CAPÍTULO XIX

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Deneb: la más brillante de la constelación de Cygnus y una de las más brillantes del cielo nocturno.

***

Amy Holland

Estuvimos mucho tiempo abrazados no sé exactamente cuánto tiempo fue pero no me sentí incómoda al contrario, me sentí muy bien, no importa las horas que fueran él necesitaba ese abrazo y yo estaba dispuesta a dárselo, nos sentamos en el sofá a ver películas, León había hecho palomitas de maíz y yo ya no me sentía tan mareada, él me dejó elegir la película que veríamos, exactamente dijo “elige la película que quieras, Amy. Pero por lo que más quieras que no sea de Romance”. Así que opté por Ant-man una de mis favoritas.

El no se quejó, pues me dijo que también le gustaban, pero era más fan de DC. En ese momento me cayó tan mal.

Pero al final vimos la película, bueno mejor dicho yo ví la película, León se había quedado dormido a la mitad de ella, luego de reír al verlo con la cabeza guindando hacia atrás en el sofá, lo acomode un poco para que quedara acostado en el y no se dislocara el cuello, tome un manta y lo arrope, la noche era fría, se iba a congelar. Luego de que la película acabara, apague el televisor y me quedé igual de dormida que él.

Hasta que el timbre de la casa sonó a la mañana siguiente. Me desperté, estaba enrollada en una manta y al otro lado del sofá estaba León, babeando. Así que sin hacer ruido me acerqué a él.

—León—susurre.

Pero él no sé despertaba, le movía su brazo y no hacía el mínimo esfuerzo de querer despertarse, el sonido del timbre sonaba más veces, suspiré y lo golpeé en la mejilla.

El se despertó.

— ¿Qué pasa?—dijo para saltar de un susto.

—Llaman en la puerta.

— ¿Por qué no abriste tú?

—Si claro, que pensarían los demás si me ven abrir la puerta del apartamento de un adolescente que vive solo, con la ropa de él.

—Buen punto—dijo él levantándose para abrir la puerta.

Me quedé en el sofá hasta que León gritó. — ¡Papá! ¡Qué sorpresa! ¿que te trae por aquí?

Me levanté de golpe del sofá y comencé a buscar donde esconderme. Pero no encontré nada, se escuchaba la voz del señor cada vez más cerca, no quería conocerlo en estas circunstancias.

A ver Amy, no estabas haciendo nada malo, ¿Por qué buscas esconderte? No tienes nada que temer. Bien dicen que el que nada debe, nada teme.

—Vine a traerte algo de comida, pensé que ya no tendrías—escuche decir al señor cada vez más cerca de donde estaba.

Después de tanto buscar y no encontrar me quedé ahí parada, ya que más. Él era mayor ya y yo también, bueno no lo éramos tanto, tengo diecisiete años aunque el papá de León no lo sabe, ambos sabíamos que hacíamos. Aunque no hicimos nada claro está. Deja de darle vueltas Amy.

El señor se quedó mirándome de pies a cabeza, él no entendía qué ocurría aquí y yo no sabía cómo decirle. Segundo después León apareció detrás de él, suspirando y golpeando su cabeza.

A TRES MINUTOS DE TOCAR LAS ESTRELLAS (NUEVA VERSIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora