Capítulo 2: La idea

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Literalmente estoy corriendo en tacones, con un vestido lo bastante ajustado para que sea complicada la tarea.

Decidí ocupar un vestido, ya que como voy tarde, pensé que sería más fácil ponerlo y no tendría que pensar que ponerme y hacer que todo combinara. Solo me puse un vestido de color Beige, con zapatos del mismo color y una chaqueta blanca. Soy abogada, así que la apariencia es muy importante.

Tengo una reunión con un cliente a las 10, pero quería prepararme antes de la reunión y además adelantar algo de trabajo. Pero viendo que son las 8:50 de la mañana, creo que será muy difícil lograr hacer todo.

Llego a la oficina y saludo a Anna, la recepcionista y mi mejor amiga.

– El jefe dijo que apenas llegaras fueras de inmediato a su oficina. – Dice Anna apenas la saludo. – Esta enojado.

– ¿Qué tan enojado? – Respondo con nerviosismo.

– Un... 7 más o menos.

– Bueno, no es tan malo. Gracias por avisarme. – Me despido y me dirijo a la oficina.

Anna es muy agradable. Una hermosa pelirroja con unos grandes ojos café, es baja de estatura, pero con un gran corazón. Tan grande que cada mes tiene un nuevo novio, y cada mes le rompen el corazón.

Ella es diferente a mí. Yo soy alta, con piernas largas, pero tan incomodas que jamás logro encontrar los pantalones perfectos, porque todos me quedan cortos. Tengo el pelo castaño al igual que mis ojos. Y soy la persona menos enamoradiza del mundo. No porque no me guste la gente, solo que soy muy reservada y la mayoría de la gente se aburre antes de que yo logre abrirme con ellos. Los comprendo de alguna manera, creo que nunca me ha gustado tanto alguien como para hablar de mis cosas.

Anna y yo somos amigas desde que llegue hace 2 años. Es muy amable y creo que soy la única persona que está dispuesta a escuchar sus dramas amorosos. Además, ella es la única persona demasiado paciente que espero a que me abriera con ella.

Vuelvo a la realidad y toco la puerta de Stephen Lawrey. Es uno de los socios de este buffet de abogados. Abrió este buffet hace un tiempo con sus amigos, pero todos ellos jubilaron, menos este viejo gruñón. Es muy simpático y le tengo mucho aprecio, el me contrató y creyó en mi cuando mi experiencia era casi nula, y siempre se lo agradezco. Pero cuando está enojado... Da miedo.

– Pase –. Escucho que grita.

Con temor entro a la oficina y pongo mi mejor sonrisa.

– Hola Stephen. Lo siento, sé que llego tarde, pero me quede dormida y por los ruidos de mi vecino de al lado – digo atropelladamente – y está mañana desperté tarde y cuando trataba de salir me lo tope y tuvimos una discusión y...

– Ok, ya cálmate. Me confundes.

– Lo siento. – Bajo la cabeza con vergüenza.

– Escucha tengo dos cosas que decirte. – Levanta dos dedos para enumerar. – Lo primero es que tengo un nuevo caso para ti, es una mujer y me pidió exactamente tus servicios ¿me pregunto por qué?

No respondo y solo mantengo la cabeza agacha.

– Debes dejar de ofrecer tu trabajo gratis.

– Pero es que algunas personas se ven tan necesitadas, que simplemente... No puedo.

– Escúchame, esta es la razón por la que tienes problemas económicos, si sigues atendiendo a las personas gratis quedaras en la calle. – Me da una mirada severa – sé que es complicado, pero debes ser dura para ser abogada.

– Pero...

– No lo repetiré.

– Lo intentaré.

Si tan solo supieras...(EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora