De pronto, todo el ruido del lugar había desaparecido. Parecía que solo estábamos mi hermano y yo, sentados en una mesa junto a la ventana, fuera de ella, la gente pasaba sin siquiera mirarnos, por un momento, era como si no existiéramos.
—Entonces, ¿qué haces aquí, Seok Jin?
La voz de YoonGi sonaba algo ronca, tal vez así era y no lo recordaba, y a pesar de que sonaba a que me estaba regañando, no me importó, había echado de menos su voz, su presencia.
—Creo que sabes la respuesta —aparté mi vista de su rostro y llevé la taza de café hasta mis labios.
Solo hasta ese momento me di cuenta de que tenía los nudillos casi blancos, pues no había soltado la taza desde el momento en que la colocaron sobre la mesa.
—Yo creí que no había nadie más estúpido que yo en la familia —murmuró YoonGi, soltando un suspiro pesado—. ¿Cuándo llegaste?
—Hace dos días —me apresuré a responder—. Papá me dio…
—Sé muy bien lo que te dio papá, Seok Jin. Lo he vivido en carne propia, ¿recuerdas?
Su tono tan cansado y pesado me hizo guardar silencio. A plena vista se notaba que YoonGi no era feliz. Su mirada me decía que había cometido la peor estupidez de mi inmortal vida. Asentí, llevando de nuevo la taza a mis labios, clavando la vista en el fondo de la misma.
Un nuevo suspiro salió de YoonGi, cuando lo miré, él veía por la ventana. Su rostro girado hacia la izquierda dejó a la vista una pequeña mancha en su cuello blanco, con más atención, pude notar que era un tatuaje; un rayo rodeado de ramas de olivo.
—La marca de papá —hablé en un murmuro.
YoonGi se llevó la mano a la marca, sin girar su rostro.
—Apareció un día después de… —su voz se volvió casi inaudible al terminar de hablar—, perder mi inmortalidad.
Sentí una ligera opresión en el pecho. El dolor en las palabras de mi hermano se coló en mi ser por un segundo, pero algo me decía que el dolor que yo sentía no era ni una mínima parte de lo que él sentía.
—No quiero que pases lo mismo que yo, Seok Jin —mi hermano bajó su mano y volvió su vista hacia a mí—. Pero ya estás aquí, así que solo me queda desearte suerte. En cualquier caso, sabes dónde encontrarme.
Le sonreí agradecido, dejando de una vez la taza sobre la mesa; ya no había contenido qué beber.
—Gracias hermano, espero verte seguido mientras esté aquí.
YoonGi cerró sus ojos, expresando una ligera sonrisa, mientras asentía con la cabeza.
—Me dio gusto verte, enano.
Solté una risa ante su comentario.
—Hermano, te fuiste hace mucho y crecí más que tú.
Me puse de pie, dejando en evidencia que era más alto que él. La última vez que lo vi, yo le llegaba al pecho…
—Eso no quita que sea tres años más grande que tú.
Mi sonrisa creció aún más.
—Eres tan viejo, ¿Aún te funciona la rodilla?
Esta vez quien soltó una risa fue él, dejando a la vista su dentadura tan típica y tierna de él.
—Me funciona perfectamente, tanto que puedo pagarte tan duro como quiera.
Las risas entre los dos eran bastante cálidas. Había extrañado demasiado a mi hermano y me alegraba demasiado tenerlo así de nuevo.
Luego de un par de minutos entre risas, YoonGi se puso de pie, volviendo a su expresión seria.
—Hora de volver al trabajo —anunció y en ese momento todos los ruidos del lugar volvieron, provocándome un ligero mareo.
Lo miré incrédulo, pero el parecía de lo más tranquilo.
—¿Tú hiciste eso? —pregunté, mirando a mi alrededor.
YoonGi asintió con la cabeza.
—Nadie podía escuchar nuestra conversación, así como nosotros no los escuchábamos a ellos.
—¿Y cómo lo haces?
Él se encogió de hombros.
—Lo aprendí hace unos años, me gusta tener un poco de paz aún cuando estoy en el trabajo.
—¡Jefe! —un grito se escuchó desde la barra donde se atendía a los clientes—. ¡Me voy a comer!
El chico sacudió su mano en dirección a YoonGi, despidiéndose. YoonGi le mostró el dedo pulgar.
—¿Eres el jefe?
Su mirada volvió a mi, se acercó un poco y susurró.
—El dueño, pero nadie aquí lo sabe —se llevó el dedo índice a su boca y sonrió ligeramente—. Bueno, me voy. Son treinta y cinco del café.
Mi boca se abrió de sorpresa.
—Soy tu hermano, ¿No es gratis?
