VIII

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Aunque el momento resultaba mágico ante todos aquellos que las observaban, aquella burbuja de encanto se desvaneció en cuanto el trasero de Hebe se estampó sobre el suelo al intentar dar una vuelta. Demasiado milagro había sido que pudiera mantenerse en pie luego de que su amiga la sacara de al lado de la barra.

Entre risas su mejor amiga la ayudó a levantarse, mientras ella estaba roja de la vergüenza al haber sido vista por todos los presentes, quienes también rieron al ver su aparatosa caída.
Ambas ya estaban algo cansadas, así que acordaron que aquella caída habría sido una señal de que era tiempo de regresar a casa.

Esa noche, luego de cenar, ambas se tumbaron en la sala a ver una película. Y sin quererlo el cansancio les ganó, quedándose dormidas allí.
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Hebe se encontraba sentada cerca de su ventana. El felino de pelajes negros se acercó a ella, posando sus patas delanteras sobre sus rodillas, buscando algo de cariño. Ella sonrió y accedió a la petición. Lo tomó entre sus brazos y lo hizo sentarse sobre sus piernas, y el pequeño se acomodó gustoso.
Mientras acariciaba a la pequeña bola de pelos que descansaba sobre sus piernas, desvío la mirada hacia el patio trasero de la casa. El majestuoso gato blanco seguía allí, observándola. A diferencia de las veces anteriores, parecía permanecer en el mismo lugar que la última vez, lo cual la tranquilizó un poco.
En esta ocasión, afuera llovía levemente. Las gotas eran casi imperceptibles a la vista, pero se podía saber que estaban ahí gracias a la apariencia del gato blanco, el cual tenía su pelaje esponjoso aplastado debido al agua . Aunque normalmente esto provocaría risas ante la apariencia chistosa del animal, en Hebe provocaba lo contrario. Con esa apariencia le resultaba aún más incómodo.

Durante su tiempo allí, en el sueño, se dedicó a pensar en la mejoría en el ánimo de su mejor amiga luego de su paseo, sintiéndose más cómoda y aliviada al saber que Deresi ya no estaría tan deprimida; en vez de prestar atención al gato que la seguía observando silenciosamente desde el patio trasero.

Al despertar al día siguiente, durante su desayuno, le comentó a su mejor amiga que le parecía extraño el hecho de que aquel sueño siempre se repitiera.

—Lo raro para mí es que logres recordarlo todo con tanto detalle —comentó Deresi, para posteriormente comer un bocado de su desayuno—. Yo casi nunca logro hacerlo. Es más, creo que no sueño.

—Sí, es extraño —dijo ella, copiando su accionar y sin terminar de masticar agregó—. Cuando mi madre llamó y le conté, dijo que podría ser un mal presagio. Estaba algo preocupada por nosotras.

—No le hagas caso, sin ofender, tu mamá es muy supersticiosa con el tema sueños —le aseguró, aunque dentro suyo rondaba el pensamiento de que, quizás, aquellos sueños eran algo que deberían tener en cuenta—. Así que olvídate de eso. Son solo sueños creados por nuestro subconsciente. ¡Mejor centrémonos en lo importante!

—¿Y eso sería? —cuestionó curiosa, sabiendo perfectamente que Deresi no se refería ni por asomo a que debería ponerse a estudiar.

—¡Ir de compras, por su puesto! Pero, esta vez, tú irás con los ojos vendados.

Hebe no estaba del todo segura con la idea, pero decidió confiar en que no terminaría en desastre, permitiendo así que ella le tapara la vista.

Ambas viajaron en auto, puesto que aquel lugar quedaba algo lejos de la casa. La joven de cabellos castaños se cuestionaba dónde irían a parar. Deresi había dicho que harían las compras, y si debían ir al supermercado no tendrían que haber subido a un auto.
Al cabo de unos minutos, su mejor amiga la guio para bajar del auto. La escuchó despedir al conductor y pagarle el viaje.
Luego regresó a su lado y tomó su mano.
Hebe podía imaginar, debido a los sonidos que la rodeaban y el movimiento que sentía al tener su mano entrelazada con la de su mejor amiga, que Deresi estaba dando saltitos debido a la emoción. Escuchó como unas puertas se abrían ante su presencia, pero lo que la inquietaba era el silencio que reinaba allí. No parecía ser un lugar concurrido. ¿A dónde demonios la había llevado?

El silencioso gato blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora