Capítulo 3.

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Juliana estaba sentada encima de las hermosas piernas de Valentina mientras la besaba sensualmente. Ambas se encontraban en la casa de la Alfa, descanso en el impecable sofá de la madre Omega de Valentina.

Un carraspeó llamó la atención de ambas, logrando que Valentina se avergonzara y por ende se sonrojara, mientras tanto Juliana solo había elevado una de sus cejas para mirar interrogativa a la madre de la Alfa.

—¿Qué? —pregunto, le era imposible todavía leer las expresiones faciales de su suegra.

Lucia solo negó con la cabeza y señaló a Juliana haciendo referencia de su mala educación.

—Podrías bajarte de mi hija para que podamos hablar con formalidad, sin que le metas tu lengua a la boca cada cinco segundos a Valentina —Lucia se cruzó de brazos, esperando que Juliana acatara la orden.

Algo que no sucedió. Obvio está, porque la Omega solo se había encogido de hombros.

—Lo siento señora Lucia, pero me temo que tengo una debilidad por su hermosa hija, y no es fácil para mí que me afecte tanto caer ante tal perfección. Así que no, no me pienso bajar de ella, quieras o no, vamos a hablar así —beso una vez más a una Valentina sonrojada que pedía disculpas con la mirada a su madre.

Lucia había suspirado, derrotada por novena vez en la hora que han estado ahí sentadas.

Esa Omega era un hueso rudo de roer, si no era Valentina quien le daba órdenes esta no le hacía caso absolutamente a nadie.

—Bien —Lucia volvió a carraspear para que Juliana volviera a dejar de comerle la boca a Valentina, la Alfa que se dejaba hacer todo por la Omega menor. —Como te iba diciendo, tienes que mudarte a casa con mi Valentina. No es de mi agrado que seas una maleducada que no sigue mis órdenes, pero por mi Valentina lo aceptaré.

Juliana dejó de besar a Valentina para mirar a Lucia y frunció su frente irritada, ¿que ella era una maleducada?

—Si no te agrado, ¿por qué me quieres tener en tu casa? —Juliana se volteó dramáticamente para enterar su rostro en el cuello de Valentina.

Logrando que Carvajal instintivamente le gruñera a su madre. Y Lucia miró indignada a Valentina, esa Omega atrevida que ha logrado cambios en su cachorra.

En cierta manera estaba contenta de que una Omega amara tanto a su hija, pero que fuera Juliana era el problema.

—Solo quiero evitar que mi hija se la pase gruñendo y haciéndome rabieta por no dejar que viva contigo, así que mejor vive tu aquí —concluyó Lucia por fin. La Omega mayor tenía cosas mejores que hacer que estar observando como esa Omega descarada manoseaba a su hermosa gordita.

Juliana dejó de besar las mejillas rellenitas de Valentina para observarla a los ojos. —¿Eso es cierto, gomita? ¿Quieres que viva contigo?

Y para el descontento de su madre, Valentina asintió eufórica.

Quería tener a Juliana en su habitación, su territorio, en su cama, desnuda, todas las noches.

—Entonces, si mi hermosa gordita lo quiere, yo me quedo aquí —Juliana beso los labios de la Alfa. —Para llenarla de mucho amor y alimentarla las veces que ella quiera —le dio otro pico. —Además así tendrá más oportunidades de llenarme con sus crías.

Un jadeo sorprendido se escuchó en la sala, ahora la dramática era Lucia, quien se había puesto de pie para señalar a ambas. Valentina se había encogido de hombros por la posible reprimida que recibiría, pero Juliana la había abrazado y gruñido a Lucia haciéndola retroceder dos pasos. Juliana era toda una protectora cuando se trataba de su Alfa gordita.

—¡Valentina es virgen! ¿Cómo te atreves a insinuar algo así? —esa fue Lucia, modo mamá sobre protectora.

Pero lo que no sabía era que Valentina ni por asomo se acercaba más a esa definición. Había visto tantas veces desnuda a Juliana que no podía contarla con los dedos de las manos, además dedica más tiempo en follar con la Omega, que estudiar.

Así que su madre no tenía por qué saberlo.

Pero Juliana tenía que salir de bocaza.

—Ay por favor Lucia, no seas una mojigata. Sabes perfectamente que Valentina ya me follo por la manera en la que huelo —Juliana ahora cepillo su nariz con la de Valentina haciéndola reír.

Ambas escucharon el sonido de una puerta siendo azotada con fuerza y ahí supieron que Lucia se había retirado con muy malas pulgas.

—¿Ahora que le diremos a tus hermanos, pequeña? —habló Valentina, poniendo sus manos rellenitas en la cintura de Juliana con vergüenza.

Le emocionaba tanto tocar a la Omega.

Juliana había chasqueado la lengua, encogiéndose de hombros le restó importancia. —Déjame a esos hijos de perra a mí. Ya veremos quién le da órdenes a quien.

Valentina solo asintió, aún feliz de que Juliana se mudara a vivir con ella. Hasta el momento la Omega era lo más bonito que le había pasado. Juliana era completamente cariñosa con ella, la mimaba, la consentía y satisfacía en todo.
Todo lo contrario cuando se traba de otras personas, ahí la Omega se comportaba tan grosera que a veces olvidaba su jerarquía sumisa.

Pero de sumisa no tenía nada, bueno... Solo con Valentina.

Ambas tenían una relación oficial con varios meses transcurridos. La primera vez que Juliana se le había confesado a Valentina, la Alfa había estado escondiéndose de ella, asegurando que la Omega le faltaba un tornillo por que no podía estar cuerda con sus gustos.

Pero poco a poco Valentina se fue rindiendo, logrando aceptar el cortejo de Juliana. La Omega tuvo la valentía y el coraje de expresarles su petición de poder cortejarla y prometiéndole que la haría feliz si le daba la oportunidad de conocerla.

Fue vergonzoso para una Alfa como Valentina, que una Omega la estuviera cortejando en vez de ser al revés la cosa. Pero estuvo bien, mientras Juliana le cortejaba con cariño preparando para ella comida y postres, Valentina no tenía problema alguno en aceptarla.

Y poco a poco con la manera de tratarla, Juliana se había ganado el corazón hermoso y bonito de la Alfa. Permitiendo que ambas llegasen a tener una gran confianza para dar inicio a una relación.

Y fue en el baño del instituto que llevaron a cabo el primer apareamiento de enlace juntos, haciendo oficialmente de lazo.

Valentina oficialmente tenía una Omega a cargo, una compañera que la mayoría de las veces la dejaba en claro lo mucho que la amaba y que por más que ella quisiese dejarla, la Omega nunca la dejaría ir.

Por qué Valentina era suya, su gordita.

—Juls...

Juliana la calló tapándole esa deliciosa boca que tiene, negando con la cabeza.

—No cariño, ya me convenciste. Llévame a tu habitación y rómpeme el culo con esa perfecta polla que tienes.

—¡Juliana Valdés! —alguien había gritado.

Y la nombrada solo rodó los ojos.

Observando a una sonrojada Valentina que yacía excitada por las obscenidades que expresaba.

—Ay no. Ya llegó tu padre.

Yummy |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora