Capitulo 8

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- Todos en pie - dijo el alguacil cuando Oliver ocupó el estrado. Habían despachado la mayor parte de los casos esa mañana, por lo que la sala no estaba tan llena por la tarde. Por un instante, una alegre sonrisa iluminó el rostro del juez, pero desapareció antes de que nadie se diera cuenta. Lo que había dado tanto gusto a Oliver era ver a John Diggle sentado solo en la primera fila de asientos justo detrás de la barandilla baja que separaba la mesa de los abogados de los espectadores de la sala. El joven abogado parecía un poco congestionado, como si llevara la corbata demasiado apretada.

- Señoría, estamos preparados para oír las mociones de la defensa en el caso número LA6689. Son veintiocho en total, a menos que el señor Diggle tenga algo más que añadir - dijo Clark, el alguacil. Después de llevar tantos años trabajando para el juez, Clark se dio cuenta de que éste era uno de esos momentos de Raúl que hacían que las largas horas de trabajo y el escaso sueldo merecieran la pena.

- Señor Diggle, ¿están preparados su cliente y usted? - preguntó Oliver. Se recostó en su silla y miró al inepto abogado por encima del borde de las gafas.

- No he podido ponerme en contacto con mi cliente, señor. Su padre me ha informado de que va a pasar un par de días de vacaciones fuera de la ciudad y no se puede dar con él. Con la venia del tribunal, querríamos pedir un aplazamiento de dos días para poder prepararnos mejor - intentó John. Sonrió a Laura cuando Oliver se echó hacia delante, sin decir nada durante largo rato. A los ojos poco informados de John, el juez parecía estar considerando su petición y estaba seguro de que el viejo bulldog daría el visto bueno a su moción.

- Señor Diggle, ¿es usted consciente de que, dado que el señor Mario está libre bajo fianza, este tribunal tiene derecho a saber dónde se encuentra en todo momento? No es problema mío que esté acusado de unos cargos y que en vista de eso haya decidido tomarse unas vacaciones. Es una cortesía hacia su cliente exigirle que esté presente para todas las vistas que se celebren con motivo de su caso, y también es problema suyo no haber hecho caso de mi orden para que esté presente hoy. ¿Qué le dice todo eso, señor Diggle? - preguntó Oliver clavando una mirada mortífera en el hombre.

- ¿Qué vamos a proceder sin él? - dijo John, más como pregunta que como afirmación. A pesar del aire acondicionado de la sala, tenía la cara chorreante de sudor y no paraba de meterse el dedo por el cuello de la camisa para intentar aflojarse la corbata.

- Correcto, señor Diggle, vamos a proceder sin él. Si el señor Mario no está de acuerdo conmigo, siempre puede acudir al tribunal de apelación del estado, que puede que se muestre más comprensivo con su situación. Veamos, señor Diggle, veintiocho mociones para este caso, me tiene impresionado. ¿Empezamos? - preguntó Raúl.

- La última moción queda denegada - dijo Oliver diez minutos después. Tal y como había predicho Laura, todas las mociones de Mario presentadas por John fueron cayendo una tras otra. Ahora llegaba el momento de la verdad y tuvo la premonición de que el escribano de Laura no había compartido con John los próximos detalles. "Jesús me ama y lo sé porque no soy Diggle", no paraba de canturrear mentalmente con más regocijo del que debería sentir ante el apuro del pobre hombre, pero qué narices, no era ella.

- Señorita Laura, quiero darle las gracias por estar aquí presente cuando se la ha avisado con tan poca antelación. ¿Debo entender que el pueblo está preparado para proceder con su caso contra el señor Mario? - preguntó Oliver. Su actitud cambió por completo al dejar de mirar a John y fijarse en Laura. Jamás comprendería por qué su ahijada no había acabado con esta belleza. Poniéndose en pie, Aida le dedicó su propia sonrisa.

- Sí, señoría, el pueblo está preparado desde hace semanas, de no haber sido por la montaña de mociones presentada por el abogado del señor Mario. Cuando su señoría fije una fecha para la vista, estaremos preparados - terminó Laura, batiendo las pestañas al mirar a John. Pensó que si el hombre seguía tirándose del cuello de esa forma, iban a tener que llamar a los sanitarios.

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