La noche estaba fría como de costumbre. Me encontraba a orillas de una parada de autobús, aún no eran ni las 7:30, el sol todavía no se había ido por completo. Aunque tenía toda mi vida viviendo en Zennaix, nunca me acostumbré los acantilados, nuestro pueblo quedaba situado en lo alto de una montaña. El charco estaba un poco más debajo del pueblo y de la civilización. No habían muchos animales en el área, solo algunos insectos y uno que otro traído desde la llanura donde no hay montañas; estaba prohibido bajar hacia allá, solo con permisos y una gran cantidad de dinero para sobornar al gobernador.
La vegetación era más o menos abundante, no habían muchos árboles, pero si que había un frío tremendo. Era mi primera vez en el charco. Mi padre nunca se interesó en explorar fuera de la ciudad, pero los que si lo han hecho, dicen que hay muchas cascadas y ríos, que es realmente hermoso. Esta era la primera vez que iría, y juraría que si mi padre supiera que voy al charco sería la última vez que saldría de mi casa.
Finalmente, Marianne y Alex me fueron a buscar y seguimos la carretera hacia un lugar que nunca había visto, habían muchísimos más árboles que los que se encuentran más arriba.
— ¡Ahhh! — Grité de pánico
— Tranquila — me calmó Marianne
— ¡Pero si el camino ya terminó y Alex casi se tira por el acantilado! — chillé, estaba completamente fuera de control
— Si, pues, porque aquí termina la carretera. Para llegar al charco ahora tenemos que bajar caminando, espero que lleves zapatos cómodos — dijo Alex
Como acto reflejo miré mis pies, no el esmalte rojo que ya tenía que retocar, sino que andaba con sandalias muy frágiles, ya vería como batallaba contra esas rocas.
Al menos no llevaba mucha carga, solo un bulto con lo necesario. Se hacía más y más de noche y no podía ver donde diablos estaba pisando. Luego de 10 metros caminando y haberme caído 3
3 veces, finalmente llegamos al Omnipotente Charco, estaba rogando porque fuera lo bastante "genial" como para que valiera la pena los golpes de las caídas y el susto de la carretera
Mis plegarias fueron escuchadas, el lugar era una maravilla, como si fuera un tesoro escondido. Debido a la oscuridad y a que el lugar estaba tupido de árboles el muy intelectual Nicholas llevó lámparas portátiles que luego se alargaban hasta algunos dos metros e iluminaron el lugar.
Todos mis amigos estaban allí, si mis amigos, y un par de personas mas, incluido "cascarrabias David" y sus amigos Bryan y William. Ambos se veían que eran sociables y muy atractivos. William captó mi atención al instante, rubio de unos profundos ojos azules y unos labios carnosos de un color rojizo. Bryan era casi igual, pero con el cabello oscuro, ya al menos tenía un propósito, conocer a William, eso si David no me arruinaba mi plan.
— ¡Stella!. De nuevo explotaron mi burbuja de pensamiento y me llevan a la realidad, era Joan quien me estaba llamando.
— ¿Sabias que esta cascada es de algunos 250 metros en realidad? . me quede perpleja
— A juzgar por tu expresión ni te lo imaginabas, lo que significa que no sabías que la tercera parte de nuestro pueblo era o es subterráneamente un río — dijo petulante
— A juzgar por todo lo que dices, estimo que el ataúd para tu lengua deberá de ser como de algunos 10 metros de largo — dije burlándome
— Bien vamos a meternos al agua — me animó
— Ve adelántate, voy en un instante — aseguré
Me quedé contemplando la cascada, era como de algunos 80 metros de aguas totalmente cristalinas y muchos árboles flanqueándola, parecía un objeto de solo mis muy íntimas fantasías.
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Lluvia de Estelas
FantasyAventuras de Stella Piattello, una adolescente que definitivamente vive en otra galaxia e intenta descubrir quién es y cuál es su propósito.