlo mientras gritaba de dolor, como si esos dos actos fuesen a hacer que estuviese bien. Steve y Tony intentaban separar mis manos de la cabeza para evitar que me lesionase más mientras me preguntaban entre gritos, que me sucedía. De pronto ese dolor finalizó, y junto a él mis gritos y la presión que yo misma estaba provocando. Me quedé perpleja, mirando directamente al frente, pensando en cómo podía ser que estuviese sintiendo dolor con algo que para mí era algo común. Entendía que tal vez había perdido algo de mi fuerza al no utilizar mis poderes, pero ese dolor era demasiado exagerado para que ese fuese el único motivo.

—¡Freya! —gritó Stark sacándome de mis pensamientos—, ¿qué ha pasado? —preguntó preocupado.

—Nada.

—No nos mientas, ¿por qué sentías dolor?

—¡No es nada! —repetí cansada—, dejad de preguntarme, no quiero hablar sobre ello.

Sin decir nada más sobre el tema, Stark sacó el escudo del capitán y se lo entregó, este le dio las gracias. Entramos dentro y me acerqué a la cocina a por un vaso de agua, cuando de pronto escuché el motor de una nave acercarse, era el mapache, Rocket, con la hija de Thanos. El animal se acercó a mí, me sorprendía verle contento de verme, apenas habíamos tenido relación y en estos cinco años no había sabido absolutamente nada sobre él.

—Me alegra verte —dijo sonriendo—. Ahora tenemos que irnos.

—Acabo de llegar.

—Yo también, ¿y qué?

—¿A dónde quieres que vayamos? —pregunté.

—A buscar a tu hermano.

—¿A Thor? —cuestioné sorprendida.

—¿Es que tienes otro hermano?

—Lo tenía —susurré para mí misma—, vamos a por Thor.

Nos subimos de nuevo a su nave junto a Banner, quien ahora era una mezcla con Hulk, era verde y grande, pero actuaba como Bruce, como una persona normal. Preferí no hacer preguntas y centrarme en encaminarnos a la búsqueda de mi hermano, me ofendió saber que el pequeño si sabía dónde estaba y yo no. Después de aterrizar la nave nos montamos en una camioneta hasta llegar a un pequeño pueblo, parecía algo apagado y no habitaba demasiada gente. Ese lugar se llamaba "Nueva Asgard", era tan irónico como insultante para nuestro hermoso y divino hogar.

—Eso no tiene nada que ver con los palacios dorados y los martillos mágicos —comentó Rocket bajando de la camioneta.

—Ten un poco de compasión. Primero perdieron Asgard, luego a la mitad de su pueblo, son felices con un hogar.

—Eso no es cierto, no perdimos Asgard —le interrumpí—. Thor se marchó sin despedirse porque no soportaba ver cómo estaba nuestro hogar y no quería reinar, me dejó sola. Y tiene razón, esto no se puede comparar al lugar del que provengo.

—No deberíais haber venido —habló la Valkiria—, no os recibirá.

—¿Tan mal está?

—Solo lo vemos una vez al mes, cuando viene a por provisiones —la chica miró unos barriles de cerveza que había cerca.

—No puedo creerlo, encima de abandonar nuestro pueblo ahora es un borracho —dije molesta.

Fuimos hasta la casa, abrí la puerta de una patada y nos adentramos en ella. Llamé a mi hermano de un grito furioso y lo busqué por todas partes, se escuchó su voz por alguna parte de la casa, estaba en el salón y no dudé en acercarme rápido.

—¿Vienen por lo de la tele? —preguntó con voz ebria el rubio—. El canal de cine no se ve desde hace dos semanas, y los deportes se ven borrosos.

Me fijé en todo aquel lugar, estaba sucio y viejo, se notaba que no habían hecho limpieza desde hacía meses, temí pensar que tal vez habían pasado incluso semanas. Había botellas de cerveza vacías a montones y también las había llenas en un bol con hielo, mi hermano se acercó a ellas y cogió una para beberla. Había sentados en el sofá un par de criaturas extrañas a las que no había visto nunca, una comía pizza mientras la otra jugaba a videojuegos.

—¿Thor? —soltó dudoso Hulk, aunque estaba claro que era él.

EL FIN DEL UNIVERSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora