Capitulo 9

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Entraron en la sala del tribunal la una al lado de la otra, en un alarde de fuerza para todo el que mirara. Calle llevaba un traje azul marino con una almidonada camisa blanca debajo, y Poché llevaba otro vestido nuevo que había elegido hacía poco. Juan le había descubierto sin duda un mundo totalmente nuevo en los últimos meses. A medida que su rabia contra Poché iba desapareciendo, había encontrado a una amiga y confidente de la que había llegado a depender. Poché le agradecía que la hubiera ayudado a encontrar un estilo propio que contribuyera a facilitarle formar parte de la vida de Calle. A Poché le parecía asombroso que Juancho supiera tanto de ropa y decoración, pero también parecía ser una fuente inagotable de información en materia de maquillaje. Estaba tan transformada que los padres de Mario casi no la reconocieron cuando Calle y ella pasaron a su lado de camino a la parte delantera de la sala.

—Estás en condiciones de funcionar, ¿verdad, Laura? ¿O anoche te acostaste tarde? —preguntó Calle, enarcando una ceja. Le apetecía meterse un poco con su amiga, a pesar del motivo por el que estaban aquí. Calle pensaba que así se aligeraría un poco la situación y podría hacer sonreír a Poché, como así fue.

—Cómo haya pasado la noche no es asunto tuyo, Calle, y sí, estoy en condiciones de funcionar durante los próximos segundos. Porque podéis creerme, señoras, después de la charla preparatoria que estoy segura de que le ha echado Oliver al Juez de la Horca esta mañana, eso es lo que tardará en revocar la libertad bajo fianza de Mario. Y se rumorea que se busca a Mario y a su hermano para interrogarlos sobre el caso del secuestro de la señora Queen. Lo cual traducido quiere decir que están de mierda hasta el cuello —dijo Laura con cierto exceso de regocijo. Se cruzó de brazos y se apoyó en la mesa que tenía detrás. Qué bella era la vida a veces, cuando las personas como Mario descubrían que había un matón más grande en el barrio.

— María José Ruíz, debería darte vergüenza, chica, pavoneándote como una vulgar ramera cuando tu marido se enfrenta a una acusación injusta. Ya es hora de que recuerdes cuál es tu sitio y vas a empezar por volverte a casa con nosotros ahora mismo. Creo que tú y yo tenemos mucho de qué hablar mientras esperamos a que tu marido vuelva a casa —dijo Mario padre, tras reconocer a la mujer que llevaba un refuerzo en la pierna. Se había trasladado a la parte de delante donde estaban y aferró a Poché por el brazo antes de que Calle pudiera hacer nada.

—Señor, no sé quién es usted, pero si no suelta a la señora, me veré obligada a hacerlo por usted —dijo Calle en voz baja. Se acercó más a los dos, desafiando al padre de Mario.

—¿No me diga? No recuerdo haberle pedido su opinión. Esto es un asunto de familia y a usted no le concierne, así que lárguese —dijo el viejo.

—Señor, no se lo voy a repetir, y ya lo creo que Poché es asunto mío, así que suéltela. No se lo voy a decir otra vez.

—¿Me está amenazando? —preguntó Mario padre.

—No, le estoy prometiendo que le romperé todos los huesos de la mano nombrándolos al mismo tiempo si no la suelta ahora mismo —dijo Calle.

—Calle, no pasa nada —rogó Poché. Echó la mano hacia atrás sólo para entrar en contacto con la mujer furiosa, intentando calmarla. Lo último que les faltaba era que Calle tuviera problemas legales por culpa de todo esto.

—Sí que pasa, Poché. Nadie te va a volver a tratar de esta forma, y menos este gordo gilipollas al que nadie le ha enseñado modales. Ahora suéltela —dijo Calle con más agresividad, avanzando un paso. La expresión de sus ojos le dijo al hombre que aquello no era ninguna broma, de modo que soltó a Poché. Mario no sabía quién era esta mujer, pero estaba claro que era el perro de ataque de Poché y no tenía ganas de descubrir si era capaz de cumplir sus amenazas.

Hasta que te encuentro (caché) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora