Capítulo 4

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Tragué saliva y respiré hondo armándome de valor y esperando que no me temblara la voz al hablar.

-Lo que es de mala educación es hacer esperar a una mujer que te invita a cenar.- ¿Me había llamado monstruo? ¿Quién se creía?- Pero bueno, supongo que tanto tiempo alejado de la sociedad ha mermado tus modales.

Puso los ojos en blanco al tiempo que se separaba de la puerta y se iba a sentar a su sitio. Lo seguí con la mirada y una vez que se sentó y empezó a comer yo hice lo mismo.

-Buen provecho, por cierto. – Levantó momentáneamente la vista de su plato cuando le hablé, asintió en mi dirección y siguió comiendo. Así que no tenía pensando hablar... Bueno, pues yo sí que la tenía.

-¿Por qué has salido hoy?- Era una de las preguntas mas inofensivas que rondaban mi mente. Adopté una postura indiferente pero estaba ansiosa por su respuesta.

Dejó de comer para mirarme por un rato con una expresión de confusión en su rostro. Cruzó los brazos encima de la mesa y se inclinó ligeramente apoyándose en ellos.- ¿No era lo que querías?

Iba a tener que ser más específica.-Pero, ¿Por qué hoy? Bueno, en realidad ayer. Llevo viviendo aquí más de un mes y no te habías dignado a aparecer hasta ahora, mucho menos a hablar. – Frunció el ceño momentáneamente enfadado para luego dejar paso a una pequeña sonrisa torcida.

-Necesitaba saber quién estaba haciendo ese espantoso estruendo en mi precioso piano.- Pude ver como se estaba aguantando la risa, estaba jugando conmigo. Continuó comiendo antes de añadir. – Además, de todas las preguntas que puedes hacerme, ¿esa es la qué te interesa? ¿No deberías estar agradecida de haber conseguido que saliera?

Sería creído. Era cierto, pero no tenía que decirlo ni con ese tono ni con esa estúpida sonrisa en su casa. Además, yo no había hecho ningún estruendo, pero no le daría el gusto de seguirle el juego. Si él podía decir cosas sin sentido, yo también.

-¿Agradecida de que salieras? ¿Por qué debería estar? Que empieces a aparecer por aquí va a quitarme privacidad.- Solté un suspiro fingido antes de continuar.- Ya no podré pasearme desnuda por la casa.- dije esto mientras me levantaba e iba a la encima a depositar el plato para controlar la expresión de mi cara antes de que me viera.

Sentí el ruido de la silla al deslizarse hacia atrás y en un abrir y cerrar de ojos Natsu me había dado la vuelta y me había colocado entre su cuerpo y la encimera. Tenía la cabeza ladeada y estaba un poco inclinado para mirarme.- Tú no te paseas desnuda por mi casa.

Tuve que tragar saliva nuevamente, sentía su cuerpo demasiado cerca del mío. Pasar de no verle a tenerlo a unos cuantos centímetros me estaba abrumando.-Bueno, no puedes saberlo, nunca sales ¿no? Ahora por favor apártate. Tengo cosas que hacer.

Soltó un bufido pero se aparto y se encaminó hacia la salida. Lo detuve con una voz. –Hey!, ¿A dónde crees que vas?-Paró en seco y mi miró por encima del hombro para responderme.

-¿Salgo para cenar y ya tengo que darte explicaciones de lo que hago?- caminé para adelantarlo y me giré cuando llegue a la puerta. No podía contener la sonrisa de mi cara.

-No, no me importan tus asuntos. Pero, te toca fregar y limpiar la cocina. Yo llevo haciéndolo un mes.- Se quedó parado por un momento sin saber que responder.- Ah! Y no te preocupes, me vestiré a partir de ahora. Después de tanto tiempo encerrado no quiero ni pensar en que reacción tendrías ante la visión del cuerpo de una mujer totalmente descubierto.

Se le desencajó la mandíbula y abrió los ojos como platos, parecía a punto de atragantarse. Salí de la cocina y no pude evitar una carcajada mientras iba a mi habitación.

Sin embargo estaba deseando ver a Natsu de nuevo. De hecho, esperaba verle todos los días. Después de tanto tiempo sola era agradable tener a alguien merodeando de vez en cuando y poder hablar, eso sobre todo. Me di una ducha y me sequé el pelo pensando en todo lo que había pasado hoy. Tendría que llamar a sus padres para contarles que Natsu había salido, aunque mejor esperar a ver si era de continuo o había sido solo por hoy. Mientras me ponía el pijama que consistía en unos pantalones cortos y una camiseta negra empecé a preguntarme si no me habría pasado. Era la primera vez que hablábamos y había sido una borde y encima me había reído de él utilizando su encierro.

Me mordí el labio mientras abría la puerta de mi habitación para ir al salón a ver una película. Tendría que pedirle perdón, pero ya era tarde así que lo haría mañana.

Sin embargo, cuando estaba en el pasillo me encontré con Natsu que subía las escaleras. Iba descalzo, vestía un pantalón gris de cintura baja, tenía el torso al descubierto e iba jugando con una especie de zumo. Esa imagen me dejó clavada en el sitio y sin poder apartar la mirada. Ya había notado que Natsu estaba trabajado, pero esto superaba mi imaginación. Podía ver como se le tensaban y contraían los músculos mientras caminaba, deslicé la vista desde su pecho hasta su abdomen decorado con unos perfectos abdominales hasta que mi vista se trabó en las hendiduras de su cintura.

Todavía estaba mirándole embobada cuando llegó al final de las escaleras y giró su cabeza en mi dirección. Mierda! Me había pillado mirándole descaradamente. Y por si fuera poco en cuanto su vista se posó sobre mí note como el calor subía hasta mis mejillas.

Sacudí la cabeza y reanudé la marcha hacia el salón con toda la intención de ignorarle. Solamente había sido la sorpresa de verlo de esa manera, no era para tanto. Pero cuando pasé por su lado, antes de poder poner un pie en el escalón sentía como agarraban mi brazo y me daban la vuelta.

Natsu me había pegado completamente a su pecho y tenía su cara al lado de la mía. Se me pusieron los pelos de punta cuando sentí su voz en mi oído.

-Si una rubita extraña puede andar desnuda por ahí a sus anchas también puedo hacerlo yo en mi propia casa ¿no crees?- dicho esto se separó y se dio la vuelta y se fue.

-Es Lucy idiota! –le grité con la cara totalmente roja a su espalda y me fui. Bajando las escaleras escuché como se reía.

Se reía de mí. ¿En qué había estado pensando? ¿Pedirle perdón? Y una mierda!

Al borde de la desesperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora