6: ¿Alguien muerto?

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La lona roja del decorado cayó, como aquel cuerpo al suelo. La gente empezó a cuestionar y gritar a lo loco. Varias personas salieron a comprobar que pasó. "¡Alguien ha muerto!" gritó un hombre. 

Los invitados corrían despavoridos de la sala. Sin percatarse que había un gran charco de sangre escondido entre sus pasos. Los pocos que quedaban en la sala, los más listos, se quedaron perplejos al darse cuenta que si era un cuerpo. 

Theodore salió de la Sala de Actos dejando a Kristen dentro con los señores Murphil. Theodore dio varios pasos en dirección a la esquina del pasillo. Ahí estaba. 

El cadáver de William Myrtle se encontraba ahí, con un rostro de cobardía. El hombre tenía dos grandes agujeros ensangrentados en su cuerpo. Theodore, con un titán asco, dio una patada al fallecido en la espalda, descubriendo de donde provenían los disparos. Su frente pedía ayuda, pues estaba completamente fastidiada por un disparo. Un disparo fatal. Para asegurarse, el asesino también le disparó en la parte derecha del pecho, casi en el corazón. 

"¡Oh mon Dieu! C'est terrible..." dijo sofocado Theodore. 

Al segundo, Theodore se percató que había conseguido varias pistas instantáneas. El asesino tenía una puntería perfecta, tanto que su primer disparo había sido tan intachable que dio en su pecho también. El pecho de William no dejaba de sangrar  mientras que su frente ya se había rendido, expulsando un líquido blanquecino. 

La otra pista era el decorado. Cuando Kristen se dio cuenta que el decorado fallaba, empujó a Theodore fuertemente, al instante, Theodore empezó a mirar donde Kristen miraba. 

"¿Qué podía haber pasado?" se preguntó Theodore, mientras ponía un pañuelo en los ojos de William. 

Esos ojos azules, fríos, comportándose en un morado por la sangre, lucían un terror inmenso. Con solo mirar a esos ojos, parecía que la verdad estaba ante sus ojos. Su boca estaba abierta, sorprendida, como si a William le hubiera dado tiempo a ver al criminal antes del disparo. 

Parecía que William estaba en pausa, pero por siempre. 

El sombrero de éste se encontraba a varios metros de su cabeza. El disparo fue de largo alcance, la fuerza de la bala impactó tan bien que el sombrero cayó salvándose de la tragedia. 

—¿Qué ha pasad- ¡Oh Dios mío! —sollozó Pamela mientras ponía un pañuelo en su boca. 

—Señorita, aquí no debería de estar. Vaya a su camarote. 

—Señor Bourdain, solo quiero ayudar. ¿Lo hace porque soy mujer? 

—Al contrario, señorita, me encantaría tener ahora mismo una compañía tan alegre como la de una mujer... Pero como veo, usted parece muy nerviosa. Por eso la digo que vaya a su camarote. 

—¿No me voy! Si ayudo, ayudo. No me quedo parada. ¿Necesita algo?

—Rotundamente...sí... ¿Puede sujetar fuertemente aquí? —señaló el pañuelo que sujetaba Bourdain. 

—Claro, claro —repugnó ella. —¿Así que un tiroteo? 

—En efecto, señorita...

—Llámeme Pamela, o Pam. Ahora somos compañeros. 

—¿Y por qué no amigos? 

—La confianza que le tengo se escasa en ese comportamiento tan masculino. Prefiero decir compañeros. 

—A propósito, ¿en qué camarote se hospeda? 

—En el 7, monsier, buenas vistas tiene esa condenada habitación

Muerte en el cruceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora