Day 4

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Confession



Estaba loco, sinceramente. Pero por él.

No podía contar la cantidad extrema de cigarrillos que descansaban en el cenicero, ni las cajetillas hechas bolitas en el suelo. Los nervios le estaban jugando muy en contra y Sanji no sabía otra forma de aplacarlos que fumar su cuerpo en nicotina.

El humo comenzaba a subirse a su cabeza, mareándolo pero poco le importaba. Faltaban solo media hora para que Luffy llegara a su hogar, pues hace un par de días habían acordado pasar la noche juntos. Sanji y Luffy eran más cercanos de lo que el resto creía, dejando algunas noches al azabache dormir en su hogar o al rubio en la suya. Pero con el pasar del tiempo Sanji comenzó a sentirse diferente cerca suyo.

Esperaba ansiosamente verle sonreír o verle llegar al Baratie le aceleraba el corazón. Su risa cada vez le parecía más hermosa y aquella oscura mirada se le calaba en el pecho. Y no quería mencionar las últimas noches en la que había fantaseado con el pelinegro, siendo él completamente dominado por aquel tonto chico.

Todos aquellos sentimientos mezclados le aterraban a cierto punto. Es decir, se había enamorado de su mejor amigo y le parecía una locura. ¿Como iba a enamorarse de él? ¿De un hombre? Aunque aquello lo pensaba muy poco, su corazón latía por el hecho de ser Luffy, no el hombre Luffy.

El último cigarrillo que le quedaba estaba dando sus últimos suspiros y el rubio decidió que era tiempo de limpiar un poco, y airear la casa. Abrió las puertas del pequeño balcón y barrio el suelo, limpio también la mesa de centro y tiro todo rastro de nicotina a la basura. Vio el reloj de su muñeca como las cuatro de la tarde eran marcadas por las agujas, y esperó que en cualquier momento la puerta se abriera.

Porque si, Luffy también tenía llaves de su hogar.

El rubio comenzó a preparar algo rápidos para picar y algunas bebidas frescas, ya que el tiempo estaba caluroso. Su short y camiseta eran lo suficientemente holgados para no sentir calor, y aunque rara vez lo hacía, recogió la parte superior de su cabello en una colita dejando expuestas sus dos peculiares cejas.

El sonido de la puerta cerrarse de golpe, lo sobresaltó y miró desde la cocina al estrecho pasillo que daba a la entrada.

—Estoy en casa.

Oh, y el sonido de su voz.

—Bienvenido de vuelta.

Luffy quito rápidamente sus sandalias y corrió hasta el rubio para abrazarlo y hundir su rostro en su pecho. Olía a tabaco y agua marina, en cambio para Sanji; Luffy olía como al sol.

—¡Oh, ten! —Luffy se separó del rubio buscando algo en una muchila que no había notado hasta ahora, y el rubio volvió a respirar—. Ace y Sabo agradecen la comida.

—No hacía falta devolverlos. —dijo Sanji, tomando una bolsa de diez bentos ya limpios—. Tengo muchísimos aquí.

—Lo se, pero Sabo insistió en regresarlos.

Entraron a la cocina dejando la bolsa sobre la isla, lo arreglaría después cuando Luffy se fuera. Porque estaba seguro de que se iría después de lo que tenía planeado.

No quería darle muchas vueltas y aunque preferiría guarde el secreto hasta morir, no podría vivir consigo mismo. Estaba siendo egoísta pero no quería tener que arrepentirse de no haberlo hecho.  

LuSan Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora