El mayor de los Holmes...

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—¿Le ofrezco té? No suelo tener vino en mi espacio de trabajo—

Adler se quita los guantes negros de seda y toma asiento, si entró sin ser invitada, el sentarse no representa más invasión.

—Le preguntaría como fue que supo que era yo quien irrumpió en su oficina, pero eso seria poner en duda al más inteligente de los Holmes—

Mycroft no hace ninguna mueca, acepta las palabras de Irene y se recarga con total elegancia sobre el respaldo de su silla de trabajo.

—No está aquí para algo laboral, nosotros dejamos de cazarla... ¿a qué debo su visita? —

La Mujer sonríe con ese toque de misterio y sensualidad que le emana de naturaleza.

—Después de todo creo que no es tan brillante...—

—No puede evitar que los sentimentalismos la embarguen ¿y por eso burló la seguridad de un funcionario? —

—Sabe porque estoy aquí, vayamos al punto ¿Por qué no interviene? —

Mycroft da un vistazo a la gran ventana de su oficina, luego vuelve la mirada a Irene.

—Dos adultos, mentes brillantes...— Adler asiente agradeciendo el reconocimiento.

—inmiscuidos en un juego de niños... no voy a caer en esta absurda intervención que están realizando uno a uno, tengo cosas importantes que hacer—

—Ser brillante no lleva de la mano ser distante con su propio hermano, no es secreto que a sus ojos Sherlock sigue siendo un niño pequeño y usted vigila sus intereses, más de lo que esta dispuesto a aceptar en voz alta—

Mycroft entrelaza las manos y observando de reojo su teléfono celular dispuesto en el escritorio da la respuesta — Mi hermano no es el comprometido y por ello yo no caeré en preguntar ¿Por qué no impides la boda, Sherlock? — 

¿Por qué no impides la boda, Sherlock?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora