23. Misión y deseo (primera parte)

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Ante los ojos de Maki, todo se tornaba difuso luego de recibir el último ataque de la guardiana del rayo: una columna de energía que caía sobre ella, un golpe preciso que le hizo gritar por más que quiso contener sus expresiones durante toda la batalla, un golpe que la hizo caer y soltar la espada sin remedio. Pero su ánimo no estaba dispuesto a ceder aunque hubiera previsto el escenario de la derrota: su mano temblorosa quiso recuperar el arma, pero le costaba demasiado trabajo alcanzarla y sus ojos comenzaban a rendirse a pesar de que repitiera en su mente que aún no podía rendirse, que aún no había cumplido con su misión, que solo necesitaba levantarse una vez más para darle el último golpe y obligarla a revertir el conjuro. "Aún no", se decía, pero su cuerpo era incapaz de sostenerse.

Frente a ella, con las rodillas apoyadas en el suelo frío, aún con la respiración agitada, Ayame sonreía con el placer que le causaba la idea de poder cumplir su deseo.

Y sonrió hasta que su consciencia volvió a traicionarla.

—Ayame, ¿cuál es tu misión?

—Velar por la rectitud de Nozomu.

—Ayame, ¿cuál es tu deseo?

—Velar por la felicidad de Sayaka.

—Ayame, ¿a quién de los dos vas a sacrificar primero?

Entonces levantó el rostro y notó la presencia de un mal augurio: al lado de su contrincante se había detenido una silueta con capucha negra, amplia y gastada, sin rostro visible.

—¿Tú aquí? —murmuró—. ¿A qué has venido?

Aquella presencia le pareció tan misteriosa a Maki que no supo si se trataba de un sueño o si seguía despierta.

La silueta encapuchada extendió su mano hacia la pluma que seguía flotando; acto seguido, una sombra, como una nube negra, rodeaba aquel resquicio de su predecesora hasta hacerlo brillar más y formar una silueta blanca, casi fantasmal, que pudo ver con más nitidez luego de que la nube se desvaneciera: la forma albina con mirada cerceta que tomaba la espada en silencio y que se acercaba a la chica de trenzas para acariciar su cabeza antes de que perdiera el conocimiento.

El fantasma caminó hacia la chica castaña, quien había levantado su rostro sorprendido, confundido, quizá aterrado y furioso, pero extrañamente alegre, como si estuviera ante una escena que jamás hubiera esperado y que, al mismo tiempo, ansiaba contemplar.

Por un momento creyó que el tiempo había retrocedido diez años.

—Nunca pensé que te vería de nuevo —dijo Ayame con la voz temblorosa, pero no obtuvo más respuesta que el movimiento que la figura blanca hizo para clavar la espada en el suelo—. Más bien, no esperaba verte mientras yo siguiera viva —continuó—. En realidad, quería ver a Nozomu primero.

Sayaka la miraba en silencio, sin emociones.

—¿Sabes? Nunca me gustó verte así, parecías un cuerpo muerto o vacío, ¿por qué tienes que aparecer ante mí de esta manera?

No hubo cambios en su expresión. La chica de ojos violetas sintió una punzada en el pecho.

—No puedes hablarme, ¿verdad? Eres un fantasma después de todo.

Separó ligeramente los labios. Parecía tener intenciones de responderle, pero una nueva serie de dudas y frases le impidió escucharla: "Ayame, ¿cuál es tu misión?", "Ayame, ¿cuál es tu deseo?", "Ayame, ¿a quién de los dos vas a sacrificar primero?", "Ayame, ¿qué vas a hacer ahora?", "Cumple con tu misión", "Cumple tu deseo", "Sacrifica a Nozomu, él no puede ser salvado", "Sacrifica a Sayaka, ella no puede cambiar", "Sacrifícate ante al mundo, no tiene la culpa de nuestros errores", "Sacrifica al mundo, tu misión es más importante", "Sacrifica a todos, tu deseo es más valioso", "¿Qué has decidido?", "¿A quién vas a salvar?", "¿Qué esperas para decidir?".

La misión del rayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora