El sudor recorría frecuentemente la frente de Miranda, tanto como los nervios se esparcían a través de sus venas; le provocaban un nudo en el estómago y fuertes apretones en el abdomen. Un punto más y el contrincante habría ganado. Estaban empatados y sólo debía enfocarse en ganarle una vez más. Estaba agotada, sólo deseaba celebrar su victoria o aprender de la derrota. Habían estado jugando durante dos horas y media. Los músculos ya le exigían descanso y por segundos sentía que se desmayaría. Hasta en las gradas se sentía la tensión entre los jugadores y también la ansiedad de los espectadores por saber quién ganaría. Vicente observaba con cuidado y de repente una mano tocó su hombro.
– Vicente – una dulce voz se escuchó.
– ¡Por fin llegaste! – le dijo a Jimena de Zarco, la madre de Miranda. Una mujer alta, rubia y delgada. – ¿Y Susana?
– ¡Aquí estoy! – se asomó agitada desde atrás de Jimena. – ¡Uh! - exclamó al ver la cancha y apretó los ojos fuertemente. Miranda Zarco había perdido. Servando Recio había anotado el punto ganador. La hermana mayor de los Zarco posó la mano en su cabeza en señal de frustración. Posteriormente estrechó su mano con su victorioso contrincante. – Esto será duro. No le gustará a Miranda.
– Ya se le pasará – mencionó Jimena. – Es parte de la vida.
– Pasarán diez mil años – agregó Vicente. Los tres rieron.
– Bien, no es la primera vez que pierde – Susana se encogió de hombros. – Quiero pizza – comentó después de unos segundos.
– Es una gran idea. Después de una derrota como esa, no estaría mal almorzar pizza – apoyó Vicente.
– ¿Entonces nos vemos en el restaurante? – consultó Jimena.
– Me parece bien – asintió Vicente.
– Adelántense. Quiero saludar a Rodrigo – Susana se despidió con un beso en la mejilla para su madre y otro para su cuñado.
La Zarco más pequeña caminaba sola entre las flores geranios que adornaban las áreas verdes del lugar. Lucía un pantalón de mezclilla color blanco y unos tenis grises. En la parte superior, vestía una camisa de jean celeste, estaba un poco abierta y dejaba ver una franela blanca que llevaba puesta debajo. Durante cada paso, personas la saludaban con agrado, ella sonreía y asentía, devolviéndoles el saludo. Entre la gente pudo ver a ese chico de su misma altura, 1,70 quizá; no era demasiado alto y a ella no le molestaba. Estaba distraído jugando fútbol. Su franela beige con el logo de Adidas en color negro estaba sudada. Seguramente también su bermuda negra. Aún así, Susana creía que se veía bastante atractivo. Una sonrisa se asomó de repente y trotando se acercó hacia su novia.
– Miren quien ha llegado – dijo a Susana.
– Hola – sonrió tiernamente. Rodrigo Villena se acercó a besarla tiernamente. – Que lindo "hola".
– Nuestros "holas" siempre son lindos – sus manos se posaban en la cintura de Susana. - ¿Y Miranda? ¿Cómo le fue? – apenas podía hablar debido al cansancio. Sus cejas pobladas de un tono oscuro evitaban que el sudor invadiera sus ojos.
– Terrible. Ni lo menciones. Ha perdido – apretó los labios.
– ¿Qué? - exclamó asombrado. – ¡No lo puedo creer! Debe estar furiosa.
– Tal vez – se encogió de hombros. – Oye, vine a saludarte y a preguntarte si te gustaría ir a almorzar pizza.
– Por supuesto. Cómo no aceptar tan perfecta invitación – dio un ligero toque con su nariz en la de Susana.
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Siempre has sido tú
Novela Juvenil¿Y si el mundo se nos acabara en un segundo, sin haber dicho todo lo que somos capaces de gritar? ¿Qué tal si el tiempo nos lo arrebataran de las manos sin expresar lo que necesitamos llorar? ¿Y si los sueños se perdieran en desvelos por miedo a dem...