—La casa pierde, enano —y se fue, colocándose su gorra del uniforme para colarse al otro lado de la barra, donde comenzó a atender a los clientes.
Con una sonrisa en el rostro, busqué a Nam Joon y JiMin. Su mesa no estaba lejos, así que fui hasta ellos, tomé asiento bajo las atentas miradas de los dos.
—¿Lo conoces? —preguntó JiMin con curiosidad.
—Es mi hermano.
La cara de confusión de JiMin se acentuó.
—Pero él es Min y tú eres Kim.
Aquello me tomó por sorpresa, habíamos hablado tan poco que no tratamos temas como esos. Y si lo pensaba bien, no habíamos hablado absolutamente de nada.
—Somos muy amigos, por eso le digo hermano —dije, siendo la única idea que se me ocurrió.
En el transcurso de los dos días que llevaba en la Tierra de los humanos había escuchado muchas veces algo como eso, así que era buena idea.
JiMin pareció satisfecho. Siguió tomando de su café y charlando con Nam Joon.
Me sentí ligeramente aliviado de que me hubiera creído, pero la sensación de culpa persistía por haber mentido.
Pasamos un par de horas hablando mientras comíamos. En realidad, solo hablaba JiMin porque no Nam Joon ni yo cruzábamos palabra alguna.
—Entonces —siguió JiMin—. ¿Qué curso de Historia Griega te tocó Nam?
Él se encogió de hombros, como si no le importará demasiado.
—En el de Seok Jin.
JiMin sonrió, dando una palmada en el aire.
—¡Eso es genial! Ahora podrás pasar el curso, Joonie.
Nam Joon realizó una mueca que pretendía ser sonrisa.
JiMin iba a decir algo más, pero el sonido de su celular interrumpió. Si cara cambió completamente al ver el identificador de llamadas y sin dudar respondió.
—¿Si mamá? —esperó unos segundos—. Pero ¿esta bien? —suspiró aliviado —. Okay, en un rato llego, te quiero.
JiMin dejó lo que estaba comiendo, guardó su celular y se puso en pie.
—Lo siento chicos, tengo que pasar a comprar una medicina antes de ir a casa y si no me voy ahora, no alcanzo la farmacia —sonrió, sacando su billetera. Juntó dinero y lo dejó sobre la mesa—. Aquí está mi parte. Los veo mañana.
Y con un gesto de su mano se despidió, saliendo por la puerta tan rápido cómo pudo.
Suspiré, sintiendo un ligero vacío. ¿Cuándo iba a poder pasar más tiempo con él? El tiempo se agotaba y no podía perder así como así. Tenía que ingeniarme algo para poder hablar más con él, que me conociera y le permitiera enamorarse de mí.
Mi vista se enfocó en Nam Joon, que miraba por la ventana del lugar. Él era mi principal rival y tenía que buscar un modo de alejarlo de JiMin.
Respiré profundo, tratando de reunir el valor suficiente para lo que iba a pedir.
—Nam Joon —él se giró hacia a mí—. JiMin se fue y no pude darle mi número, ¿Me podrías dar el suyo, por favor?
Nam Joon sonrió de lado antes de girar su rostro hacia la ventana.
—¿Realmente crees que te lo voy a dar? Lo que quieres es conquistarlo y déjame decirte que yo llevo intentándolo desde hace mucho.
El enojo que sentía en ese momento me hizo hablar, yo no siquiera lo pensé, las palabras simplemente brotaron de mi boca antes de quererlo, sin pensar en las consecuencias.
—Y si no lo has logrado, es por algo.
En su rostro se reflejo un atisbo de dolor, lo cual me hizo saber que mis palabras no estaban bien. Le había hecho daño y no podía solucionarlo, pero lo cierto era que él me provocaba primero. No era excusa, pero no iba a dejar que siguiera actuando así.
Nam Joon no dijo nada más, se puso en pie y comenzó a caminar hacia la salida. A diferencia de JiMin, él no dejó dinero para pagar su parte.
—¡Oye! No has pagado —le grité, pensando que tal vez se le habría olvidado.
Él no se giró, siguió caminando y al llegar a la puerta se giró hacia mí, elevó su mano y asegurándose de que lo veía, me sacó el dedo medio antes de salir por completo del lugar.
Solté un bufido, sintiéndome ofendido. Nam Joon se portaba mal conmigo y yo tenía que pagarle su comida. Increíble.
Yo: 1 ; Nam Joon: 2
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Trivia 承 Love [ NamJin ]
FanfictionSeok Jin es un Dios, hijo de Zeus, que tras años de espiar a Park Jimin a través de un espejo, decide bajar a la tierra de los mortales para conseguir su amor. Sin embargo, no todo es gratis y Seok Jin tiene los días contados para que sus sentimien...